Opinión

¿Y si cambio? Reprimir las emociones afecta directamente al cuerpo

Obviamente, hay situaciones críticas que sin darnos cuenta nos sumergen en estas somatizaciones inconscientes.
sábado, 02 marzo 2024

Muchas veces he escuchado las personas decir que por años callaron lo que sentían, reprimieron emociones, malestares o incomodidades para no “molestar a los demás”, para “evitar que los llamaran quejosos o negativos” y otros lo hacían o lo hacen todavía para” llevar la fiesta en paz”.

El punto es que el precio de reprimir las emociones lo paga el cuerpo, a través de afecciones complejas, que por lo general no se le da la importancia que tiene, llevando al cuerpo al extremo del colapso.

Si bien es cierto en las enfermedades confluyen diversos factores, el emocional tiene un peso muy importante.

Estudios científicos lo han demostrado, pero aún no tomamos conciencia de eso.

Usamos el trabajo como un escape para evadir las emociones y trabajamos hasta el agotamiento, muchas veces no comemos adecuadamente, porque “no tenemos tiempo o porque no podemos parar”, no atendemos a la familia, los hijos o la pareja porque necesitamos “atender las necesidades de la familia”, paradójico ¿no?, porque resulta que los hijos van acumulando resentimientos y sensaciones de abandono, mientras “hacemos todo por ellos”; y como no basta con nuestros propios problemas y compromisos, asumimos batallas de otros, resolviendo o pretendiendo resolver la vida de los demás, sin poder resolver los nuestros, duplicando la carga.

Somatizamos lo que callamos

¿Quién no ha escuchado la frase “Lo que callas el cuerpo lo grita”? Detrás de cada silencio hay una sobrecarga de estrés que se va acumulando en nuestro organismo, afectando nuestra salud mental, física, emocional y espiritual.

Cuando se ha mantenido un estado de estrés sostenido en el tiempo, bien por una difícil situación económica, por la enfermedad de algún familiar que requiera cuidados, el propio padecimiento de alguna enfermedad, una relación tóxica de pareja o ser el “bombero” que apaga todos los fuegos que surgen en el entorno (familiar, laboral o social) las consecuencias se ven en los síntomas del cuerpo.

Es lo que se denomina somatización del estrés, el cual, desde el punto de vista psicológico, se define como “un mecanismo de defensa inconsciente mediante el cual una persona sin proponérselo, convierte el malestar emocional en un síntoma físico, desviando así la atención del conflicto psicológico que le genera ansiedad “. (Revista Especializada Med. Universidad Militar Nueva Granada, Colombia).

Es importante destacar el hecho de que es inconsciente, lo cual significa que la persona no produce el síntoma de manera voluntaria, no lo hace porque quiere, no lo hace por manipular ni buscando beneficios con eso.

Muchos, ante las críticas que reciben, manifiestan que “no quieren estar enfermos”, por lo que es determinante conocer qué es lo que les pasa, para que comiencen a buscar la ayuda que necesitan y darse cuenta que efectivamente cada síntoma le está enviando un mensaje de alerta.

Obviamente, hay situaciones críticas que sin darnos cuenta nos sumergen en estas somatizaciones inconscientes, tales como:

· La pérdida de un familiar, cuyo duelo es inminente, pero que algunos por evitar hacer contacto con el dolor, por “no dar lástima”, o por no parecer débiles, se embarcan en una lucha de poder interno, que se reviste de un traje de hierro, con el cual “cubren” su verdadero sentir y se “protegen” de ser vistos como vulnerables.

· Mantenerse por largo tiempo en una relación tóxica, donde privan los celos, la desconfianza, el maltrato emocional, físico o mental lo cual deteriora la estabilidad emocional y física de cualquier persona.

· Batallar en silencio con cargas familiares, económicas, laborales que sobrepasan las propias capacidades y dificultan la posibilidad de decir que NO por miedo al qué dirán o evitar ser percibidas como malas personas.

· Aplazar permanentemente el logro de metas propias para complacer a los demás o evitar conflictos por diferencias.

La mayoría de estas sobrecargas son inconscientes, se toman por temor al rechazo, al desamor, al abandono, al cuestionamiento, al juicio, a la crítica y a ser calificados como “malas personas”, “mala madre, malos hijos, malos hermanos o mala esposa”.

Todo este silencio termina expresándose a través del cuerpo en forma de: migrañas, cefaleas, contracturas musculares, dolor abdominal, estreñimiento, vómitos, náuseas, neuropatías periféricas, hormigueos, adormecimiento de las manos o pies, dolor articular, cuadros hipertensivos, vértigo, debilidad, insomnio, trastorno depresivo o de pánico, entre otros síntomas.

Hablar como parte del proceso de sanación

Ante cuadros como los descritos es imperativo hacerse consciente de lo que está pasando. En principio requiere comprender que los síntomas no son neutros, que son indicativos de que algo está pasando y que psicológicamente se necesita acompañamiento profesional para:

· Lograr el “Darse cuenta”, paso inicial del proceso de sanación.

· Alcanzar la asertividad necesaria para expresar las emociones de manera oportuna, aprendiendo a decir No, antes de colapsar mental y físicamente.

· Lograr paz mental, a través de la práctica de Mindfulness en procesos de Terapia Cognitivo Conductual.

· Concientizar la respiración y las sensaciones corporales.

· Tomar conciencia de los pensamientos y cómo transformarlos.

· Aumentar la energía corporal, con ejercicios físicos.

· Aumentar niveles de autocompasión y amor propio.

El cuerpo tiene su idioma y si nos mantenemos en conexión consciente con él, aprenderemos a entenderlo, escucharlo y atenderlo oportunamente con amabilidad y gentileza, ¡Se lo merece!e!

Psicóloga YamiletPinto

@yamiletpinto

PsicólogaFPV-16092

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