¿Y si Cambio? ¡El amor disipa el miedo, como la luz a la oscuridad!
La situación de pandemia que estamos viviendo a nivel mundial despierta emociones en nuestro interior como el miedo, la ira y la tristeza, las cuales tienen desencadenantes que afectan nuestra psiquis, nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
De allí que, eventualmente, tengamos la percepción de que hemos caído en un limbo oscuro y tenebroso donde no se percibe la luz del amor ni del gozo. Se requiere un despertar de conciencia que nos haga ver cuán integrales somos.
Requerimos de una nueva experiencia. Aquella que nos permita percibir nuestra verdadera identidad. Fuimos creados a “imagen y semejanza de Dios” quien, al ser amor, eso es lo que también somos nosotros. No nos dejemos engañar por lo que otros digan de nosotros.
Hay una luz que brilla dentro de nuestro interior que la obscuridad del egoísmo nubló, pero que no es real. Nos hicieron creer que somos culpables, pecadores y malos. Esa percepción tergiversada de quienes somos hizo que nos percibiéramos como no apropiados, como si algo malo hubiera en nosotros.
Caímos en una dinámica de culpa y castigo que nos causó y nos causa dolor, además de hacernos sentir no merecedores de las bendiciones, el amor y la Gracia de Dios. Es imperativo y determinante despertar y darnos cuenta que no hay nada malo en nosotros. Que esa oscuridad que nos impide ver la luz es momentánea, temporal y finita; que nosotros somos esa luz que Dios llenó de inteligencia, sabiduría e inocencia.
Que su Amor es eterno y trae consigo la felicidad que creímos no existía y, menos en medio de esta pandemia. No dejemos que esa mentira siga ocupando nuestra mente. Quitémosle realidad y veracidad y comenzaremos una nueva vida.
Salir de la obscuridad es salir del miedo
No podemos seguir atrapados en lo que no es verdad y la obscuridad forma parte de esa irrealidad, aunque nuestra mente se lo haya creído. Eso ya no importa. No sigamos haciéndonos juicios y reproches por el tiempo que estuvimos en la oscuridad y en el miedo. Estamos despertando. De eso no cabe la menor duda.
Está comenzando un cambio de percepción, estamos sustituyendo viejas creencias y paradigmas por lo único que es Verdad: la paz, la dicha y la felicidad. Es así como desvaneceremos todas las ilusiones que hemos albergado con respecto al miedo y hacia nosotros mismos. Comenzamos la reconciliación con nosotros mismos.
Con lo bueno, santo y bonito que hay en nuestro Ser. Estamos aprendiendo que ése es el camino de la liberación, el perdón y el amor. Esa reconciliación nos permite dejar de creer que hay algo malo en nuestro corazón y en nuestra mente y que necesitamos ser castigados.
Nos lleva a experimentar la libertad de nuestro Espíritu, apartando ese pensamiento tan absurdo que nos hizo creer que Dios, nuestro Padre quiere que suframos y nos mantengamos ciegos ante su Verdad, que es ese espacio donde habita su Luz y su Amor.
Salir de la obscuridad es posible, tan solo requiere llevar la Luz de la Verdad. Esa que no oculta nada, porque no hay nada que ocultar. Esa que nos confirma que somos hijos de Dios y como tal, fuimos creados a su imagen y semejanza. Esa que nos permite sentir la paz, la gracia y la gloria de sus bendiciones en nuestra vida. Es posible que las experiencias del pasado nos hayan hecho creer que el mal nos acecha.
Sin embargo, hagamos una pausa y reflexionemos, seguramente nos daremos cuenta que en esos momentos nuestra mente, muy posiblemente, haya estado sumergida en la duda, en la desconfianza o en el miedo y por esa razón hayamos actuado haciendo algo que no nos daba paz y que por razones que nuestra mente creyó accedimos ante algo que de antemano sabíamos que era incorrecto, porque no nos daba paz, y por eso nos sentimos culpables y desdichados.
Hoy, cuando podemos darnos cuenta de esto, despertamos y podemos elegir de nuevo, sin dudar que seremos guiados hacia donde nos espera la felicidad que nos merecemos. Allí ni el miedo ni la obscuridad tienen lugar, la Luz de nuestro Ser los desvaneció.
El Amor disipa al miedo
La raíz de todo nuestro sufrimiento es sentirnos separados de Dios. ¿Cómo podríamos sentirnos sus hijos amados con tal creencia? ¿Cómo podríamos sentirnos merecedores del amor, de la riqueza, de la prosperidad, de la salud, de la dicha, la paz y la felicidad si creemos que no somos parte de Él? ¿Podría querer un Padre que ama a sus hijos desear que fueran infelices? Sólo una mente limitada podría pensar que un Padre quiere esto para sus hijos.
El Amor de un Padre es ilimitado, más el Amor de Dios. Ahora entendemos que aquello de lo que damos fe demuestra nuestras creencias y, entonces, volvemos a elegir de nuevo. Decidimos ahora, despiertos en el Amor de Dios, dar testimonio de nuestra fe, comenzando a vivir una vida de plenitud, porque sí, porque nos la merecemos, porque Dios nos la regaló y su amor y el nuestro es Uno.
Hoy nos abrimos a corregir nuestra mente de todos los errores que creyó. Corregimos la carencia de amor, la pobreza de espíritu, los juicios, la enfermedad, la separación y empezamos un nuevo camino. Reconociendo que la mente que sirve al Espíritu es invulnerable y que sólo la mente humana es vulnerable.
¡Vamos a recuperar nuestra esencia! Y con ella nuestra fortaleza espiritual, base de nuestra paz y plenitud. Aceptamos la Verdad que es siempre abundante. Aceptamos el Amor de Dios y comenzamos a percibir un Dios que nos ofrece todo lo que necesitamos y más. Que nos dio todo cuando fuimos creados, exactamente como se les dio a todos los demás. Y por fin podemos substituir el vacío que el miedo engendra por el perdón, es decir por el Amor Incondicional de Dios, quien al ser Amor es también felicidad.
¡Así el amor disipa el miedo y la luz a la oscuridad!
Yamilet Pinto
Psicoterapeuta/Life Coach
@yamiletpinto
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