Relatos de la Justicia: El Tanque
Los viernes siempre habían sido su mejor día de la semana, existía en su barrio una extraña aura de alegría que impregna a las personas, desde temprano se podía escuchar desde la calle como muchas personas escuchaban música al interior de las casas desde tempranas horas de la mañana.
Su ruta desde su hogar al colegio en días viernes estaba aderezada siempre con un popurrí melódico, que se paseaba desde los danzones en casa de Doña Petra, salsa brava en el cafetín de Néstor y Luis, las guarachas y de vez en cuando un bolero o una ranchera que se escuchaban a lo interno del Bar Muñoz, mientras eran trapeados sus pisos para borrar las huellas de la farra de la noche anterior, de allí pasaba hasta escuchar mientras se acercaba las diversas melodías que sintonizaba a esa mañanera hora el Chino, en ese viejo radio que guindaba de un mecatillo de uno de los parales de su carrito metálico, mientras picaba y preparaba los ingredientes que horas más tarde servirían de topings a sus suculentos perros calientes.
Su barrio entero entraba en modo feria los días viernes, y ello no era distinto en su colegio donde hasta los profesores se relajaban, esto debido en parte a que los viernes solo se impartían clases hasta mediodía, eso ampliaba considerablemente el período de vida al padre de la diversión, un señor llamado fin de semana.
Su grupo del colegio ya había planificado lo que harían ese viernes, la esperada excursión al Tanque. Ellos eran apenas unos adolescentes entre los doce y catorce años, cursaban su primer año de la preparatoria y como buenos púberes la adrenalina por lo nuevo era el combustible que los movía.
El Tanque era solo conocido por unos pocos del grupo, para ser exactos solo dos de los nueve que lo componían y la razón de que solo ellos habían hecho la excursión anteriormente, es que ese lugar era exclusivo para los estudiantes mayores, pues la ruta implicaba ciertos riesgos y peligros que sortear antes de llegar, y resulta que estos compañeros eran los únicos que tenían hermanos mayores cursantes de cuarto y quinto año y en una ocasión se vieron en la obligación de llevarlos por no poderlos dejar al cuidado de nadie.
De tal manera que con solo un ascenso al Tanque como experiencia previa, estos dos compañeros terminaron convirtiéndose en los guías de la excursión.
Para ser sinceros, lo interesante de la excursión no era el destino en sí mismo, sino el trayecto hacia él, debido a que la ruta era un vertiginoso y largo ascenso por un camino compuesto por senderos de tierra, trechos de escalada, tramos de espesa vegetación hasta la cúspide del cerro que antecedía al Tanque, compuesta de pinos y plantas propias de la alta montaña, pues la cumbre se encontraba cerca de los mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Era obvio que esa aventura de la pubertad viniera aderezada de los excesos propios de esa edad reñida con la responsabilidad, romances juveniles, la ingesta indebida de alcohol y el consumo de cigarrillos a ocultas de cuidadores, padres o representantes.
Aparte de todo aquello que alborotaba las bulliciosas hormonas tempranas, la ruta o la excursión al Tanque estaba aliñada con las anécdotas de increíbles sucesos contados por los mayores en los recreos y reuniones en el Colegio.
Fueron célebres las historias como la del toro bravío que había que burlar para atravesar una finca privada y continuar la ruta o la del muro del perdón, que no era más que una intrincada pared de roca sólida que había que escalar para continuar con el ascenso, donde los más débiles y cobardes eran compelidos a pedir perdón por no tener el coraje de subirla y eran dejados a su suerte debiendo regresar solos.
Esas historias hartamente recreadas en la imaginación de los más jóvenes, fueron en la mayoría las que los impulsaban con vehemencia a realizar la excursión, el hecho de ser miembro del selecto grupo que la había hecho era una suerte de prontuario que todos deseaban poseer, decir que se estuvo en el Tanque era por lejos la hazaña más codiciada de aquel Colegio y haberlo hecho apenas en primer año era un plus que todos querían agregar a sus anecdotarios personales y grupales para exhibirlo con orgullo.
Entre sándwiches de jamón endiablado, arepas de jamón y queso, refrescos, muchos litros de licor, cigarrillos y besos de algunos enamorados, los jóvenes aventureros realizaron su ruta, no dejando a ningún cobarde en el muro del perdón, sorteando sin percances al toro bravío de la finca, más que un pantalón roto que se quedó en el alambrado generándole vergüenza a la desdichada que lo portaba y las carcajadas del grupo, llegando así a la zona boscosa de pinos, la que según las historias era la antesala al afamado Tanque y el fin de la travesía.
