Opinión

Semana en domingo

Los únicos que están en capacidad de determinar si una vacuna es más efectiva que otra, o tiene algún efecto secundario, son los científicos.
domingo, 28 marzo 2021

Notas de la pandemia
Las redes divulgan cualquier cantidad de supuestos tratamientos contra el Covid 19, y versiones de evolución de la pandemia, la mayoría de las cuales son falsas o sin base científica alguna. Hay buena información sobre la enfermedad, que ayudan a entenderla mejor, a prevenirla y a tratarla. Pero al mismo tiempo hay informaciones que confunden a la gente, poniendo en riesgo su salud e interfiriendo en lo que pudiera ser una decisión acertada y a tiempo. Gente sin la menor preparación profesional se aventura a proponer tratamientos, sin base alguna. De igual manera se lanzan informaciones falsas sobre el curso de la pandemia, que aumentan el grado de angustia que hay en la población. Muchas de las versiones sin sustento, son contrarias a otras, lo que provoca una confusión total, y la gente no sabe qué hacer ante la amenaza de la enfermedad. Un día dicen que hay que quitarse la ropa al llegar de la calle, y lavarla con detergente y agua caliente, y al día siguiente sale un supuesto científico, diciendo que eso no es necesario. Hasta hace unos meses, se decía que había que dejar los zapatos en la puerta de entrada a la casa, y ahora dicen que eso tampoco es necesario. Un día alguna vacuna sirve, y a las pocas horas las redes se llenan de mensajes asegurando que es peligrosa. Total, que la gente se a volver loca con tanta basura que circula por las redes, a propósito de esta pandemia.

Ni siquiera la gravedad de esta pandemia ha logrado que gobierno y oposición lleguen a un acuerdo, por lo menos para que los venezolanos podamos tener alguna vacuna contra el Covid 19. Guaidó anuncia que está tratando de lograr que desbloqueen unos recursos para pagar las vacunas de AstraZéneca, y enseguida desde el gobierno dicen que no la van a dejar entrar al país porque supuestamente podría causar efectos secundarios. Pero mucho peor es la letalidad del Covid, y sobre todo la cepa brasileña que ya ingresó al país desde Brasil, en el bochinche de carnaval. Todos los científicos del mundo dicen que esa vacuna es mejor que la rusa y la china, pero aquí ya el gobierno decretó que es peligrosa, sin prueba ni argumento científico alguno. Mientras tanto, el virus sigue cobrando vidas todos los días, y los hospitales y clínicas desbordados por la cantidad de contagiados. ¿Cuántos muertos más harán falta, para que haya un acuerdo entre Maduro y Guaidó, para tener alguna vacuna?

Los únicos que están en capacidad de determinar si una vacuna es más efectiva que otra, o tiene algún efecto secundario, son los científicos, mediante una serie de protocolos que además son supervisados y aprobados por la OMS. No se puede determinar que una vacuna es mejor, porque proviene de un país comunista, o de un gobierno amigo. Como tampoco se debería rechazar una vacuna porque fue desarrollada por una empresa farmacéutica de Estados Unidos, o de algún otro país desarrollado de Occidente. Aquí se trata de proteger la salud y la vida de los venezolanos, y en esto no debería haber ningún criterio ideológico, político, religioso o de cualquier otra naturaleza.

