Opinión

Semana en domingo

Quienes se oponen al diálogo están en su pleno derecho de hacerlo.
domingo, 21 julio 2019

Futuro incierto
Poco a poco se disipan, arrastrados por la gravedad de las crisis de todo orden que padecemos, las posibilidades de que Guayana recupere algo de la actividad industrial que tuvo en el pasado y que la llevó a convertirse en una referencia mundial en esa materia. Ni remotamente hay recursos para hacerle las inversiones que requiere, y si llegara a ingresar algo sería para atender las prioridades, como los hospitales o en todo caso Pdvsa, que fue y debería volver a ser la gallinita de los huevos de oro. La crisis ha ido poniendo delante de la recuperación de Guayana una serie de necesidades prioritarias del país, y con ello se han alejado las posibilidades de recuperación de las industrias básicas y la economía de Guayana. Siendo pragmáticos hay que decir de manera descarnada que la Guayana industrial como la que fue en su esplendor, es cosa del pasado y un elemento para el estudio acerca de cómo el hombre convirtió en riqueza los recursos naturales de una región y cómo luego la llevó a la quiebra. Largo será el análisis de los errores cometidos en las políticas que llevaron a Guayana a la quiebra actual, pero uno que coloco entre los principales es que todos los gobiernos la han manejado con criterio de empresas públicas y no como empresas privadas que, aunque lo nieguen, es mucho más eficiente. Por eso el gobierno comunista de China es dueño de miles de empresas, pero exige a sus gerentes que las manejen con eficiencia y que arrojen utilidades tal como si fueran empresas privadas. Ese concepto de que no importa que las industrias pierdan dinero porque el dueño es el gobierno, que a la vez es dueño del petróleo, permeó hacia la dirigencia sindical que durante décadas les ha exigido mucho más de lo que permiten sus ingresos y que ha sido un elemento determinante en la quiebra técnica en la que están desde hace años. Empresas quebradas regalando un laptop a cada hijo de sus trabajadores, o televisores pantalla plana, son la mejor descripción de la manera como esas industrias fueron a la quiebra. Hubo y hay corrupción, pero el chorro es mucho menor que el desaguadero de recursos por el costo de las nóminas. El otro elemento es que las industrias nunca tuvieron autonomía para gestionar sus recursos, de manera que no podía realizar las inversiones que toda planta industrial necesita, y peor aún porque cuando disponían de algunos recursos, la presión sindical hacía que fueran destinados primero que nada al pago de beneficios adicionales al salario. Que la empresa pueda mejorar su producción invirtiendo parte de los recursos obtenidos por ella misma, nunca fue aceptado por los sindicatos que aplicaron el principio de “primero cobro yo”, en una versión moderna de las primicias que cobraban la iglesia y los señores feudales. Aquello de “diezmos y primicias” del medioevo, renació en Guayana. Y fue tal la presión sindical para que cualquier recurso financiero que lograra la industria primero que nada fuera aplicado al pago de beneficios extra salariales que un presidente de Ferrominera pagó con años de cárcel su decisión de destinar a ese fin unos reales que eran para mejoras técnicas en producción. De manera que para mí, muchos de quienes ahora claman para que el gobierno les invierta a las industrias básicas, en parte son culpables de su colapso. Como seguramente escribiría el Gabo, las viudas lloran el muerto que ellas mataron.