Uno de los jóvenes guías dio el parte de que habían llegado, al culminar la difícil tarea de ascender una pequeña loma cubierta por las resbaladizas acículas desprendidas de los pinos, estiró en punta de pies y levantando sus brazos hasta donde podía en dirección al cielo, les gritó al resto de los aventurados: ¡EL TANQUE!
Al culminar toda la intrincada tarea de subir la resbaladiza loma, lo vieron apareciendo como un gigante que va despertando y se levanta frente a ellos.
Era una estructura imponente de unos cincuenta metros de diámetro por unos veinte metros de alto de concreto armado y con techo abovedado, que servía sin duda como reserva de agua potable para las comunidades aledañas.
Lo alucinante de esta estructura era la cercanía con la vegetación y lo apretado del bosque que lo rodeaba como si lo abrazara, lo que hacía darle una atmósfera parecida a esas estructuras de culturas ancestrales que dan la impresión de que hubieren sido engullidos por la ruda naturaleza.
Sus rostros de asombro gozaban de la honestidad de quien ha visto algo por primera vez, la frescura del ambiente, la sombra que abrigaban los árboles y la propia proyección de la estructura grisácea, aunado a ese olor a musgo del bosque le imprimían aún más ese halo de misterio, que le hacían parecer que había sido construido allí hacía siglos.
Todos rodearon la estructura por sus lados para observarla con denotado interés y curiosidad, era bastante alta, fría, impenetrable, detrás de ella observaron una escalera de metal adosada, estaba algo corroída, su último peldaño había sido diseñado a una altura que no hiciera fácil su acceso, obviamente que por razones de seguridad y para evitar que curiosos lo abordaran, pero ello no sería obstáculo para sus intrépidos neo-visitantes.
Uno de los pubertos guías dijo al grupo que cuando él lo visitó anteriormente con los mayores, subieron usando la ayuda del grupo para alzarse uno a uno y alcanzar el peldaño y que al último, le fue alcanzada una cuerda elaborada por el amarre de varios pantalones de los rebeldes excursionistas, iluminándosele el rostro a los más osados como si de una contraseña secreta para ingresar a un lugar oculto le hubiere sido revelada.
De inmediato se organizaron los varones para ir subiéndose uno a uno y de intervalo ayudaban también a las compañeras, ello le transfiguró la emoción al guía revelador, y ello pudo haber sido que, o bien mintió al respecto, o que le había ganado el miedo al ver que su idea fue desplegada con éxito y ahora le tocaría también subir, con la consabida consecuencia de que una vez arriba sus osados compañeros insistirían en entrar y tomar un baño, a lo que ripostó que en aquella ocasión las puertas de acceso se encontraban cerradas con candado, argumento que expuso manera tardía y torpe, pues el primero ya había subido y les gritó con emotiva efusión desde la cúspide: ¡ESTÁ ABIERTO!
Una vez arriba notaron que justo al final de la escalera se encontraba la escotilla que daba acceso al tanque, cuya pieza de concreto que servía de tapa ya había sido removida por los primeros en subir, del lado interno se observaba una escalera idéntica a la externa que permitía entrar y salir de la estructura, la cual desde ese lugar y a pesar de la oscuridad, se podía ver que se encontraba llena de agua en tres cuartas partes de su capacidad.
Pero ni siquiera la oscuridad fue obstáculo para los más atrevidos, despojándose de sus vestimentas quedando sólo con ropa interior fueron desfilando uno a uno, incluidas las mujeres, a esa boca oscura que los engullía en sus aguas oscuras.
El agua estaba helada, la sombra que proyectaban los árboles sobre la estructura y la humedad del bosque que lo circundaba, hacían que la temperatura del agua estuviera muy fría, situación que fue resuelta como cualquier irresponsable lo habría hecho, bebiendo licor.
Al cabo de unos minutos ya muchos habían ganado confianza, al bajar por la escalera no solo se quedaban sujetos a ella, sino que nadaban unos pocos metros lejos de ella para regresar en segundos, algunos hasta se aventuraron en lanzarse desde varios peldaños arriba.
