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El Mago de la Niebla: Alma en pena

Habían oído que camino a Barinitas, por el río de los Muñecos, se llegaba a buenas tierras; fue a principios de siglo, cuando aún se construía la Transandina.
domingo, 07 noviembre 2021
Cortesía | Orgullosa, salió esa tarde con sus negros trapos culebreando con la brisa,

—Abuelo —le dijo Zulay—, en la laguna de El Potrero vimos una capillita de piedra con una inscripción que decía Aquí vive una alma en pena, ¿qué nos puede decir de eso?

—Bueno, ustedes por lo visto me quieren tener toda la noche aquí al lado de este fogón, que me hace lagrimear, pero las voy a complacer si me sirven otro guarapo aderezado con miche.

Esa capillita dicen que es sobre el pueblo de San Benito, un caserío más allá de El Potrero, hogar de Juan Félix Sánchez, fundado por un grupo de personas de San Rafael del Páramo cansadas de tanta miseria.

Habían oído que camino a Barinitas, por el río de los Muñecos, se llegaba a buenas tierras; fue a principios de siglo, cuando aún se construía la Transandina.

Maximiliano Ramos fue uno de los primeros del grupo. Y estaban en lo cierto, eran tierras prósperas para plantas de tierra caliente; por esta razón se dedicaron a cultivar café, maíz y plátano; cuando creció el pueblo desearon hacer una capilla para San Benito; también necesitaban un punto de encuentro para facilitar el trueque de sal por otras mercancías y El Potrero fue el lugar apropiado.

En 1930 se comenzó a celebrar en ese pueblo la fiesta del santo negro con cohetes y voladores hechos por Lino Gil. Todos los habitantes de la zona de Mucuchíes, Apartaderos y Santo Domingo supieron de la fecha por unos volantes que anunciaban las sorpresas que habría ese día.

Una de éstas era que habían logrado convencer a un constructor de San Rafael del Páramo para hacer el puente de los Muñecos y ¿saben quién era? ¡Nada menos que Juan Félix!

Este puente facilitó el trueque que se hacía en San Benito con la gente de los alrededores, otra era que habían terminado los tapiales de la capilla en donde guardarían al santo; la fiesta tenía como fin celebrar la puesta del santo en el altar y en el pueblo de San Benito todo parecía andar bien.

Sólo Victorina Ramos estaba en contra del plan. En el caserío la conocían por sus poderes mágicos, que había usado muchas veces para proteger las cosechas. Pero Maximiliano, su hermano, no iba a permitir que le aguaran la celebración, por esto se enfrentó a la hechicera; Rafael, hijo de Victorina, le había pedido con insistencia que no se opusiera al progreso de San Benito, ella sabía que al bendecir la capilla, el temor del pueblo hacia sus poderes disminuiría.

Orgullosa, salió esa tarde con sus negros trapos culebreando con la brisa, iba a la plaza donde los del pueblo estaban reunidos en torno a Maximiliano, quien al verla llegar, le dijo:

—¡Ya llegó nuestra hechicera! La que se opone al bautizo del santo de la capilla porque sabe que sería su fin. Al venir el cura para acá, el Señor destruiría su poder.

—Eres un mal nacido —replicó Victorina. —Cuando llegamos a estas tierras, los espíritus de las montañas estaban molestos y me buscaron para que los aplacara y protegiera las cosechas, y eso hice. Pero ahora te quieres deshacerte de mí. Te diré, ¡no será fácil! quieres dominarlo todo y quitárnoslo para irte después con nuestras riquezas a Barinitas.

—¡Basta de tonterías, Victorina!, lo que hemos logrado ha sido con nuestro propio esfuerzo y no por tus hechizos. ¿Acaso cuando nuestras mujeres van descalzas por el páramo, con sus cotizas guardadas entre las enaguas para no resbalarse en el camino, con sacos de café sobre sus espaldas, las has ayudado? No, al contrario, siempre las ves con desprecio; también te opones a la construcción del puente de los Muñecos, pero es necesario para que nuestros hombres y mujeres no tengan que acarrear hasta El Potrero, sobre sus lomos, el café, el maíz y los plátanos ¡Ya varios del pueblo han muerto pasando el endeble puente! Y dime, ¿has hecho algo para evitarlo? Cuando se termine el puente podremos ir con bueyes. Pero tampoco contribuiste para pagarle a Juan Félix Sánchez por el trabajo de los tapiales de la capilla. ¿Hasta cuándo te vas oponer a la prosperidad? No creemos en tus hechizos y artimañas, ¿por qué mejor no te vas?

Todos aprobaron lo dicho por Maximiliano. El rostro de Victorina se inflamó de ira y les dijo:

—Antes de tres décadas estas tierras serán estériles, ni tú, Maximiliano, ni tu familia o ninguno de ustedes para ese entonces vivirá aquí. Yo, Victorina, los maldigo.

—Al terminar la última frase —continuó contando Daniel— se retiró y los del pueblo quedaron temerosos por el futuro. En ese momento entraba el padre Sánchez Alcántara con Juan Félix para inspeccionar la capilla; los parameros al verlos se tranquilizaron, no así Rafael, el hijo de Victorina, quien fue condenado por su madre cuando intentó conjugar la maldición que esa mañana de 1930 lanzara sobre el pueblo. Esa capillita que vieron en la laguna de El Potrero se la hizo la gente de San Benito a Rafael porque su alma está prisionera en ese oscuro pozo de agua a causa de su madre. Con desesperación Rafael decidió hacer una peregrinación a un punto milagroso que hoy es el filo del Tisure. Fue de rodillas. Sufrió mucho, la lluvia hería y atenazaba su espalda descubierta, las piedrecillas del camino se le clavaban como espinas en la piel de sus rodillas, hiriendo no sólo su carne sino también su alma. A través de su expiación deseaba limpiar el alma pecadora de su madre. Tardó días en llegar al Tisure. Besó las piedras con su dolor y, exhausto, cayó en un estado de ensueño en que la Virgen Santísima se le apareció. Sólo podía observar, entre sueños, su sombra y escuchó una preciosa voz:

—Rafael, el egoísmo de tu madre ha hecho que su alma se envenene, no podrás purificarla y menos deshacer la maldición lanzada sobre San Benito. Con tu penitencia sólo podrás aligerar el trágico destino de su espíritu. Victorina, por medio de sus artes, pudo saber lo que su hijo se traía entre manos. Lo despreció profundamente y decidió hechizarlo para que al morir su alma quedara prisionera en esa laguna. Poco tiempo después, Rafael murió ahogado en las fangosas aguas de esa laguna, cerca del pie de La Ventana. Como un recordatorio de estos hechos se encuentra esa capillita ahí.

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