Lo que debes saber de la dieta Keto
«He perdido unos 10,5 kilos en menos de tres meses». Lo cuenta con satisfacción Susana, de 37 años, que empezó el pasado noviembre a seguir la dieta keto o cetogénica con supervisión médica. Pesaba casi 72 kilos y ahora está en 60,5. Ya había seguido esta dieta antes, con buenos resultados, pero reconoce que después recuperó el peso porque durante dos años volvió a comer sin mucho control.
Este plan de alimentación no es nuevo. Lo desarrolló el doctor Russell M. Wilder en 1921 para pacientes con epilepsia. En los sesenta se convirtió en unos de los métodos más comunes para tratar la obesidad (el primer artículo médico sobre el tema se publicó en 1964, según recoge PubMed). Y cada cierto tiempo vuelve a ponerse de moda.
Se basa en reducir al máximo los hidratos de carbono (menos de 50 gramos al día). Es decir, se evitan los cereales (pan, pasta, arroz, harinas, maíz), patatas, legumbres, alcohol, azúcar, bebidas azucaradas, dulces o miel. Las frutas también están eliminadas en las primeras fases de la dieta (solo las bayas tipo fresas o arándanos estarían permitidas en pequeñas cantidades) y en las siguientes fases se van reintroduciendo.
Se apuesta todo a las proteínas y las grasas. Se pueden comer verduras como acelgas, brócoli, calabacín, coliflor, lechuga, espárragos, pepinos, espinacas, endivias, champiñones, apio, calabacines; carnes magras (pollo, pavo, conejo; de vez en cuando, ternera y cerdo), pescado, frutos secos, aguacate, aceite de oliva, huevos y lácteos. ¿El resultado? Una pérdida de peso muy rápida y visible, con un esfuerzo menor que con las clásicas dietas porque, gracias a las proteínas, que son más saciantes, el paciente no tiene sensación de hambre.
El mecanismo es sencillo. Los hidratos son la fuente de energía del organismo. Si no consumes los suficientes, el cuerpo tiene que buscar otro combustible y, en este caso, tira de las grasas almacenadas. Durante este proceso de combustión de lípidos se producen cuerpos cetónicos. «Si no hay hidratos, el corazón y el cerebro consumen los cuerpos cetónicos. Son los únicos órganos que pueden hacerlo. Si sigues una dieta cetogénica baja en calorías, como la que llevamos estudiando tiempo para la obesidad, se utilizan las grasas propias del tejido adiposo. Se consigue quemar grasa. Por eso la pérdida de peso es bastante eficaz«, explica Ana Belén Crujeiras, directora del Grupo de Epigenómica en Endocrinología y Nutrición del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago/Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS) y vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo).
Problemas
Pero cuidado que no todas las dietas cetogénicas son iguales. Muchas de las que circulan sin control por redes sociales permiten consumir grandes cantidades de proteínas y grasas de cualquier tipo, «lo que puede ejercer efectos perjudiciales», advierte Crujeiras. En los modelos que se utilizan para perder peso en consulta, las proteínas están equilibradas y son de alto valor biológico; mientras que las grasas, que se reducen, tienen que ser saludables, provenientes de frutos secos, aguacate, aceite de oliva, «no a expensas de consumir carne roja», explica la investigadora.
No es una dieta que se pueda seguir por cuenta propia. Tiene que estar bien orientada por un médico. Por varias razones.
Una es que es fácil que se elijan mal los alimentos y se acaben tomando muchas grasas saturadas. Otra es que al disminuir el consumo de hidratos puede haber un déficit de otros nutrientes, por lo que puede ser necesaria una suplementación de vitaminas y minerales. Además, las personas en cetosis deben consumir una elevada cantidad de líquidos, más allá de los dos litros diarios recomendados, cuenta Crujeiras.