Este perturbador entretenimiento se maximizó cuando descubrieron que en el cenit de la estructura se encontraba otra escotilla que lograron remover, permitiendo que entrara más luz al interior y se iluminara cual si hubieren encendido una lámpara, el eco producido por la abertura retumbó en toda la estructura y convirtiendo todo aquel tanque en una cámara de resonancia, que quedó vibrando por unos cuantos segundos haciendo pequeñas ondas de expansión en el agua, esto atemorizó y le heló la sangre a unos cuantos, menos a quienes la habían abierto que ya con evidentes efectos del licor y sin medir riesgos, no dudaron en lanzarse al agua desde aquella nueva puerta a la desequilibrada diversión.
Al pasar del tiempo aquella estructura se convirtió en una gran piscina en la que se improvisó una fiesta descontrolada, ya todos perdieron el miedo y se lanzaban al agua, que a pesar del frío y la aún poca iluminación sirvió de escenario para las más arriesgadas acrobacias desde lugares insospechados, ya lo que fue una ingenua excursión se transformó en un grupo juvenil enajenado por el alcohol, las hormonas e intoxicados por la adrenalínica euforia.
En medio de esa explosión de insensateces a un par de ignaros no se les ocurrió mejor idea que la de subir inadvertidamente y cerrar ambas escotillas del tanque, dejando atrapados en él al resto del grupo, la oscuridad total se hizo en aquel hermético recinto dejando a los descontrolados fiesteros prácticamente sellados al vacío.
Los gritos y los chapaleteos desesperados ensordecieron a todos en el interior, quienes estuvieron más cerca de las escaleras tuvieron fortuna de apelar a sus sentidos y nadar en sentido a lo que mentalmente recordaban como el lugar donde ésta se encontraba, algunos lograron subir pero la pesada tapa de concreto era imposible moverla.
En ese instante se escuchó un escalofriante grito femenino que provenía del propio centro de la estructura, acompañado del ruido incesante de las brazadas desorientadas de la infortunada, los golpes y gritos de los que habían alcanzado la salida, fueron la advertencia para que los desadaptados volvieran a abrir y darse cuenta de lo que provocó su indolencia encubierta en su nefasta broma pesada.
Mientras tanto, abajo como pudo llegaba con apenas aire en los pulmones a la escalera la infortunada protagonista del terrorífico grito, a quienes mucho ya daban por ahogada, esta balbuceó: “Alguien intentó ahogarme” para acto seguido desmayarse.
Los primeros en salir de la estructura tomaron venganza con los bromistas propinándole algunos certeros golpes como respuesta a su imbecilidad.
Abajo un grupo se las ingeniaba para mantener a flote a la inconsciente, la cual aún respiraba, pero el ataque de pánico sufrido la mantenía desconectada de la realidad.
Alguien en el desespero por salir y a la vez ayudarla intentó pasarle aire por respiración asistida, provocando su reanimación seguida de la devolución de una buena cantidad de agua contenida en sus pulmones.
Su pánico continuaba dibujado en su rostro, apenas pudo hablar les indicó que alguien desde el fondo del tanque la sujetó con fuerzas y la mantuvo cautiva por un espacio de tiempo, sus compañeros dudaron por las condiciones de oscuridad en la que se encontraban y por los efectos del alcohol bajo el cual se encontraba la mayoría, sin embargo sus dudas fueron disipadas cuando esta levanto su pie derecho y pudo verse claramente las visibles marcas de una suerte de aruñazo en el empeine.
Detalló la socorrida que en su lucha por zafarse del agarrón del que fue víctima pudo apreciar la fisionomía del sujeto, era de tez blanca y cabello negro, incluso logró distinguir que vestía una franela color blanco.
Esta información le pareció algo perturbadora al grupo, por tanto una vez todos arriba destaparon nuevamente la abertura cenital del tanque para visualizar si lograban distinguir a alguien.
Con la poca luz que ya apenas quedaba debido a que comenzaba a caer la tarde, uno de ellos pudo apreciar algo al fondo del tanque, en la parte en la que la luz dividía casi geométricamente con su haz la oscuridad de la claridad, juraría que había visto un pie de alguien sujeto por una cadena a un pesado bloque.
