Opinión

¿Y si Cambio? Derribemos las barreras del temor y hablemos de salud mental

Los adultos registran cuadros de ansiedad, depresión y estrés crónico, debido a la pérdida de seres queridos y/o de sus puestos de trabajo, a la vez que sienten impotencia y frustración por la incapacidad de cubrir necesidades básicas de la familia.
sábado, 10 julio 2021

La depresión, ansiedad y el estrés están haciendo estragos en la salud mental de muchos venezolanos. El país atraviesa, desde hace décadas, una aguda crisis económica y social, que ha sumergido a la población en un constante estado de incertidumbre, desesperanza y miedos que se agudizó con la llegada del COVID-19.

El tema de la salud mental sigue un tabú familiar y social. Da miedo hablar de depresión, ansiedad o del suicidio, por el estigma que existe alrededor de estos temas. Pero, quedarnos sin hablar de ello no soluciona el problema, de manera que como personas, familia y sociedad hemos de enfrentar “el lobo” que asusta y buscar estrategias que nos ayuden a salir de la amenaza y aprender a vivir en el bosque.

Psicoeducarnos es una de las claves para el balance emocional
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la Salud Mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Este concepto nos muestra que efectivamente, la salud mental está afectada al estar comprometido el bienestar, autoestima y capacidad de trabajo de cada grupo etario de la población.

En el caso de la salud mental de los adultos mayores, la Asociación Civil Convite, dedicada a apoyar esta población en Venezuela, en su más reciente estudio refleja el incremento de la depresión y tristeza en adultos mayores, destacando la tristeza, la soledad y el abandono como principales fuentes de su malestar emocional, además de la impotencia que sienten por la significativa merma de sus ingresos económicos, lo que les impide cubrir los gastos de medicinas y alimentación.

Los adultos registran cuadros de ansiedad, depresión y estrés crónico, debido a la pérdida de seres queridos y/o de sus puestos de trabajo, a la vez que sienten impotencia y frustración por la incapacidad de cubrir necesidades básicas de la familia debido al desplome de sus ingresos económicos, la dolarización de la economía y la hiperinflación. Convivir en un espacio que de ser el hogar de la familia y, en el cual ya existían dinámicas que resolver, se convirtió también en escuela, donde había que lidiar con las clases de lo niños y el trabajo al mismo tiempo, en medio importantes fallas de electricidad, conexión a internet y gas, todo en una misma jornada.

Juan Carlos Canga, presidente de la Federación de Psicólogos de Venezuela (FPV), resaltó que “La crisis atiza los desbalances mentales que afloran con el COVID-19, creando un “caldo de cultivo” que, para muchos, es “la gota que derramó el vaso”, agregando que “se han incrementado los niveles de ansiedad, angustia, tristeza y depresión”.
En tercer lugar, los jóvenes se sienten ansiosos y frustrados por la imposibilidad de satisfacer sus expectativas. La incertidumbre es su principal fuente de frustración, percibiendo truncados sus planes y proyectos personales.

En cuarto lugar, se encuentran los adolescentes y los niños, quienes también sufren los embates de la depresión y ansiedad. Las cifras de CECODAP señalan en el más reciente informe que, entre enero y marzo de 2021, el Servicio de Atención Psicológica atendió a nivel nacional, la mitad de las solicitudes que recibieron durante todo el año 2020, es decir que aumentaron los casos de ansiedad y depresión en los niños y adolescentes.

La principal razón, está asociada a la imposibilidad de asistir a la escuela, espacio que les brinda confianza y seguridad. Pasan el tiempo en casa, sin poder salir, se aíslan, dejan de socializar, se sumergen en sus tablets o teléfonos móviles, pierden el interés por las actividades que antes disfrutaban, deteriorándose así su estado de ánimo, entristeciéndose, llorando sin causa aparente, manifestando intranquilidad, aburrimiento, desorden alimenticio, trastorno del sueño, irritabilidad, baja autoestima, falta de concentración y expresiones sobre intención de escaparse de la casa o intención de suicidarse activa o pasivamente.

Sanemos mental y emocionalmente en familia
Es así como cuidar nuestra salud mental y la de nuestra familia se convierte en una prioridad, podemos entre todos, generar soluciones creativas:

1. Atender a nuestros adultos mayores. Bridándoles afecto, cariño y atención.

2. Haciendo ejercicios físicos, meditando y reencuadrando nuestras metas.

3. Sustituyendo pensamientos y conductas negativas por otras más potenciadoras y gratificantes.

4. Escuchando a nuestros niños y adolescentes sin juzgarlos. Ofreciéndoles respeto y afecto. Dejando de criticarlos, etiquetarlos, compararlos y desvalorizarlos.

5. Aprendiendo a ejercitarnos con Mindfulness, para lograr serenidad y equilibrio emocional.

6. Cambiando la queja por gratitud.

7. Contemplando las nubes, la naturaleza o la simpleza de los detalles.

8. Compartiendo en familia, jugando, orando y creando espacios de disfrute.

9. Practicando el autocuidado, para así poder cuidar de otros.

@Yamilet Pinto
Psicoterapeuta
Coach de vida

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