Relatos de la Justicia: Milagro en el valle
¡Goyoooo andá par Valle que a Maíta se le acabaron las empanadas! Fue lo que se le escuchó gritar entre las paredes de bloques rojos sin frisar de aquellos ranchos.
Goyo hizo oídos sordos a esa y a la media docena de gritos de la tía que precedieron a aquel. Prefirió quedarse donde Chúo hasta que el truco se lo permitiera.
Cinco horas después y luego de un definitivo ¡TRUCO! de su contrincante decidió irse de “casé Chúo”, más por haber perdido que por atender las casi súplicas de tía Camucha.
“¡Caaaará muchiaacho! Ya a la mai tuya se le debe haber calentao la sangre de vé que tu no le llevaste las empanás. ¡Esa debe andá calientísima! ¡arfavór de agarrá er canarín y llevale las empanás a tu mai, chacho e la verga!”.
Esa fue la retahíla que se tuvo que aguantar Goyo por no haber atendido a tiempo el llamado de la Tía Camucha.
Era 8 de septiembre y el Valle del Espíritu Santo debía estar a reventar de feligreses, peregrinos y turistas esperando la procesión de Nuestra Señora del Valle, o simplemente de nuestra Santa “Vallita”.
Goyo llegó al Valle con el canarín repleto de empanadas de cazón y de “tripa e perla”, todavía se le escuchaba refunfuñar del ¡TRUCO! que le metió Chúo, no vio a Maíta en su sitio, tampoco vio a tía Delia ni a Jacinta quienes tenían al lado de Maíta los puestos de besitos de coco y de escapularios de Vallita.
¡Áy Goyito mijoooo, ay Goyo, ay Goyo, Maíta le dio algo Goyo, ella te estaba esperando mijoooo! Con esos alaridos lo recibió María la hija de Jacinta y con el rostro bañado en lágrimas, mientras la gente amontonada esperando la procesión veía la escena como sacada de una película religiosa de semana santa.
“¿Pero qué le pasó mujé?” Le preguntó Goyo a María ya casi a punto del llanto. “¡No sé mijooo se la llevaron apenas se desmayó temblando!” Pudo responder entre el gimoteo María, “¿Pero pa´onde?” insistió Goyo.
¡Creo que Pal Luis Ortega! respondió María sofocada entre el calor de la gente y el llanto.
De un brinco Goyo soltó el canarín y llevándose las manos al rostro se empezó a persignar y desde ese momento arrancó la súplica: ¡Ay Vallita mi Maíta sálvamela! ¡Ay Vallita por andá de flojo jugando truco no estuve aquí con Maíta! ¡Ay Vallita Sálvame a Maíta!.
Y así se fue implorando desde el Valle hasta el Hospital. En el Luis Ortega no está, ¡de aquí están mandando a la gente pal Manuel Antonio! le dijo una doña al llegar.
Con las lágrimas de Goyito se podía hacer un rosario y con él le rogaría por la salud de su Maíta. “¿Pero como va sé?” preguntó Goyito iracundo “¡Guá y cómo más si aquí no hay medicinas!” replicó la doña. Y con eso arrancó Goyito pal Manuel Antonio.
De extremo a extremo fue la odisea, el calor de septiembre y la falta de medicina lo llevaron a atravesar casi toda la ciudad, con su angustia, su llanto y sus ruegos.
Al llegar al hospital casi guiado por la desesperación entró por emergencia, pero no vio a Maíta en ninguno de los cubículos, preguntó y preguntó y nadie respondió.
Se hincó de rodillas y llorando gritó: ¡PERDÓN!
Una enfermera muy anciana al ver la escena se le acercó, lo tomó por los hombros y lo levantó, sin decir una palabra le secó las lágrimas y lo llevó a una de las habitaciones del fondo.
Ahí acostada en la cama con una vía en su brazo hidratando su cansada humanidad estaba Maíta, la dulce enfermera lo acercó hasta ella y tomándole la mano a Goyito se la puso en el pecho a Maíta quien abrió sutilmente los ojos y esbozó una sonrisa, diciéndole la enfermera: “Aquí te traje tu jugador de truco”.
Goyito se derrumbó en el pecho de Maíta en un abrazo, acompañado de un profuso llanto y le pidió perdón.
Y fue ahí en ese preciso instante cuando Goyito quiso preguntarle a la anciana enfermera ¿cómo sabía que estaba jugando truco? Pero al levantarse del pecho de Maíta se dio cuenta que solo los dos se encontraban en la habitación.
Y al preguntarle a Maíta si ella había visto a la enfermera, negando con su cabeza se le escuchó susurrar a Maíta: “Esa fue Vallita mijo, fue Vallita” apretando su mano y celebrando el milagro en un maternal abrazo.
En Honor a Nuestra Señora del Valle, la más hermosa, la más milagrosa.
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