Las luces incandescentes y el estridente sonido de la sirena de una patrulla de policía los sorprendió a todos, algunos se asomaron al borde del tanque y observaron algo que antes no habían distinguido, en la parte más extrema del área hacia el costado izquierdo de la estructura, la vegetación había hecho casi invisible una vía de acceso por donde en ese instante hacía entrada el vehículo policial.
La situación de inmediato los ubicó mentalmente a todos en serios problemas, sabían las consecuencias de sus aventuras, la minoridad era lo de menos, la ingesta de alcohol y cigarrillos y el uso indebido de ese reservorio de agua potable les hacía intuir que no la libraban fácil con la autoridad.
El vehículo oficial se estacionó frente a la escalera de bajada y a sus pertenencias, de él descendió un oficial y con una linterna les hizo señas a los que se asomaban, gritándoles desde allí: ¡BAJEN TODOS!
Una vez todos abajo, en ropa interior y tiritando de frío el oficial indagó quienes eran mientras le ordenó vestirse y tomar sus pertenencias, orden que fue cumplida de inmediato por el deseo de calmar el frío que ya hincaba en los huesos.
Cuando ya los oficiales tenían claro de quienes eran, de donde venían y que hacían, les informaron de las consecuencias legales que sus actos irresponsables ocasionarían y dentro de todas esas calamidades, la que más resonancia tuvo fue la última que expresó el oficial a cargo: Sus padres serán contactados para que acudan a la comandancia policial y sean impuestos de los actos de sus hijos.
Todos entraron en pánico con esa sentencia anticipada que les soltó el oficial, preferían mil veces quedar bajo arresto que tener que soportar la reprimenda de sus padres, por eso al unísono clamaban a ambos oficiales que esa última de las sanciones no se llevara a cabo, lo que animó a uno de los uniformados a acercarse a una de las más bellas de las jóvenes y acariciando libidinosamente su rostro les dijo: “·Entonces ustedes quieren negociar”.
Esta acción hizo encolerizar al joven novio de la chica quien sin pensarlo, se le abalanzó al oficial para impedir que avanzara en sus deshonestas pretensiones con su joven amada, recibiendo como respuesta a su violenta reacción una neutralizadora maniobra que lo puso en un segundo de cara al suelo y con uno de sus brazos atrapado en una llave de judo, siendo de inmediato esposadas sus manos a su espalda.
En ese instante el otro oficial desenfundó su arma y les ordenó al resto que se pusieran de rodillas, petición que fue cumplida de inmediato por el trémulo grupo.
En ese instante y como mecanismo de defensa para que las acciones no se salieran de control, la joven infortunada del episodio en el tanque le explicó casi en sollozos lo sucedido al interior, explicación que fue ampliada por el otro joven que detallo haber visto una extremidad sujeta a un bloque por una cadena.
Esta revelación hizo que los oficiales se vieran entre ellos al instante, retirándose a unos metros del grupo para conversar en un tono inaudible, procediendo a hacer varios llamados por su radio de comunicaciones.
Regresaron al grupo y procedieron a liberar al joven esposado, uno de los oficiales con ayuda de una escalera plegable se encontraba oculta entre los matorrales más alejados del tanque, procedió a instalarla y a subir hasta el cenit de la estructura, con la luz de la linterna escudriñó su interior y procedió a pedirles al grupo que subieran nuevamente.
Una vez todos arriba los oficiales les ordenaron que ingresaran una vez más, la oscuridad de la noche ya no permitía hacerlo sin dificultad, por ello protestaron en masa, siendo acallada la manifestación con una contundente oferta: “Es eso o llamar a sus padres, ustedes deciden”.
La promesa fue tan tentadora que accedieron sin mayor problema, una vez adentro el pánico volvió a invadirlos no sólo por la oscuridad y el temor a la presencia del enigmático personaje que habitaba en su interior, sino porque los oficiales comenzaron a lanzar todas sus pertenencias al agua, procediendo a cerrar esta vez con candado ambas escotillas de salida.
Una vez abajo los oficiales y antes de emprender la retirada, uno de ellos giró la llave de llenado del tanque en su totalidad, apenas si se escucharon los gritos desesperados, mientras el otro le decía en tono burlón: “Ya veo que Tony no estaba aburrido de nadar eternamente en el tanque” a lo que el otro oficial le respondió sonriendo: “Descuida, él se la quiso dar de vivo y recibió su merecido, además, no puede decir que no lo estimamos, le acabamos de traer suficiente compañía”.
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