Cuento
El Mago de la Niebla: El chamán de Misteque
Tras desahogarse, amainó su furia. Al acercársele Asunción, Juan se abalanzó otra vez intentando atraparlo entre sus brazos. Justamente cuando pensaba que había logrado atraparlo, cayó de sus bolsillos el frasco en el que guardaba el díctamo real.
El Mago de la Niebla: Luna llena de enero
Mientras hablaba don Epifanio a Juan se le ocurrió otro motivo para dibujar en las paredes de su cuarto.
El Mago de la Niebla: Mistajá
En las selvas sagradas, en los adoratorios y en las riberas de las lagunas andinas, los piaches hacían ceremonias singulares a los ídolos, pero la reina continuaba enferma.
El Mago de la Niebla: El venado encantado
—Tú no cambias. Nunca te guardas nada, como buitre todo lo regurgitas. Pero eso sí, cuando estás frente a tu padre no abres la boca para nada, pareces ánima en purgatorio.
El Mago de la Niebla: El ángel exterminador
Las perlas eran comercializadas en Coro, ciudad costera de la Provincia de Venezuela, hasta que no pudo soportar las continuas incursiones de piratas ingleses y holandeses.
El Mago de la Niebla: De la tierra a la luna
Sin saberlo se reconocía en Wecelao, de ahí su resistencia a él y el porqué ocultaba las visiones que lo dominaron a sus compañeros.
El Mago de la Niebla: De la Isla del Tesoro a Ítaca
Sin saberlo se reconocía en Wecelao, de ahí su resistencia a él y el porqué ocultaba las visiones que lo dominaron a sus compañeros.
El Mago de la Niebla: El henoch del páramo
Para exorcizar esas visiones que lo aguijoneaban se enclaustraba a rezar durante días en su casa, rogándole a Cristo piedad por la humanidad.
El mago de la niebla: La muerte mayo de 1940
Ese día, antes de desistir, le recordaba al hijo de Vicenta la necesidad de un templo digno para los hijos de Dios y cómo eso haría bien a todos, un lugar donde podrían reunirse, meditar, orar, sentirse cerca de la divinidad, en lugar de perder el tiempo entre juegos y miche en la plaza.
El Mago de la Niebla: Quijotadas en el Páramo
Dañando los quehaceres que le encomendaban hacer, por estar imaginando molinos convertidos en gigantes encantados heridos por el caballero de la triste figura, o riéndose de las ocurrencias de Sancho Panzas.
El Mago de la Niebla: San Francisco y la coronela
En una empinada caminata por las cordilleras nevadas varios hombres habían caído por el esfuerzo, esas alturas para algunos resultaban insoportables; pero la Coronela seguía adelante, junto a sus inseparables negras, quienes la seguían con paso firme cuchicheando entre ellas.
El Mago de la Niebla: No dar de comer a los cuervos
La ira de don Ramón Zapata lo expulsó de sus cavilaciones. Iracundo, le siguió hablando:
El Mago de la Niebla: Sócrates entre páramos
Esto contribuía a la creación de grupos de amigos que se reunían desde niños a jugar y que con el tiempo se transformarían en solidarios grupos de parranda; el de Juan estaba formado por Ramón Malpica y Lino Gil. Ellos fueron los primeros integrantes de su círculo de amistades.
El Mago de la Niebla: El Libertador y Nevado
Era una hermosa tarde de junio del año de 1813, se detuvo una escolta de caballería frente a la casa de Moconoque, sitio distante a una legua de la villa de Mucuchíes, para entonces el lugar más elevado de Venezuela.
El Mago de la Niebla: La muerte por Amor
Continuamente pensaba en lo que debió haber sentido Jesús, en las profundidades de su alma, ante el desamparo, cuando fue negado hasta por sus queridos discípulos.
El Mago de la Niebla: El Potrero
Cuando esto ocurría, todos a su alrededor sabían que la tormenta se acercaba; no sólo los Sánchez se preocupaban, sino también la gente del pueblo.
El Mago de la Niebla: Alejandro Magno y Diógenes el cínico
Decía que la humanidad se había olvidado de vivir según la naturaleza y, por eso, no había hombres amantes de la verdad en la Magna Grecia.
Yo maté a Kennedy (Anecdocuento)
Cuando leyó en el periódico la noticia de la mortandad de los perros, un velo de palidez cubrió su rostro, y un sentimiento que no terminaba de ser culpa ni comenzaba a convertirse en pena se apoderó de su alma.
El Mago de la Niebla: La Virgen Soñada
Cupido flechó a Daniel y a Dolores una noche entre sorbos de ponche, mientras reían al recordar la cara del cura cuando, en plena misa, se abalanzó doña María tras sus cochinos.
El Mago de la Niebla: Duendes del Páramo
Los parameros sacaron chimó de los bolsillos mientras se santiguaban, lo envolvieron con hojas de frailejón y lo pusieron arriba de un mojón cercano. Sólo después de esto se atrevieron a caminar a través de la niebla y de la garúa a una cueva cercana.