¿Y si cambio? Ansiedad en adolescentes, una reflexión ¡A tiempo!
Después de la pandemia covid-19, los casos de ansiedad y depresión en adolescentes han ido en aumento.
Aunado a todo lo que pudo representar para ellos el aislamiento, el distanciamiento social, el duelo y los cambios psicoemocionales propios de esa crisis de salud, las diversas situaciones familiares que les tocó vivir a los más jóvenes, en pleno proceso de desarrollo biológico, fisiológico, neurológico y psicoemocional influyeron en el bienestar y salud mental del adolescente.
Sin duda, este crecimiento de casos de ansiedad y depresión ha incidido en el aumento de la tasa de suicidios de esta población en Venezuela, la cual según la ONG Observatorio de Violencia, en su informe del año 2021, el suicidio de adolescentes pasó del tercer al segundo puesto, superando los casos en adultos mayores.
Así mismo, la ONG venezolana Centros Comunitarios de Aprendizajes (Cecodap) refirió en su informe del mismo año, presentado en el año 2022, que la idea suicida estuvo presente en casos por alteración del ánimo y en asuntos relacionados con conflictos familiares.
Esta realidad invita a la reflexión y a una nueva toma de conciencia en el rol de padres y sobre la manera en la que se está gestionando el acompañamiento durante el proceso de desarrollo psicoemocional del adolescente.
Atender las crisis desde su origen
Toda crisis requiere un proceso psicoeducativo, para como padres atender los asuntos y diferencias interpersonales de manera más eficaz y eficiente. No es asertivo descargar en los hijos las frustraciones o carencias emocionales, ni tampoco responsabilidades que competen sólo a los padres y no a los hijos adolescentes.
Muchos adolescentes sienten un peso en sus hombros por querer garantizar la felicidad de sus padres, a quienes no quieren ver sufrir, a quienes quieren complacer y de quienes se sienten responsables.
Incluso, muchos sienten culpa por la situación de infelicidad o frustración de sus padres y por supuesto, eso los hace mucho más vulnerables dentro de su propia conflictiva etapa de desarrollo.
La reflexión comienza por responder preguntas como:
¿Quiénes o cuantos, como padres de adolescentes, se han sentado con ellos para conversar, en un tono conciliador y comprensivo, sobre sus miedos, confusiones, dudas e inquietudes, sin juzgarlos, etiquetarlos o cuestionarlos?
¿Saben los padres que sus hijos temen acercarse a ellos y hacerles saber lo que les pasa o lo que sienten cuando entre ellos existen conflictos y, en su confusión no saben qué hacer o qué decir, para evitar que alguno se sienta excluido de su mundo, sólo porque no piensa u opina igual sobre su otro padre?
¿Pueden entender los padres que mientras más hagan parte a sus hijos de los problemas que les corresponde a ellos resolver, como por ejemplo la infidelidad de alguno de ellos o la separación, más contrariados, confundidos e inquietos se sienten sus hijos, por lo cual es determinante no desahogarse con ninguno de sus menores de edad?
¿De qué manera están los padres acompañando a sus hijos ante las autoexigencias académicas que ellos se trazan, de manera que se puedan sentir más relajados frente a los resultados, sin que eso implique que como padres, están cediendo al control o manejo asertivo de la disciplina, el orden, la responsabilidad y el compromiso?
¿Cómo se han preparado los padres para acompañar a sus hijos en la saturación de información que a través de las redes sociales consumen, sobre sexualidad, estereotipos de belleza, actividad física o alimentación que afecta directamente su autoestima y autovaloracion?
Cada una de estas preguntas ayudarán a descubrir qué es lo que le podría estar pasando al adolescente y actuar con más conciencia frente a la realidad que estén viviendo.
Antes de que colapsen, tomen acción
Ser padre de un adolescente no es tarea fácil, pero sí llegar a ser una experiencia retadora, enriquecedora, transformadora y aleccionadora.
Para cumplir con la tarea de formar en equilibrio emocional, mental y espiritual a los adolescentes, es necesario que los padres cedan a pensar en sus hijos y lo que para ellos es mejor.
Esto parece obvio y estar demás mencionarlo, pero los resultados demuestran que es necesario cambiar algunos aspectos y comenzar a gestionarlos:
· Evitando hacerlos parte del conflicto de separación, es decir, no hablarle mal de su otro padre, por muy herido que se esté, ya que esto afecta su estabilidad emocional.
· Observar las posibles señales de que el adolescente está atravesando un proceso de ansiedad y depresión, tomando en cuenta cambios en la conducta emocional, como por ejemplo la tristeza, el llanto repentino, los cambios en la rutina del sueño o de la alimentación, la agresividad o violencia.
· Entendiendo que se trata de una suma de aspectos que indican que el proceso es largo, por lo que hay que llenarse de extrema paciencia y mantenerse firme frente a la disciplina.
· Descartando Trastorno de Oposición Desafiante (TOD), que conlleva comportamiento desafiante, hostil y desobediente, generalmente dirigido a figuras de autoridad.
· Buscar ayuda psicológica profesional para la familia, de manera que puedan juntos gestionar los cambios que se avecinan.
¡Estamos a tiempo!
Yamilet Pinto
FPV 16.092
@yamiletpinto
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