¿Y si cambio? ¿Los adolescentes de verdad odian a los padres?
Muchos adolescentes dicen odiar a sus padres, que no los soportan, que no los quieren volver a ver, que son lo peor del mundo o cualquier otra expresión que transmita desprecio, rechazo o separación.
Pero, ¿Son ciertos esos sentimientos? ¿Es verdad que los odian o lo que realmente está ocurriendo es que se sienten resentidos, heridos, incomprendidos y como aún no cuentan con las habilidades para expresar asertivamente lo que sienten, dicen lo primero que viene a su boca?
Obviamente, este tipo de expresiones lastiman a los padres, ¿Quienes se sienten desplazados y se preguntan ¿Qué hice mal? ¿Estará enfermo mi hijo (a)? ¿Qué puedo hacer para manejar esta situación y no maltratarlo o juzgarlo?
Este es un tema que necesita de mucha psicoeducación, para disminuir los niveles de conflictividad en el hogar, producto de conductas disruptivas de los adolescentes y respuestas desadaptativas de los padres.
Se necesita conversar en casa, en familia y atender el tema abierta y conscientemente, teniendo en cuenta que es el adulto, basado en su inteligencia emocional, quien mantendrá la calma, firmeza, asertividad, respeto y amor para orientar el proceso de desarrollo psicoemocional del adolescente y evitar a toda costa, convertirse en un sermoneador, que grita, se altera, regaña, ofende y hasta agrede físicamente.
En casa las normas y reglas las colocan los padres
Por más que los padres comprendan el proceso, las emociones son inevitables. Por lo general, la tristeza, la frustración, la culpa y en ocasiones la rabia dominan la escena de desprecio, rechazo y alejamiento de los adolescentes.
Ambas generaciones viven un profundo duelo. Los padres sienten que han perdido a su hijo, quien ahora prefiere estar y compartir con sus pares; y los hijos sienten que han perdido al padre amoroso y cariñoso, conviviendo ahora con alguien que no le comprende y le prohíbe compartir con sus amigos o disfrutar de sus hobbies.
La clave está en hacerles entender que en casa quien coloca las reglas y normas son los padres quienes, por ser adultos, se espera sean responsables, conscientes e inteligentes emocionalmente para transitar este profundo proceso de cambios y no caer ni en el maltrato ni en la falta de límites o reglas.
Ambos extremos son perjudiciales para la convivencia familiar.
Importante tener en cuenta que el adolescente necesita reglas claras, mensajes concisos, no ambiguos, de manera que no haya espacio para la duda y la confusión, que entienda que las conductas y acciones tienen consecuencias por lo cual los padres necesitan ponerse de acuerdo antes de girar una instrucción o un mandato al adolescente.
Cuando no se han delimitado específicamente las conductas o acciones, el adolescente, quien aún está desarrollando su control inhibitorio, su capacidad de tomar decisiones, su nivel de razonamiento y que no cuenta con las habilidades necesarias para transitar la frustración que siente al colocarle reglas y límites en el uso del teléfono, permisos a pijamadas, viajes o juegos, opta por hacer su voluntad y reacciona impulsivamente, no mide consecuencias porque su prioridad es gozar de libertad, autonomía e independencia.
Un problema muy común se presenta cuando se trata de padres separados, que aun no han resuelto sus diferencias y las consecuencias las sufren los niños y adolescentes, ya que al no comunicarse asertivamente, terminan girando instrucciones o fijando reglas confusas o involucrándolos en sus conflictos, obligándolos a tomar partido por uno de los dos y hasta los culpan por preferir a alguno de ellos.
Un crecimiento consciente como padres
No podemos abandonar a su suerte a los adolescentes y tomarnos personal sus “ataques” y reaccionar como si fuéramos un adolescente más. Necesitamos tomar conciencia que influimos, queramos o no, en su conducta. Al no confiar en ellos, dejan de confiar en nosotros también, por lo tanto:
· Revisa si los niveles de estrés están haciendo que respondas inmediatamente, sin medir el impacto de lo que hagas o digas.
· Evita a toda costa decir frases o palabras que hieran a tu hijo, tales como: “Me cuestas demasiado y soy sola para todo”. “Tu papá se fue, no ayuda en nada y tu queriéndolo tanto” “Cállate, hablas demasiado” “Eres una decepción” “Tu primo es mejor que tú, más inteligente, menos bruto y se viste mejor”
· Busca la comprensión de las conductas disruptivas e indaga las razones de la conducta: “¿Qué pasó, dame tu versión? ¿Cómo podrías haberlo manejado de forma diferente?
· Enséñale a tu hijo que los problemas tienen solución y que las conductas traen consecuencias de las cuales hay que hacerse cargo.
· Mantén firme el límite o la regla ya definida.
· Hazte consciente del lenguaje verbal y no verbal al comunicarte con tu hijo, al final, no es sólo lo que dices, sino cómo lo dices.
· Hazle saber a tu hijo que los asuntos entre su padre (madre) y tú, son asuntos de ustedes y que se harán cargo de resolverlos.
· Busca ayuda profesional. No nacimos con un manual debajo del brazo, tomar la decisión responsable de buscar ayuda profesional marcará una gran diferencia en el manejo de los conflictos con los hijos adolescentes.
Detrás de un “Te odio” mamá está un grito desesperado de petición de amor: ¡Escúchalo!
Yamilet Pinto
@yamiletpinto
Psicóloga
FPV-16092
yamipinto@gmail.com
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