«Si hay un elevado consumo de alimentos ricos en proteínas y grasas saturadas puede haber un efecto perjudicial sobre enfermedades cardiovasculares y otras metabólicas. Hay que hacer primero una historia clínica correcta. Saber el estado cardiovascular del paciente y si el riñón le funciona correctamente, porque si no funciona bien, sobrecargas al riñón y puede llevar a problemas de salud. No todas las personas pueden llevar una dieta cetogénica», concluye.
Energía
La misma advertencia lanza el doctor Alberto Goday Arno, miembro del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (Seen), jefe de Sección de Endocrinología en el Hospital del Mar (Barcelona), coordinador de la Unidad de Atención a la Obesidad Grave y Profesor Titular de Medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona: «Esta dieta puede hacerse en personas con obesidad o sobrepeso que no consiguen perderlo con una dieta convencional, pero está contraindicada en personas con diabetes tipo 1, diabetes tipo 2 de larga evolución, personas que sufren de enfermedades renales, hepáticas o cardiacas, entre otras«.
Crujeiras reconoce que, ahora mismo, la dieta cetogénica baja en calorías está muy en auge en cuanto a tratamientos para adelgazar porque se obtiene una pérdida de peso rápida. «Se puede conseguir perder hasta 20 kilos en 4 meses. Antiguamente se relacionaba esa pérdida rápida con una ganancia posterior, pero cada vez hay más evidencias de que eso no es sí. Se regala peso si se vuelve a los hábitos anteriores. Y la pérdida de peso rápida consigue beneficios al reducir grasa corporal y mejorar el estado de ánimo del paciente, lo que le permite seguir«, asegura. Pero es un plan de ataque. »La estrategia es seguirla a corto plazo, para progresivamente retomar una dieta equilibrada, que debe ser la base de nuestra alimentación«, señala el doctor Goday.
A la fase de cetosis, le sigue otra en la que se empiezan a reintroducir alimentos poco a poco, y luego la fase de mantenimiento, en la que se orienta sobre qué se debe consumir para mantener el peso perdido. Lo ideal es que acaben siguiendo una dieta mediterránea saludable, equilibrada, rica en alimentos con vitaminas y minerales (frutas, verduras, legumbres, carnes magras, pescado), con pocas grasas, pero que sean saludables (aceite de oliva, frutos secos, aguacate). Y que hagan ejercicio.
En este sentido, el doctor Goday recuerda que la obesidad es una enfermedad crónica, y si interrumpes su tratamiento, la enfermedad emerge. «Prácticamente todas las estrategias para perder peso, si se abandonan, se acompañan de reganancia ponderal», advierte.
En consulta esta dieta suele utilizarse en personas con un IMC por encima de 26 (sobrepeso) o 30 (obesidad), que no consiguen adelgazar con una dieta convencional. Pero es el profesional médico el que tiene que valorar de forma más personalizada qué tipo de tratamiento se le puede dar al paciente.
De cuidado
En este sentido, Ana Márquez, dietista-nutricionista en Nutrisana Educación, considera que las dietas controladas en hidratos son solo para casos muy puntuales y siempre deberían hacerse con seguimiento médico. «Hay que fijarse quién ofrece la dieta keto porque, a veces, quien la prescribe lo hace de forma indiscriminada para todo el mundo y no tienen en cuenta las patologías del paciente. No son médicos ni dietistas-nutricionistas«, advierte.
En su opinión, el objetivo en consulta es que el paciente aprenda a cuidar su salud con un patrón de alimentación equilibrado, que implica cambios y aprendizajes: desde la lectura de etiquetas a la organización del menú. Márquez, especializada en trastornos de la conducta alimentaria (TCA), alerta además de la importancia de detectar en las consultas a aquellas personas que tienen más riesgo de sufrirlos. «Si un paciente demanda una pérdida de peso y no se hace un buen diagnóstico podemos precipitar que aparezca un TCA. Son enfermedades muy complejas y multicausales. No es solo culpa de la dieta, es un factor más que lo puede precipitar», concluye la dietista-nutricionista.
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