¿Qué hacemos entonces?
Varios amigos me cayeron encima porque escribí que hay que insistir en los diálogos como vía para lograr un cambio de gobierno. Eso lo argumenté, aunque por lo visto no aceptan esas razones. ¿Cuál es entonces la vía que proponen para lograr que Maduro acepte separarse del poder y abrir el paso a nuevas elecciones? Porque si ya lo hemos intentado por todas las vías imaginables y no lo hemos logrado, ni siquiera con Guaidó, ¿Qué hacemos ahora? Quienes se oponen al diálogo están en su pleno derecho de hacerlo, pero me imagino que tienen un Plan B y sería interesante que lo digan públicamente. Igual quienes critican a Guaidó porque supuestamente no ha hecho lo que prometió deberían decirnos qué es lo creen que él debió haber hecho, pero sobre que digan cómo lograrlo. Estoy por creer que es cierto eso que dicen, de que el peor daño a la oposición en este momento no lo está haciendo el régimen sino los propios dirigentes opositores y que la mejor muestra fue la que algunos dieron en Cúcuta, exhibido hasta la saciedad en las redes, tanto por el gobierno como por gente de la propia oposición. Está bien: no quieren diálogo, pero entonces digan ¿Qué hacemos? Y esa es la pregunta que se le atraganta a todos los venezolanos, incluyendo en buena hora a quienes votaron por Chávez y después por Maduro. Ya hasta las piedras saben que el gobierno hace tiempo que no tiene apoyo mayoritario de los venezolanos y por eso se niega a aceptar nuevas elecciones, Porque si lo tuviera, Maduro le taparía la boca a los gobiernos que se lo exigen aceptando que haya las elecciones que la oposición quiera. ¿Si tiene la mayoría que pregona, cuál es el problema para que haya nuevas elecciones, con todos los observadores que quiera la comunidad internacional?

El merey
En Guayana el merey es tan abundante que se puede decir que es monte, pero su semilla tostada la están vendiendo a precios realmente exagerados, por mucho que digan que hay que recogerlo, tostarlo y embolsarlo. Para los escasos turistas extranjeros que visitan la zona puede parecer barato, con el dólar libre a 8.000 bolívares. Pero incluso para ellos es caro, porque en Miami un frasco de plástico sellado al vacío, con semillas grandes y con peso de 1,2 kilos, cuesta 15 dólares, que al cambio son 120 mil bolívares. Aquí compro 20 bolsitas a 5.000 bolívares cada una y no llegan ni a medio kilo. Esto puede parecer intrascendente, pero no lo es porque eso está pasando con infinidad de productos que aquí son mucho más caros que en el exterior. Ganando salarios en bolívares nos ponen precios en dólares y con la pérdida de valor del bolívar, el salario es cada vez menor en dólares.

Uno
Poco a poco ha mejorado el suministro de gasolina, que estaba crítico hasta hace dos semanas. Las colas en las gasolineras son más cortas, aunque muchos conductores siguen haciéndolas para reponer diez litros o menos y tener el tanque lleno, por si acaso. La queja ahora es que las gasolineras no cambian sus filtros con frecuencia que y eso provoca fallas en los motores de los vehículos.

Dos
No se justifica en modo alguno el escandaloso precio de la avena, cuando una tonelada cuesta 170 dólares en los mercados internacionales. Eso significa que cada kilo cuesta 0,17 dólares, que son 1.360 bolívares, poniendo el dólar a 8.000. Agréguele el costo de importación, la transformación en hojuelas y la utilidad del inversionista, pero de ninguna manera se llega al precio que cuesta aquí. En otros países se compran dos kilos, con el precio que se paga aquí por una bolsita de 250 gramos.

Tres
Una amiga me dice que está indignada porque le cobraron 100.000 bolívares por traerle desde Caracas un blíster de pastillas anticonceptivas, que cabe en el bolsillo pechero de una camisa. Pagó 60.000 de Caracas hasta Barcelona y luego 40.000 desde allí hasta el terminal de Puerto Ordaz. Y me cuenta que le dijeron que debería estar contenta, porque lo normal es que una encomienda pague lo mismo que un pasajero, y en ese trayecto son 140 mil.

Cuatro
Ociosidades. Ni tan ociosas, porque la crisis hizo bajar la ocupación en hoteles y posadas en estas vacaciones escolares y ello obligó a que haya ofertas, que no ocurría desde hace años. En algunos hospedajes los descuentos son de hasta un 40 y 50 por ciento cuanto son varios días y en otros además no cobran por los niños. Pero el problema es que con esta pelazón, mucha gente no tiene cómo viajar, ni que haya ofertas.

 

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