Opinión

Nada es verdad

"Podemos ir más allá citando a Hassan-i Sabbah, fundador -siglos atrás- de la secta chiita de la Orden de los Asesinos, quien además de sostener que nada es verdad, agregó que todo está permitido, o lo que es igual a decir que nada está prohibido".
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 17 junio 2019

Supongamos por un momento que nada es verdad. Quedaríamos en un limbo existencial tremendo, y sin piso con respecto a lo que nos soporta como personas: si nada es verdad quiere decir que todo es mentira.

En realidad buena parte de la sociedad actual considera que la verdad es relativa, y todos los valores morales son subjetivos, que lo que es verdaderamente real es el deseo de la gente de convencerse de sus propias capacidades y virtudes, ¿acaso no es lo que vemos a diario a nuestro alrededor?

En el ámbito profesional, laboral, académico, científico, familiar, en cualquier oficio u ocupación lo que prevalece es la autoafirmación mediante la minimización o puesta en duda de las capacidades y virtudes del otro.

A menudo las creencias, posturas y opiniones de unos son colocados en calidad de catálogos de perfectas verdades, frente las de otros que a su vez son calificadas como un manantial de mentiras sin ningún merecimiento.

Cualquiera lo puede comprobar leyendo la información contenida en este periódico o en cualquier otra publicación, sobre todo si lo anterior lo aplicamos al ámbito político o a las relaciones internacionales en este mundo “civilizado” del siglo XXI, que se convirtió en un terreno profundamente fertilizado en este tema.

Podemos ir más allá citando a Hassan-i Sabbah, fundador -siglos atrás- de la secta chiita de la Orden de los Asesinos, quien además de sostener que nada es verdad, agregó que todo está permitido, o lo que es igual a decir que nada está prohibido.

Esto pareciera estar sucediendo ahora mismo en este planeta de hombres y mujeres dizque libres, en el que son comunes extensos torneos en que la verdad es pateada con todo tipo de calzados hasta quedar irremediablemente deformada y sin oportunidad de corrección, porque ¿qué podemos corregir cuando nada es verdad y todo está permitido?

Ante lo anterior no cuesta demasiado pensar que la situación del país se debe a que precisamente ha estado demasiado tiempo atrapado en ese nefasto fuego cruzado.

Gracias a Dios es solo una suposición como dije al principio. Es un tema que nos puede conducir a los predios de la paradoja de la mentira, cuyo análisis forzaría inútilmente mis neuronas, hoy por hoy surtidas con combustible de poco octanaje como para el estudio de especímenes tan profundos.

Creo sin embargo y sin temor que puedo complementar el tema de hoy con un piquete de sinonimia entre los términos mentira y embuste, donde la palabra embuste tiene su historia novelesca, como vocablo aventurero.

A mediados del siglo XVI vagaban por Europa, unos charlatanes que hacían aparentes maravillas, vendiendo además remedios secretos entre los que ofrecían un ungüento prodigioso que supuestamente curaba toda quemadura.

En prueba de eficiencia cogían una brasa con la mano, o se echaban plomo derretido en cualquiera parte del cuerpo, y aplicando enseguida el ungüento la parte quemada quedaba como si nada hubiese pasado.

Y realmente no le había pasado nada, porque previamente los muy zánganos se cubrían la piel con alguna preparación adecuada para resistir la acción del calórico.

Pero el vulgo, crédulo e ignorante compraba todo el ungüento, y daba a los embaucadores el nombre de “Embustidores”, como incombustibles, que no se quemaban. De ahí la acepción genérica de Embuste que se le dio a toda mentira disfrazada con artimaña.

Metafóricamente hablando, podemos decir: las bellas mentiras del arte. No podemos decir en ningún sentido: los bellos embustes del arte.

Al decir las bellas mentiras del arte, hablamos de invenciones o imágenes que pueden ser bellas, y siendo bellas cuadrarán al arte, porque al arte cuadra todo lo que es bello.

Al decir: los bellos embustes del arte, pareamos dos cosas que no pueden nunca correr parejas, como el arte, el dolo, la belleza y la trapacería, porque el dolo no es capaz de arte, la trapacería no es capaz de belleza.

Hay mentiras bellas, porque mentira es la invención. No hay embustes bellos porque el embuste es un engaño. La mentira es falsa.

El embuste es ratero. Puede haber mentiras involuntarias y virtuosas, mentiras dictadas por la caridad. El embuste es siempre intencional, maligno, bajo, miserable.

Lo contrario de la mentira es la verdad. Lo contrario del embuste es el decoro, la rectitud, la formalidad, el pudor.

viznel@hotmail.com

 

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