Opinión

Si recapacitas

“Recapacitar” aparece en el libro de Ezequiel: Dios toma la palabra a través de su profeta.
jueves, 24 septiembre 2020

1. “Volver sobre sus propios pasos” sería una buena imagen para definir el verbo “recapacitar”. En tres ocasiones hace acto de presencia esta palabra, en la primera lectura y en el evangelio del próximo domingo. Cuando se da este fenómeno, quienes redactaron los Libros Sagrados están llamando nuestra atención, pues lo más probable es que detrás del término repetido se encuentre un mensaje de interés para nosotros hoy.

“Recapacitar” aparece en el libro de Ezequiel: Dios toma la palabra a través de su profeta, y le pide al pueblo recapacitar sobre sus injustas acciones, que conllevan muerte y terminan deshumanizándolos a ellos mismos. Se le pide a Israel, entonces, no solo “repensar” su actuación, sino remediar, tomar el camino justo: volver sobre los propios pasos.

En cambio, en el evangelio de Mateo “recapacitar” es lo que hace el hijo de la parábola, quien había dicho a su padre que no quería trabajar en el campo, pero revisando posteriormente su respuesta inicial, decidió finalmente ir a trabajar; también aparece el verbo en boca de Jesús, que recrimina a los dirigentes religiosos que no recapacitaron ante la presencia de Juan Bautista y no se convirtieron.

2. Más en concreto, Pablo exhorta a los Filipenses a mantenerse unánimes y concordes, mediante un mismo amor y un mismo sentimiento. La unanimidad y concordia comunitarias es el resultado de poseer un mismo espíritu y entrañas compasivas. Pablo es un hombre muy práctico; por ello, su invitación es bien aterrizada: hay que dejar de lado la rivalidad, la ostentación y los intereses propios.

Dicho en positivo: hay que ser humildes y colocar en la propia agenda el interés por los demás, antes que los proyectos particulares, a ejemplo de Jesucristo, quien, siendo Rey del universo y de nuestros corazones, se puso al servicio de todos nosotros.

3. Debo confesarles que esta situación pandémica tan pesada, que se suma al rosario de penurias y desgracias históricas que padecemos los venezolanos, me ha afectado interiormente. He tenido que hacer acopio de mis fuerzas psicológicas y espirituales (las físicas se mantienen, gracias a Dios), para no sucumbir ante esta catástrofe nacional y mundial.

Ahora bien, parte del desmoronamiento moral que se traduce en un dejo de tristeza que me acompaña desde marzo pasado, tiene que ver con los recientes posicionamientos de los dirigentes políticos variopintos, que evidencian públicamente las dinámicas negativas que Pablo llama a tener bien lejos del grupo. Es decir, rivalidad, ostentación e intereses personales. El tiempo que nos separa de diciembre se acorta, sin que atisbemos otras realidades que generen paz y echen a andar la esperanza de que, muy a pesar de las circunstancias, resurgiremos, no tocaremos fondo. Pero todo indica que no será así.

Vista nuestra realidad, pareciera que quienes deciden nuestros destinos no se compadecen en sus entrañas de tanto sufrimiento generalizado, del descalabro nacional, cuando lo que debería hacerse tiene que ver con el reconocimiento humilde de que la tarea no está hecha, y que ésta tiene que ver con privilegiar los intereses de la mayoría.

La invitación es entonces a recapacitar: volver sobre sus propios pasos y hacer lo correcto, lo que nos beneficia a todos, especialmente a los más vulnerados y excluidos.

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