La Universidad
No hay posibilidad alguna de que un país pueda alcanzar cierto nivel de desarrollo, si no cuenta con universidades que formen profesionales del mejor nivel académico. Muchos científicos sociales consideran que los recursos financieros que se destinan a educación son inversión, en lugar de gasto. La emigración de un porcentaje elevado de los mejores profesionales de un país, muy bien puede ser deducido de su PIB, porque significa un retroceso y un capital humano que tardaría años en recuperar. En el caso venezolano, las universidades han perdido el 43 por ciento de sus mejores docentes, unos porque se han ido del país, y otros porque se han tenido que dedicar a otras actividades, debido a que la docencia no les proporciona un salario suficiente para poder vivir con la calidad de vida que merecen. Todas las universidades públicas tienen insuficiencia presupuestaria que las amenaza con el cierre y las universidades privadas tienen los mismos problemas financieros, aparte del retroceso del nivel académico de sus docentes. Hasta hace unos años, muchos profesionales colocaban en los carteles de sus oficinas: “Egresado de la UCV”, o de la ULA, o de LUZ, como garantía de la calidad de su formación. En las mejores universidades del mundo, los egresados de algunas universidades venezolanas eran aceptados en los posgrados, sin examen de admisión. En el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, para posgrados en el exterior, los venezolanos eran considerados los mejores alumnos, por la calidad de su formación de pregrado. Pero para que las universidades puedan tener el mejor nivel académico, tienen que gozar de autonomía. En todos los países libres, las universidades son críticas de los gobiernos, porque sus profesores y científicos son, por naturaleza, críticos de la gestión pública. Las universidades autónomas garantizan la absoluta libertad de criterios. Resumen el pensamiento universal, en cuanto se refiere a la diversidad de creencias de todo tipo, así como la confluencia de corrientes científicas y políticas. Eso, para muchos gobiernos, es inaceptable y hacen todo lo posible por doblegarlas, suprimiéndole poco a poco las asignaciones presupuestarias. No las cierran, pero las asfixian lentamente, hasta que las obligan a cerrar sus puertas, o simplemente asumen su control, haciendo desaparecer su carácter de universidad para convertirla en una academia ideológica. En el exterior, un profesor universitario, solo con título de tercer nivel, gana por lo menos 3.000 dólares mensuales, mientras aquí no llega a 100. Eso ha provocado un éxodo de nuestras mejores mentes, perdiendo un capital humano que solo será posible reponer en varias generaciones.

CUATRO
Uno. En medio de las tribulaciones por la pandemia de Covid 19, el mundo le prestó poca atención al paso de un asteroide de más de 500 metros de largo y varios miles de toneladas de peso, a cinco veces la distancia de aquí a la Luna, que en términos siderales es cerquita. Esa roca se mueve a más de 120.000 kilómetros por hora, lo que significa que, si nos llega a golpear, sería un peñonazo descomunal, que según los expertos podría alterar la velocidad de rotación de la Tierra, aparte de terremotos, maremotos, tsunamis, y cambios climáticos desastrosos.

Dos. Logramos evitarlo durante décadas, pero finalmente terminamos involucrados en el conflicto colombiano, sin tener nada que ver con eso. Han perdido la vida numerosos compatriotas, en un problema que no era nuestro. Siempre se había dicho que en nuestro suelo había diversos grupos de la guerrilla colombiana, pero hasta ahora esa presencia era pasiva. La frontera venezolana era lo que los expertos en cuestiones militares llaman “zona de alivio”. Ahora es un combate directo entre nuestra fuerza armada y un grupo determinado de la guerrilla colombiana. No teníamos vela en ese entierro, y ahora tenemos que ponerles velas a nuestros muchachos muertos.

Tres. No va a quedar otra opción que sacar de circulación los billetes de baja denominación, porque persiste la negativa a aceptarlos, aunque las autoridades sancionan a quienes no los reciben. Pero es un problema pagar con esos billetes, porque un kilo de carne de primera son por lo menos dos pacas de cien billetes de 20.000. Para algunos establecimientos comerciales, es complicado manejar esos volúmenes de efectivo en billetes de baja denominación, como también es un problema que una persona cargue encima esos paquetes de billetes. Imagino que en la medida que aumente la circulación de los billetes nuevos, de más valor, irán desapareciendo los de baja denominación, que ya no compran nada.

Cuatro. No la vi en las redes, pero varios amigos me dicen que circuló la versión de que yo había pelado gajo, víctima del Covid. No sé si la versión fue divulgada de manera inocente, o con mala intención, pero lo cierto es que esta columna no la estoy enviando precisamente desde el más allá. Expreso mi agradecimiento a los panas y lectores que se preocuparon por mí. Gracias a Dios estoy sano, por supuesto cumpliendo con todas las medidas de protección personal, además de limonada bien caliente todas las noches, Ivermectina cada 20 días, y una hora de caminata diaria. Eso es probable que no sea garantía total contra un posible contagio, pero mientras llega la vacuna, es lo único que se puede hacer. Pelaré algún día, pero ¡no se me adelanten!

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