¿Y si cambio? La delgada línea entre asumir los problemas de los demás y la empatía
Sabemos que la empatía es la capacidad de entender a los demás, las situaciones por las que atraviesa, sus sentimientos y emociones, aunque puedan verse de maneras distintas ese entendimiento hace que la otra persona se sienta apoyada y acompañada en su proceso.
Por eso, muchas veces escuchamos decir que ser empático es “ponerse en los zapatos del otro”, aunque tenga el pie más pequeño o más grande, más ancho o más delgado y aunque el modelo de zapato sea diferente.
Por otro lado, asumir los problemas de los demás y querer solucionarlos, implica en muchas ocasiones, inmiscuirse en gran medida en lo que está pasando, incluso se podría llegar a tomar decisiones que sólo corresponden tomar a la otra persona y todo sólo por “ayudarlo” en su situación, pero ¿cuánta necesidad de control podría estar manifestándose en esa conducta? ¿Cuánto desgaste emocional podría existir por el estrés que provoca querer resolver algo que no nos corresponde y sobre todo que no está en nuestras manos? ¿cuánto estamos subestimando al otro, en su propia capacidad de hacerse cargo de sus proyectos y conflictos? Y algo muy importante ¿Quién resuelve nuestros propios problemas si estamos resolviendo los problemas de otros? ¿será que estamos confundiendo empatía con hiperempatía?
La Hiperempatía, sobrepasa los límites de la empatía. La persona no sólo entiende el dolor del otro, sino que se abruma e hipersensibiliza por las situaciones, sentimientos y emociones de los demás.
Es una excesiva empatía que conlleva experimentar el dolor y el sufrimiento de los demás como propios. Esto sin duda causa un agotamiento, un agobio y un cansancio, mental y emocional conocido como Desgaste por Empatía o Fatiga por Compasión, término acuñado en 1995 por el psicólogo Charles Figley.
El límite entre empatía e inmiscuirse en los problemas de los demás
Socioculturalmente, las mujeres han sido entrenadas para ser empáticas o sensibles frente a los problemas de los demás, llegando a sufrir tanto como sufre el otro y en muchas ocasiones traspasando los límites, llegando a querer controlar y solucionar la vida de los demás.
De allí que pretendan convertirse en mujeres salvadoras, bomberas o solucionadoras de problemas, tanto de los hijos, hermanos, padres y hasta de la pareja, sin tomar en cuenta las consecuencias que esto podría traer a su salud mental, emocional y física:
· Elevados niveles de frustración y dolor al querer resolver los problemas de los demás y no poder lograrlo y peor aún, sin poder encargase de sus propios problemas, lo cual impacta su vida en diversas áreas
· Desesperación y angustia al ver pasar el tiempo y no ver el resultado esperado, diciéndose a sí mismas, en medio del llanto y la tristeza: “No sé qué hacer para que resuelva lo que le pasa, para que no sufra”. “No puedo verla así. Me parte el corazón y me desespero”.
· Crisis de ansiedad, caracterizadas por temblor en el cuerpo, taquicardia, miedo irracional, insomnio, hiperventilación, temor a la muerte, alteración del estado de ánimo y del apetito, irritabilidad y desmotivación.
· Conflictos con su entorno más inmediato por la atención exagerada en la resolución de los asuntos ajenos al hogar.
· Acumulación de resentimientos debido a las diversas reacciones que pueda tener el afectado, al percibir que le quieren resolver asuntos que sólo a ella le corresponde gestionar.
· Cansancio, agotamiento, baja concentración y agobio.
Ruta a la felicidad
La ruta para el bienestar y la felicidad comienza a recorrer cuando se toma conciencia de los pasos que se tienen que dar para que haya un despertar y un equilibrio entre la empatía y la fluidez. Los pasos a seguir incluyen:
1. Entender que, aunque suene duro: No puedes solucionar todos los problemas de la gente que amas. Por lo tanto, es necesario transformar esa manera de pensar y ayudar al otro sin que haya intromisiones en su vida, sin desgastar la tuya y en busca del mayor bienestar para ambos.
2. Escuchar empáticamente el desahogo de quien tiene el problema. Quizá eso es lo único que necesita la otra persona, desahogarse, sentirse escuchada y comprendida. Cuando escuchas empáticamente, escuchas de verdad, no pretendes encontrar la solución mientras escuchas ni buscas dar consejos.
3. Aceptar que ayudar no significa resolver el problema. Ayudar puede ser también confiar en las habilidades y potencialidades del otro. Cuando pretendes resolver sus asuntos, lo más probable es que la otra persona piense que no crees que ella sea capaz de resolver sus asuntos. Así que confía.
4. Indagar qué hay detrás de este Síndrome de salvadora o del Desgaste por empatía, muchas veces estas conductas esconden una necesidad de ser querida, aceptada o reconocida.
5. Evitar las distracciones que te impiden dedicarte a tus propios asuntos.
6. Sanar la creencia sobre culpas y egoísmo que se tiene cuando alguien se dedica a resolver sus problemas.
Definitivamente, hacerse cargo de los propios problemas y ayudar a otros, confiando en su capacidad de resolver los suyos, es la mejor forma de mantenerse en la frontera entre la empatía y asumir los problemas de otros como propios. ¿Qué opinas?
Psicóloga Yamilet Pinto
@yamiletpinto
PsicólogaFPV-16092
yamipinto@gmail.com
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