¿Y si Cambio? Depresión en adolescentes, una realidad en luz amarilla
El desarrollo y crecimiento de los adolescentes conlleva diversos cambios biológicos, cognitivos, sociales y psicoemocionales propios de esta etapa de transición y que, de alguna manera, son considerados “normales”, en virtud de lo cual, muchos padres o representantes bajan la guardia ante algunas señales de alarma que indican que además de las expresiones propias del proceso de adaptación, también podría tratarse de una depresión que requiere ser atendida.
Las manifestaciones más comunes en este trance son: la reactividad e impulsividad emocional que, por lo general, terminan en conflictos o agresiones; una marcada susceptibilidad a lo que digan sus pares, que muy frecuentemente los sumerge en crisis emocionales, baja autoestima y una percepción negativa de sí mismos. Muchas de estas crisis son ocasionadas por cambios hormonales y neurobiológicos; así como por factores ambientales, donde la familia tiene un papel determinante.
Uno de los casos que afectan significativamente el desarrollo psicoemocional del adolescente es el divorcio de sus padres, cuando no han podido canalizar adecuadamente este proceso doloroso para sus hijos.
Muchos son los casos en los cuales los adolescentes sufren por el abandono o rechazo de alguno de ellos, por las expresiones negativas que uno le hace sobre el otro, por el incumplimiento de promesas o por la conducta negativa de la nueva pareja del progenitor o progenitora, lo cual agudiza el cuadro de inestabilidad psicoemocional que está atravesando el adolescente y que sin duda podría desembocar en un Trastorno Depresivo Mayor.
Señales de alarma
Conocer las señales que encienden las alarmas de alertidad, permite tomar acciones oportunas. El Trastorno Depresivo Mayor (TDM), toma dos formas comunes:
Depresión Mayor y Trastorno Distímico.
Nos detendremos en el TDM, el cual según el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría, Quinta Edición (DSM-5), se caracteriza por uno o más episodios depresivos mayores, con al menos 2 semanas de estado de ánimo depresivo o pérdida de interés acompañados por al menos otros cuatro síntomas de depresión.
Mientras que el Trastorno Distímico se caracteriza por al menos 2 años en los que ha habido más días con estado de ánimo depresivo que sin él, acompañado de otros síntomas depresivos que no cumplen los criterios para un episodio depresivo mayor.
Las señales de alerta son:
1. Estado de ánimo deprimido o una pérdida de interés o placer en casi todas las actividades. Se manifiesta como un estado de ánimo triste, desesperanzado, desanimado o con aislamiento social. En algunos casos, principalmente al principio, podría negarse la tristeza, pero luego suele ser expresarla a través del llanto o a través de la somatización del síntoma, como por ejemplo molestias o dolores físicos. Otros muestran alta irritabilidad, como ira persistente, tendencia a responder a los acontecimientos con arranques de ira o insultando a los demás, o sentimiento exagerado de frustración por cosas sin importancia. En los niños y los adolescentes, más que un estado de ánimo triste o desanimado, puede presentarse un estado de ánimo irritable o inestable. Esta forma de presentación debe diferenciarse del patrón de «niño mimado» o de que esté manipulando.
2. Cambios de apetito o peso.
3. Alteración del sueño, el cual puede tomar forma de Insomnio o Hipersomnia. En el caso del Insomnio, puede ser: medio (despertarse durante la noche y tener problemas para volver a dormir); Insomnio tardío (despertarse demasiado pronto y no poder volver a dormir); Insomnio inicial (problemas para conciliar el sueño). En el caso de la Hipersomnia o exceso de sueño, el cual es menos frecuente, se presenta en forma de episodios de sueño prolongado nocturno o de aumento del sueño diurno.
4. La actividad psicomotora se ve afectada en forma de agitación o enlentecimiento. Cuando hay agitación, se presenta incapacidad para permanecer sentado, paseos, frotarse las manos y pellizcar o arrugar la piel, la ropa o algún objeto. En el caso de enlentecimiento, éste se evidencia en el lenguaje, los pensamientos y movimientos corporales; bajo volumen de la voz, menos inflexiones, cantidad o variedad de contenido, o silencio.
5. Falta de energía, cansancio y fatiga sin hacer ejercicio físico. En estos casos, el menor trabajo parece requerir un gran esfuerzo, lo cual afecta la efectividad en las tareas.
6. Sentimientos de infravaloración o culpa hasta por pequeños errores.
7. Dificultad para pensar, concentrarse o tomar decisiones. En los niños, la caída repentina de los resultados en las notas puede ser un reflejo de la falta de concentración.
8. Pensamientos recurrentes de muerte o ideación, planes o intentos suicidas. Son muy frecuentes en estos estados depresivos y hay que escucharlos y tomarlos en cuenta.
Estas ideas varían desde la creencia consistente en que los demás estarían mejor si muriese hasta los pensamientos transitorios, pero recurrentes, sobre el hecho de suicidarse, o los auténticos planes específicos sobre cómo cometer el suicidio.
La frecuencia, intensidad y letalidad de estas ideas pueden ser muy variables. Todavía no se puede predecir con exactitud cuándo o en qué momento alguien deprimido va a intentar el suicidio, pero sí que los motivos para hacerlo pueden incluir el deseo de rendirse ante lo que es percibido como obstáculos insalvables o un intenso deseo de acabar con un estado emocional enormemente doloroso, que es percibido como interminable.
@Yamilet Pinto
Psicoterapeuta
Coach de vida
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