El Mago de la Niebla
El Mago de la Niebla: Alma en pena
Habían oído que camino a Barinitas, por el río de los Muñecos, se llegaba a buenas tierras; fue a principios de siglo, cuando aún se construía la Transandina.
El Mago de la Niebla: El Nono Daniel
Mientras gran parte de la humanidad se preparaba para la destrucción, Juan Félix Sánchez se consagraba a la Virgen y a la creación.
El Mago de la Niebla: La Magia de la Niebla
Era Ramón Malpica. Juan sonreía por el éxito del acto. Al sentir el silencio que lo rodeaba comenzó a sospechar que algo estaba mal, pero no sabía qué era.
El Mago de la Niebla: Ronquidos de cochino
Estas palabras le sonaban muy serias a la gente para un personaje tan estrafalario como el que comenzaba a representar Juan.
El Mago de la Niebla: El ángel que coronaba a Juan Félix Sánchez
Pero cuando salgan del pueblo y vayan a Maracaibo, se darán cuenta de los cambios hasta en la forma de caminar y vestir de la gente.
El Mago de la Niebla: El fluir del Páramo
Entretanto, con sus delgadas piernas hacía unos extraños movimientos como si estuviera danzando al son de una música que él no podía oír.
El Mago de la Niebla: Pintando el Mural
Asunción había estado dibujando una serie de figuras en la tierra apisonada, mientras oraba silenciosamente; Juan estaba cansado de tantas tonterías y deseaba irse.
El Mago de la Niebla: Un dolor muy fiero
Vicenta quedó sorprendida. Al decir estas palabras Benigno se le acercó y la miró amorosamente. Esta Vicenta, siempre tan arregladita, sin una arruga en la falda, ¿cómo hará?
El Mago de la Niebla: Luna llena de enero
Mientras hablaba don Epifanio a Juan se le ocurrió otro motivo para dibujar en las paredes de su cuarto.
El Mago de la Niebla: Mistajá
En las selvas sagradas, en los adoratorios y en las riberas de las lagunas andinas, los piaches hacían ceremonias singulares a los ídolos, pero la reina continuaba enferma.
El Mago de la Niebla: El venado encantado
—Tú no cambias. Nunca te guardas nada, como buitre todo lo regurgitas. Pero eso sí, cuando estás frente a tu padre no abres la boca para nada, pareces ánima en purgatorio.
El Mago de la Niebla: El ángel exterminador
Las perlas eran comercializadas en Coro, ciudad costera de la Provincia de Venezuela, hasta que no pudo soportar las continuas incursiones de piratas ingleses y holandeses.
El Mago de la Niebla: De la tierra a la luna
Sin saberlo se reconocía en Wecelao, de ahí su resistencia a él y el porqué ocultaba las visiones que lo dominaron a sus compañeros.
El Mago de la Niebla: De la Isla del Tesoro a Ítaca
Sin saberlo se reconocía en Wecelao, de ahí su resistencia a él y el porqué ocultaba las visiones que lo dominaron a sus compañeros.
El Mago de la Niebla: El henoch del páramo
Para exorcizar esas visiones que lo aguijoneaban se enclaustraba a rezar durante días en su casa, rogándole a Cristo piedad por la humanidad.
El mago de la niebla: La muerte mayo de 1940
Ese día, antes de desistir, le recordaba al hijo de Vicenta la necesidad de un templo digno para los hijos de Dios y cómo eso haría bien a todos, un lugar donde podrían reunirse, meditar, orar, sentirse cerca de la divinidad, en lugar de perder el tiempo entre juegos y miche en la plaza.
El Mago de la Niebla: Quijotadas en el Páramo
Dañando los quehaceres que le encomendaban hacer, por estar imaginando molinos convertidos en gigantes encantados heridos por el caballero de la triste figura, o riéndose de las ocurrencias de Sancho Panzas.
El Mago de la Niebla: San Francisco y la coronela
En una empinada caminata por las cordilleras nevadas varios hombres habían caído por el esfuerzo, esas alturas para algunos resultaban insoportables; pero la Coronela seguía adelante, junto a sus inseparables negras, quienes la seguían con paso firme cuchicheando entre ellas.
El Mago de la Niebla: No dar de comer a los cuervos
La ira de don Ramón Zapata lo expulsó de sus cavilaciones. Iracundo, le siguió hablando:
El Mago de la Niebla: Sócrates entre páramos
Esto contribuía a la creación de grupos de amigos que se reunían desde niños a jugar y que con el tiempo se transformarían en solidarios grupos de parranda; el de Juan estaba formado por Ramón Malpica y Lino Gil. Ellos fueron los primeros integrantes de su círculo de amistades.