¿Y si Cambio? Perdonarse a sí mismo es sanador
Muchos de nosotros guardamos profundos resentimientos por viejas y profundas heridas del pasado. También guardamos culpas secretas que corroen nuestro espíritu y lo lastiman. Ambas emociones, resentimientos y culpas, nos causan un profundo dolor interior y nos impide ser feliz.
Por lo general cuando se piensa en el perdón, inmediatamente se nos viene a la mente personas externas que desde nuestra perspectiva nos han hecho daño o causado profundas heridas y es posible que eso sea así. Sin embargo, aunque culpamos a esas personas y no le perdonamos, con quien somos más implacables es con nosotros mismos.
Buscar dentro de nosotros
La mayoría de las veces buscamos culpables afuera, los encontramos en nuestra familia, nuestras relaciones, nuestro trabajo o amigos; y si bien es cierto que es de las personas más queridas de quienes sufrimos las mayores heridas, también es cierto que con quien somos más implacables es con nosotros mismos.
Vivimos pendiente de no equivocarnos, de hacer las cosas perfectas, sin errores, queremos evitar que nos critiquen o que nos juzguen, entonces nos hacemos esclavos del qué dirán y de la perfección; y si “osáramos” equivocarnos, sufrimos horriblemente, nos castigamos, nos juzgamos y creamos una cárcel en nuestra mente, donde somos el carcelero y el prisionero al mismo tiempo, dando origen a un conflicto interno que origina sufrimiento y dolor.
Creamos una dinámica donde el carcelero cuida que el prisionero no huya, por lo que se mantiene vigilante y sigiloso. No duerme ni descansa para evitar que el prisionero se le escape. Lo castiga recordándole una y otra vez los errores cometidos, con el fin de que no se le olvide y sepa por qué está preso; mientras tanto, el prisionero, trata de huir del carcelero y se mantiene buscando constantemente, estrategias y formas nuevas de escape, pero el carcelero lo pilla y neutraliza toda nueva idea que le aparezca y le imprime un mayor castigo, llegando a maltratarlo física y emocionalmente. Este es el día a día del carcelero y el prisionero conviviendo en la misma cárcel. Este círculo vicioso termina con la libertad del preso y de ésta depende la libertad de los dos. La llave de esa prisión es el perdón.
Comprender, clave para acceder al perdón
Nuestra vida está llena de aciertos y desaciertos. Estos últimos nos hacen sufrir mucho, pero, ¿Cuándo nos damos cuenta que son desaciertos? ¿Cuándo notamos que nos hemos equivocado? Indudablemente que, en la mayoría de los casos, esto sucede después que hemos accionado. Incluso a veces decimos “Si hubiese tenido idea de que esto iba a generar estas consecuencias no hubiese accionado de esa manera” “Quisiera retroceder el tiempo y hacerlo diferente”, sólo que eso no es posible, simplemente, porque ya ocurrió, ya pasó. Ahora comienza un proceso de comprensión y deshacimiento de la culpa. La comprensión es el antídoto para este veneno de dolor.
¿Qué pasaría si pudieras retroceder el tiempo y sin saber que era un error, qué harías? Si la respuesta es “haría lo mismo”, entonces has comprendido que fue lo que pasó y el camino al perdón estará más libre.
Es importante comprender que detrás de toda conducta hay una emoción y un pensamiento que lo motiva, el punto es, sin ánimo de justificar, encontrar qué fue eso que impulsó tal acción y sin juicio, darnos cuenta que en ese momento accionamos según lo que creímos era lo que debíamos hacer. Allí está la mayor enseñanza de nuestros errores.
El “Darse Cuenta” es lo que nos permitirá acceder a la comprensión que necesitamos para despertar la compasión y entender que esa experiencia nos deja una transformación más profunda de lo que cualquiera pudiera imaginar. ¿Era ese el camino que queríamos recorrer? Seguramente no, pero es el que transitamos, aceptarlo con sabiduría nos permitirá sanar más rápido.
Sanar es liberador
Dice Un Curso de Milagros “sólo los que se acusan a sí mismos pueden condenar” (p.734). De manera que necesitamos sanar nuestra mente, pues es allí donde se pueden generar los cambios. Es cambiando nuestros pensamientos y nuestra percepción de separación del amor de Dios como podemos comenzar a contemplarnos inocentes, como realmente somos en nuestra esencia. Esa es la verdad de nuestro Ser. Dejemos de ser el carcelero y ofrezcamos la libertad al prisionero. Si queremos la paz, podríamos responder ¿Cuán dispuestos estamos a perdonar? ¿Hasta qué punto deseamos la paz en lugar de los conflictos, el sufrimiento y el dolor? Digamos sí al amor de Dios, tengamos compasión hacia nosotros mismos y dejemos ir, soltemos y cedamos a la invitación de volver al amor, volver al hogar, volver a nuestra esencia.
yamipinto@gmail.com
Psicoterapeuta/Life Coach
@yamiletpinto
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