¿Y si Cambio? Soltemos la autoviolencia, ya no sirve
Me impresiona ver la capacidad que tenemos para autoagredirnos mental, emocional y en físicamente.
Comenzamos por los juicios propios, la autocrítica, las creencias negativas sobre nuestras habilidades y capacidades, la desconfianza, la culpa y la inseguridad en nosotros mismos acaban con nuestra autoestima y nos hacen creer que somos inadecuados.
Seguimos con provocarnos heridas cortantes y daños, nos llenamos de culpas, resentimientos y llegamos hasta rechazar nuestra imagen, nuestro cabello, nuestros pies, nuestras manos, en fin, creamos una autoimagen distorsionada de quienes somos que nos lleva al autodesprecio y a la desvalorización.
Quizá esa forma de autopercibirnos alguna vez nos sirvió para algo, como por ejemplo para conseguir atención, protección y afecto externo.
El tiempo y las experiencias nos van demostrando que esa actitud y comportamiento, convertidos en estrategia mental, ya no nos sirve para resguardarnos de nuestra vulnerabilidad.
Sin darnos cuenta transmitimos esa autopercepción negativa a las demás personas, pareja, familia, hijos, compañeros de trabajo y amigos. Proyectamos esa energía y despertamos reacciones que van en contra de nosotros y de nuestra estabilidad emocional, proyectamos falta de afecto y baja autoestima.
Muchas veces esa conducta desemboca en apegos y codependencias emocionales que bloquean la acción potenciadora y resiliente que nuestra mente creativa genera para nosotros.
Son nuestras creencias y patrones limitantes las que nos impiden gozar de una vida plena de bienestar y felicidad. Llegó el tiempo de reflexionar, despertar y darnos cuenta que somos mucho más que nuestras creencias y autopercepciones erradas.
Somos mucho más que pensamientos y acciones limitantes. Estamos más allá de la experiencia física. Nuestra esencia divina o espiritual sobrepasa cualquier creencia que nos hayan sembrado en la infancia.
Es tiempo de cambiar, dejar de autoagredirnos y amarnos tal cual somos, despertando la conciencia de la autoaceptación, autoreconocimiento y transformación personal. Es una decisión y sólo nosotros podemos tomarla.
La autoviolencia y sus tipos
La autoviolencia, como mecanismo de autodestrucción, tiene distintas formas de manifestación.
Alborch Carmen, estudiosa de los derechos de la mujer, afirmaba que la autoviolencia puede ser física o psicoemocional.
La Autoviolencia Física, es aquella que manifestamos al no saber cuidarnos, entregarnos al trabajo de manera desmedida, sin cuidar nuestra salud y bienestar, ignorando las señales de agotamiento, agobio, cansancio y fatiga que nos da nuestro cuerpo.
Así como la tendencia a las adicciones, como el alcohol, los cigarrillos o las drogas. El cuerpo, al verse sometido a estos excesos y descuidos, se deteriora y enferma.
La autoviolencia psicoemocional, es tan dañina o más que la física. La expresamos a través de la postergación o procrastinación crónica de la satisfacción de nuestras necesidades, metas, sueños u objetivos.
Ignoramos nuestras prioridades, mantenemos relaciones afectivas dolorosas, dañinas, tóxicas o denigrantes. La carencia de inteligencia emocional y la evidente falta de manejo de emociones como la rabia, el odio, el deseo de venganza, el rencor y la ira nos hace daño directamente a nosotros mismos y al reaccionar inadecuadamente con los demás afectamos nuestro entorno familiar y laboral, creando un ambiente de amargura, molestia, insatisfacción y frustración.
Quienes están a nuestro alrededor comienzan a percibirnos como personas amargadas (os), molestas e infelices. Independientemente del tipo de autoviolencia que nos apliquemos, éstas representan negación y autoexclusión, maltrato y daño emocional, una percepción o creencia de estar separados de nuestra Fuente Divina de Amor Puro, es decir de Dios.
Despertar la conciencia del Amor Incondicional nos llevará a sanar las heridas del pasado, vivir un presente consciente para crear un futuro lleno de felicidad y bienestar.
Conectando con nuestra esencia y felicidad
Cuando despertamos a la conciencia de nuestra verdadera identidad, dejamos de sentirnos separados de Dios y de su amor.
Empezamos a ver el mundo de manera distinta, nos damos cuenta de aquellas creencias que nos han sembrado en la infancia, como por ejemplo “siempre te equivocas, nada haces bien”, “muchacha (o) bruta (o) no sabes hacer nada, eres una desgracia, una inútil”, “eres como tu mamá, haciendo las cosas siempre mal”.
Estas y otras afirmaciones frecuentemente repetidas en la infancia por nuestros padres, abuelos o tíos quedan almacenadas en nuestra mente subconsciente y limitan nuestra paz interior y bienestar psicoemocional.
La buena noticia es que hacernos conscientes de esas creencias o pensamientos, es una muestra de nuestro deseo de sanar. El alma busca su verdadero propósito y camino y te aseguro que lo encuentra. Si te ves identificada (o) en estas palabras:
1. Acepta tu necesidad de reconocimiento externo y comienza por ofrecerte todo el autorreconocimiento que mereces. Haz una lista con las 10 cosas que haces mejor. Felicítate por ellas. Y Dite a ti misma “Acepto mi necesidad de reconocimiento. Me reconozco y acepto tal cual soy.
2. Psicoedúcate. Investiga, pregunta, busca ayuda y déjate ayudar con un profesional del área.
3. Cultiva la gratitud por las bendiciones que tienes en tu vida.
4. Sé solidaria, amable, asertiva y empática contigo misma como lo harías con tu mejor amiga.
5. Empodérate y construye un poder interior que te permita ser resiliente, optimista y autoeficaz.
¡Puedes salir de la autodestrucción y autoviolencia, decídete hoy!
Yamilet Pinto
Psicoterapeuta/Life Coach
@yamiletpinto
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