Opinión

¿Y si Cambio? La vida es muy corta para gastarla en amarguras, vívela feliz y serena

Es un despertar de conciencia que comprende un proceso de transformación que en momentos puede doler.
sábado, 05 octubre 2024

No me puedo imaginar cuántas oportunidades de sentirnos bien y vivir en paz nos perdemos cada día. A veces nos preocupamos por cosas tan insignificantes que lo realmente importante lo vamos dejando de lado.

No es sino cuando la vida nos sorprende con experiencias desagradables o que dan miedo, como la enfermedad o la muerte de un ser querido cuando pareciera que despertamos del letargo y empezamos a valorar lo más importante que tenemos en la vida: los buenos, cortos y simples momentos.

La filosofía estoica nos prepara sobre cómo enfrentar los diversos retos de la vida con sencillez y simpleza, en un mundo demandante de perfección, de una imagen buena o de lo que “debería ser”.

El punto es que ese estilo de vida nos ha conducido, en muchos casos, a caminos muy frustrantes, estresantes e infelices.

Pareciera que nuestra felicidad depende de que una pareja nos quiera, la gente nos acepte, tengamos un cuerpo de miss, ganemos mucho dinero, tengamos fama, estatus, bienes, viajes, negocios o nos vean como buenos.

Y la felicidad en realidad se encuentra dentro de nosotros, sin tantos estereotipos ni condiciones que cumplir, lo cual no quiere decir que excluya la riqueza y los placeres, pero no son el centro. La felicidad y la serenidad sí lo son.

Autoconocimiento: clave para el bienestar

Muchos de nuestros problemas comienzan cuando no cubrimos las expectativas de los demás y nos hacemos esclavos del qué dirán y de querer complacer lo que esperan de nosotros, especialmente nuestros padres, de quienes aprendemos modelos y patrones, los cuales de manera consciente o inconsciente, transmitimos a nuestros hijos, quienes seguirán de generación en generación, transmitiendo patrones de exigencias, críticas o comparaciones hasta que rompemos el círculo de pobreza, infidelidad, maltratos, fracaso o frustración y nos abrimos a una nueva experiencia.

Es un despertar de conciencia que comprende un proceso de transformación que en momentos puede doler, porque habrá que cambiar creencias, costumbres, soltar apegos y hábitos que nos dejan malestar.

Obviamente, tratar de cambiar todo eso de un momento a otro no es posible, pero sí podemos dar pequeños pasos para acercarnos a eso que queremos. Por ejemplo, haciendo una pausa y preguntarnos:

· ¿Cómo es en realidad mi vida?

· ¿Cómo querría que fuera?

· ¿Qué es lo que de verdad me importa?

· ¿Cómo estoy cuidando mi cuerpo y alimentación?

· ¿Cómo estoy enfrentando la adversidad y los accidentes?

· ¿Cómo es mi mirada ante aquello que la vida me depara?

· ¿Qué es lo que me haría verdaderamente feliz?

· ¿Actúo para conseguirlo? ¿O me alejo cada día más de ello?

Estas respuestas contribuyen a la transformación interior y al compromiso de sentir más paz, más serenidad y más completud.

Para ello necesitaremos actuar con mucha sabiduría, para diferenciar entre lo bueno de lo malo; coraje para enfrentar las dificultades, la incomodidad y el dolor que se vive en el proceso; justicia para no hacer daño a nadie y templanza para ser discretos, moderados y prudentes en nuestra manera de actuar.

Sembrar virtudes nos conduce a la serenidad y la felicidad

Toda transformación personal lleva un proceso, que implica cambiar patrones, hábitos y creencias distorsionadas que han impedido alcanzar la libertad interior.

Sí es posible el cambio, sólo hay que hacerse consciente de lo que se quiere y se puede lograr, desarrollando y fortaleciendo el potencial personal y ejecutando las acciones correspondientes, por ejemplo:

1. Atravesar la incomodidad.

2. Convertir la adversidad y los contratiempos en aliados.

3. Seguir modelos de comportamiento que sirvan de guía.

4. Concientizar y gestionar las emociones fuertes.

5. Aprender a lidiar de manera consciente con los diversos puntos de vista, algunos de los cuales no compartes.

6. Vivir como si fuera el final de los días, sin posponer nada, agradeciéndolo todo y cumpliendo con tu propósito de vida.

7. Aceptar la realidad para tomar mejores decisiones.

8. Centrarte en lo que puedes controlar, lo que se conoce como la dicotomía del control, lo cual permite identificar qué cosas están dentro de tu control (opiniones, juicios o acciones que adoptas) y cuáles no lo están (opiniones, juicios o acciones que adoptan los demás).

En este último punto, es importante destacar que aquel dicho “el que quiere, puede” no siempre es así, ya que, aunque haya muchos deseos de lograr algo y preparase para ello, habrá circunstancias que escapan de nuestro control, por lo cual se habla de control parcial.

Sucede en casos en los cuales se compite por algo, bien sea en el campo deportivo, académico o laboral y se coloca el mayor interés, las mayores ganas, el mayor compromiso y deseos de querer alcanzar el triunfo.

Sin embargo, están otros elementos que influyen en los resultados finales que no pueden ignorarse, como por ejemplo las competencias y habilidades del resto de los participantes.

En este caso, de lo único que tenemos control es de nuestra entrega y compromiso, de manera que el enfoque no debe ser ganar, sino dar lo mejor de sí para ello.

¡Así logramos vivir una vida más llena de paz, serenidad y felicidad!

Yamilet Pinto

Psicóloga

@yamiletpinto

yamipinto@gmail.com

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