¿Y si Cambio? Sembrando valores familiares
Sembrar valores en la familia es un compromiso que tenemos los adultos responsables de la crianza y desarrollo psicoemocional, ético, moral y social de los más pequeños y de los más jóvenes de la casa.
Muchos pregonan que los valores se perdieron y que no vale la pena hablar de ellos en estos tiempos, cuando la sociedad experimenta diversos cambios, cuando los jóvenes se expresan de distinta forma y parece que todo está perdido. Sin embargo, esta visión pesimista, negativa y desconsoladora no es del todo cierto. Quizá se nos está pidiendo que revisemos si estamos siendo rígidos, inflexibles e incomprensibles ante los vertiginosos, constantes y agresivos cambios de la sociedad y establecer qué podríamos hacer para conformar una nueva dinámica familiar donde el rescate o replanteamiento de los valores sea la premisa.
Familia saludable base de una sociedad más saludable, humana y feliz
La familia definitivamente, es el lugar ideal para forjar los valores y esta acción comienza por la autorevisión personal de quienes la conformamos, especialmente de la pareja o de los padres, responsables de enseñar modelos saludables de comportamientos y conductas, ya que de éstas dependen los acierto o desaciertos sociales.
Los hijos aprenden de lo que ven y escuchan. No podemos endosarle sólo a la escuela o a la sociedad la violación de valores esenciales de convivencia, como por ejemplo en los casos de bullying o violencia en la escuela, cuando en la casa el ejemplo es de maltrato verbal, emocional o físico. No podemos ignorar el peso que tiene la mentira en la falta de honestidad, cuando el hogar está plegado de infidelidad, fraudes o engaños. No podemos exigir a los hijos empatía, serenidad, comprensión y compasión cuando en el hogar no son escuchados, respetados ni valorados.
Sabemos que no hay familias perfectas, pero en los padres y en los adultos está el ser conscientemente mejores personas cada día. Es posible que, se esté arrastrando patrones que no son los más funcionales, lo cual se refleja en la calidad o debilidad de las relaciones intrafamiliares, sociales, escolares, laborales o de pareja, donde los hermanos no se hablan entre sí, los hijos están resentidos con los padres o la pareja se maltrata mutuamente.
Por otro lado, podrían estar familias donde la pareja resuelve sus asuntos discretamente, sobre la base del respeto y la comunicación efectiva, transmitiendo comprensión y perdón. Así como respeto entre sí y hacia los hijos, enseñándoles modelos de resolución de conflictos y liderazgo personal, determinación, autoconfianza y autoestima positiva.
Una de las principales razones que resquebraja la importancia de los valores y posiblemente es donde y cuando se pierden, es la preocupación centrada sólo en proveer comida, salud, recreación y seguridad, y sin querer, se descuida cultivar el amor, la comprensión, la comunicación efectiva, la alegría, la solidaridad, la empatía, la compasión, el respeto y la humildad en la familia. Esta carencia deja espacios abiertos a las drogas, al alcohol y a los excesos en busca de placer y felicidad en donde no está.
Esta autorevisión no es fácil hacerla, pero es necesaria. Para ellos se necesita autoobservarse sin juicios, de manera consciente y madura, a fin de generar los cambios que sean necesarios. Requiere romper paradigmas, creencias inflexibles y tener autocompasión.
Asumir el reto de cambiar
Los valores se desarrollan cuando cada uno de los miembros de la familia asume la responsabilidad de cumplir su rol, aprendiendo cómo hacerlo, asimilando cambios oportunos, reconociendo las equivocaciones y aprendiendo de ellas, con el único fin de aportar bienestar, felicidad y plenitud a sí mismo y a la familia.
Sin duda cuando se asume este rol y se asimilan los valores familiares, los resultados se verán en cada acción personal y colectiva. La tarea es de todos y comienza por:
· Educar con el ejemplo y la congruencia.
· Sanar heridas que marcaron conductas inflexibles, perfeccionistas y rígidas.
· Cultivar la espiritualidad, de la manera que ésta sea concebida, para que genere bienestar, plenitud, calma, paz y serenidad interior.
· Desarrollar la inteligencia emocional, de manera que posibilite la sana expresión del afecto, el cariño, la confianza, la alegría, el temor, la tristeza y el amor.
· Fortalecer los valores éticos personales, con miras al bienestar personal, sin menoscabar los valores morales, enfocados en el bien social, la solidaridad y empatía con el otro.
· Abrir la mente a los cambios, permitiendo observar y escuchar nuevos planteamientos.
· Escuchar a los hijos, enseñándoles el autorespeto y a tener confianza en sí mismos.
· Incentivar el humanismo a través de la práctica del respeto a las diferencias, la hermandad y la justicia.
· Expresar de manera adecuada pensamientos y emociones, con un lenguaje respetuoso, inclusivo y compasivo, cargado de amor y comprensión.
· Actuar con honradez y sinceridad, deshaciéndose de la doble moral.
· Practicar la humildad, respetando la dignidad humana.
· Enseñar responsabilidad, disciplina, constancia, orden y motivación a través de modelos personales dignos de imitar.
Educar en valores es una tarea titánica, que comienza con el compromiso personal.
¿Te atreverías a cambiar e impulsar un mejor país desde tu metro cuadrado?
Yamiilet Pinto
Psicóloga
@yamiletpinto
yamipinto@gmail.com
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