Opinión

El carrusel tricolor

Podemos asegurar que aquí en Venezuela también el talento nace y crece como el monte bajo la lluvia.
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 22 julio 2019

Hace años un personaje de renombre estaba de visita en una ciudad colombiana, cuna de un escritor de fina pluma a quien pidió conocer. Una comisión lo encontró ebrio tirado en la acera de una plaza y al escuchar entre la niebla del alcohol que el famoso personaje lo quería conocer, les respondió entre balbuceos incoherentes, -díganle que aquí en Colombia los talentos ruedan por el piso. Quizás el poeta quiso significar desde el pantano de su libre y soberana borrachera, que el no poder atender la invitación no era problema porque en su país la abundancia de talento fácilmente podía suplir su ausencia. Podemos asegurar que aquí en Venezuela también el talento nace y crece como el monte bajo la lluvia. Hace pocos días, buscando no un poeta, sino donde descansar las piernas tras una empinada caminata, encontré reposo en un banco de nuestra plaza mayor. Dos fueron testigos de mi descanso, el Libertador desde su rígida condición de estatua y un desaliñado compañero de asiento que me brindó generosamente con su aliento etílico, pero también con una notable elocuencia que me hizo recordar al poeta del hermano país.
Lo escuché susurrar una especie de oración de indigencia resignada, ese estado de carencia material que con profundo error generalmente asociamos con ausencia de inteligencia. Luego sus pensamientos tornaron en sílabas ininteligibles para mí, como si él fuera de Neptuno y yo un terrícola inoportuno, hasta que su voz rompió el resto de silencio y como si lo hubiera estado pensando desde los tiempos de la Colonia, exclamó: -¿qué esperamos para cambiar?, y continuó diciendo como si le hablara a la paloma echada sobre la cabeza de la estatua.
Algo así dijo: “A veces uno se rompe el cerebro pensando sobre algo sencillo y termina creyendo que es lo más difícil del mundo. Y ha de ser así siempre que tratemos de descifrar lo que pasa en este país. Una cosa tan sencilla como escuchar a unos diciendo que ellos son buenos y los otros son malos, todos entramados en un eterno viceversa que nos mantiene mareados girando en un carrusel de argumentos categóricos que se parecen a la brisa, que solo giran y nos entretienen con el mismo paisaje en cada vuelta, el mismo estribillo que aburre y desgasta los engranajes sin avance palpable, sólo vueltas y vueltas impulsadas por los mismos “buenos y malos” que giran en direcciones opuestas malgastando la vida en montañas de egoísmo y migajas de virtud, dando vueltas en el carrusel tricolor empujado por egocéntricos triunfantes que vuelan alto sobre sus propias terquedades, amputadas de alternativas. El carrusel parece girar en torno a la aparente complejidad de una paradoja sencilla, tanto así que sin pretenderlo me siento un aprendiz de sabio forzándome para entender la relación necesaria entre “buenos y malos” que los motiva a seguir describiendo círculos en torno a la nada perversa del carrusel.
¿Cuántos tienen que ser malos para que los demás sean buenos?, ¿qué me diferencia de unos y otros, si voy mareado como todos girando sobre argumentos categóricos de confusión, que poco sirven para detener los giros sin sentido del infortunado carrusel tricolor?”. –Terminó diciendo.
viznel@hotmail.com

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