¿Y si Cambio? ¡Alto a las comparaciones!
¿A quién le gusta que lo comparen con otros? De seguro a ninguno de ustedes le agrada las comparaciones. No importa si esa comparación es positiva y mucho menos si es negativa.
Y aunque nos desagrada, pareciera se nos olvida e inconsciente o conscientemente tendemos a ellas, con el argumento de que así enseñamos al comparado cómo hacerlo mejor, olvidando que cada ser es único e irrepetible.
¿A cuántos de nosotros cuando niños, nos compararon con el hermano mayor, la hija de la comadre, los primos o los vecinos? ¿A cuántos de nosotros, aun siendo adultos, la pareja nos compara con la suegra, el esposo de la amiga o con los compañeros de trabajo que ya salieron de la empresa o del negocio? Seguro que a muchos ¿cierto? y a ninguno le agradó ni le agrada que pidan que seamos quienes no somos.
Así como a nosotros no nos gusta, nos incomoda y nos duele que nos comparen, a nuestros hijos tampoco les agrada ser y sentirse comparados con otros.
Les desagrada y duele cada vez que les decimos que su hermano mayor, primo, o vecino (a) lo hacían o hacen mejor: “no sé por qué saliste así, si tu hermano (a) era diferente, ¿por qué si él era tan buen estudiante tú no lo eres?; con él no tuve tantos problemas como los tengo contigo”.
Otra comparación qué desagrada muchísimo es el típico: “yo a tu edad” “yo cuando”… y viene una larga lista de cosas.
El veneno silente de la baja autoestima: La comparación
Un veneno dosificado lentamente va matando la especie. De esa manera funciona la crítica constante que nace de la comparación.
Deshace la autoestima, confianza y seguridad en nosotros mismos. Esa dosis, sin querer y sin saber se la estamos suministrando a nuestros hijos, no sólo en la casa, también la reciben en la escuela, por ejemplo, cuando un hermano ha estudiado o está estudiando en el mismo colegio y sus resultados han sido diferentes, los maestros no dejan de repetir “tu hermano (a) era excelente, se comportaba maravillosamente bien, era un niño (a) espectacular” o la lapidaria frase “¡Qué diferencia!
Esas son las pequeñas dosis de veneno que van matando el autoconcepto y autopercepción de nuestros hijos (niños o adolescentes) y los convierte en personas inseguras de sí mismos que buscan, infructuosamente, ser “perfectos” y “complacer a otros”, para sentirse queridos, amados y aceptados, lo cual inevitablemente, origina las. conductas disruptivas que nacen de la frustración, la ira y la tristeza por no ser quienes los padres y maestros desean, por no cubrir sus expectativas, por no poder complacerlos y mucho peor, por no aceptarse a sí mismos, no ser auténticos y genuinos.
¿Es malo tener modelos de referencia?
No. Al contrario, nuestro primer aprendizaje se da por imitación y repetición de lo que hacen nuestros referentes (padres, abuelos, maestros). Lo que necesitamos concientizar es que luego de aprender cómo se hace, en nuestra originalidad elegimos nuestro propio estilo y forma.
Quien busca hacer las cosas de la misma manera que lo ha hecho otro, termina lleno de frustración al darse cuenta que no lo va a lograr y es necesario comprender que una cosa es aprender de lo que han hecho los demás y otra cosa es querer ser como ellos.
Esto es lo que causa la frustración, ira y dolor, porque no somos como ningún otro, somos únicos. Nuestros hijos también.
Amor incondicional devuelve su autoestima
Los niños forman su autoconcepto y valía sobre la base de lo que nosotros les decimos sobre ellos. Como padres, somos sus referentes más importantes, de manera que lo que diga mamá o papá es una verdad absoluta.
Así que no condicionemos el amor a nuestros hijos ni los obliguemos a ser quienes no son. Esto sólo traerá un auto rechazo y no se aceptará a sí mismo.
Si quieres que tu hijo sea seguro de sí mismo, exitoso y feliz:
1. Deja de compararlo.
2. Acéptalo tal cual es.
3. Agradécele su presencia en tu vida.
4. Evita el perfeccionismo.
5. Escucha sus necesidades.
6. Enséñales a no depender de la aprobación de los demás.
7. Si ya lo haz comparado por mucho tiempo, Juntos pueden sanar las heridas del pasado.
Detén la comparación y procura tener hijos felices, no hijos perfectos.
Yamilet Pinto
@yamiletpinto
Psicologa
yamipinto@gmail.com
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