Opinión

Semana en domingo

Los intelectuales izquierdosos siempre han escrito, durante más de un siglo, que los pueblos son despojados de sus riquezas minerales, por las grandes potencias industrializadas y las grandes corporaciones industriales.
domingo, 15 enero 2023

El fin del interinato
Lo pienso y lo repienso y no logro hallarle alguna explicación, y mucho menos el objetivo, de haberle puesto fin a lo que se llamó el “gobierno interino” de Guaidó. Porque en un principio muchos venezolanos sintieron que crecían las esperanzas de ponerle término al régimen chavista, luego de la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015. Pero con el paso del tiempo, el proyecto con Guaidó se fue diluyendo hasta quedar limitado al manejo de algunos activos de nuestro país en el exterior, no sin acusaciones de despilfarro y corrupción, como aquel incidente de varios parlamentarios opositores derrochando dinero con unas modelos pre pago en Cúcuta. A uno de ellos las autoridades colombianas le encontraron casi cien mil dólares en efectivo, que cargaba en su koala. Obviamente ese dinero provenía de los fondos que varios gobiernos donaron para financiar la lucha opositora en Venezuela. Cito este lamentable incidente, porque a partir de allí la imagen de ese llamado gobierno interino comenzó a perder simpatías en la población opositora, hasta que llegó un momento en el que a muchos venezolanos ya no les importaba lo que pasara con Guaidó y su gobierno interino. En la práctica, lo de Guaidó no debilitó de manera importante a Maduro, salvo que al principio y de manera temporal, numerosos gobiernos declararon que lo reconocían como presidente de Venezuela. Eso también se fue debilitando de manera gradual, hasta que la figura de Guaidó terminó siendo una especie de jarrón chino, porque varios gobiernos al mismo tiempo que declaraban que lo seguían reconociendo como presidente “legítimo”, mantenían contactos con Maduro, sobre todo en materia petrolera, como lo hace Estados Unidos. De manera que el fin del interinato de Guaidó es la crónica de una muerte anunciada, porque desde hace tiempo se sabe que eso no sirve para provocar un cambio de gobierno. Pero si eso no sirvió de nada en el objetivo de forzar la salida de Maduro, esto de acabar con el gobierno interino es un salto al vacío. Porque sustituirlo por un “gobierno parlamentario” es pasar de algo a la nada. Me imagino que Maduro estará muerto de la risa, viendo como sus adversarios siguen dando tumbos, mientras avanzamos a unas elecciones presidenciales que por lo menos en este momento no se ven claras para la oposición. En todo caso habría tenido más sentido acabar el interinato de Guaidó y sustituirlo por la ahora presidenta de esa asamblea opositora. Por lo pronto habrá que esperar para ver cuál fue el objetivo de los partidos que decidieron acabar con Guaidó, que por otra parte está anunciando que piensa medirse en las primarias de la oposición. Y la otra interrogante es qué reacción tendrá el gobierno, por un lado frente a los extremistas chavistas que están pidiendo que metan preso a Guaidó, y por el otro frente a la advertencia de Estados Unidos de que habrá consecuencias si lo encarcelan, incluyendo por supuesto ponerle término a la presencia de Chevron en Venezuela. Como decía el legendario Bob Canel: ¡No se vayan, que esto se pone bueno!

El dólar
Me acaba de ocurrir algo que se los cuento porque puede contribuir a entender una de las causas de que el dólar se haya disparado otra vez, luego de una pausa de unos meses. Hace unas semanas necesité comprar 200 dólares, que en ese momento estaba en 15 y algo. Llamo a un amigo y me dice que me los vende a 20 bolívares. Le digo que está muy caro y me responde que está subiendo y que pocos días después con seguridad estará en 20 o más. “Si te los vendo en 15 estaré perdiendo dinero cuando los tenga que reponer”. Es decir, el precio del dólar no es el del día sino el que se supone que tendrá unos días después. De esa manera, somos también nosotros los que contribuimos al alza del dólar y la devaluación de lo que queda en el valor del bolívar. Si esto no se detiene, indefectiblemente pudiera llegar el momento en el que habría que quitarle otros ceros a las cantidades expresadas en bolívares. Estoy seguro que todos los economistas chavistas saben que la solución sería dolarizar la economía, pero el gobierno se niega a aceptarlo por las gríngolas ideológicas que tiene, según las cuales el dólar es el enemigo al que hay que derrotar, porque es el símbolo del capitalismo. Y lo mejor de todo es que todos los chinos que viajan al exterior, lo que llevan en sus bolsillos o tienen en sus cuentas bancarias en China o afuera, son dólares. Y el yuan se mantiene estable frente al dólar, porque es un gobierno comunista pero su economía es tanto o más capitalista que la de Estados Unidos.

Las reservas de minerales
Los intelectuales izquierdosos siempre han escrito, durante más de un siglo, que los pueblos son despojados de sus riquezas minerales, por las grandes potencias industrializadas y las grandes corporaciones industriales. Pero ese lamento oculta la gran verdad de que esos pueblos, en la mayoría de los casos, no tienen las capacidades técnicas ni financieras para explotar e industrializar esos minerales. En el caso del modelo ideológico que nos gobierna, se paralizó casi totalmente la exportación de minerales primarios, pero también se acabó su procesamiento en el país a pesar de la carencia que hay de recursos financieros para atender las necesidades básicas de la población. Dicho en términos coloquiales, el gobierno ni lava ni presta la batea. Porque hay que ver la gran cuantía de reservas de minerales que quedan en el país, y la inmensa cantidad de recursos financieros que su aprovechamiento pudiera producir. De esas riquezas, lo único que se está explotando es el oro, porque es lo más sencillo y tiene valor solo al sacarlo de la tierra. Que si tuviera que ser procesado para darle valor, probablemente también lo dejarían en el subsuelo, como el hierro, bauxita, caolín, mica, coltán, cal, níquel, carbón, y otros tantos minerales con los que nos dotó el Creador. Un pueblo miserable sobre uno de los subsuelos más ricos del mundo, aparte del petróleo.

CUATRO
Uno. Chevron finalmente comenzó a llevar a sus refinerías en Estados Unidos el petróleo que está explotando en nuestros yacimientos. No hay precisión acerca del tipo de negocio que se está haciendo con esta transnacional, pero al parecer se trataría de un canje de crudo por diluyentes para alivianar lo que se explota en la Faja del Orinoco, que también se traen desde Irán, pero los de Estados Unidos son de mejor calidad. Chevron trajo un buque de gran capacidad pero no pudo entrar al lago por la Barra de Maracaibo, debido a bajo calado por falta de dragado. Ese buque fue anclado entonces en Aruba, en donde es cargado por buques medianos, hasta que se llena y emprende viaje hasta la costa del Golfo. Chevron también se encargó del mejorador de PetroPiar, que aliviana los crudos extraídos en la Faja. Según los expertos, la exención de las sanciones norteamericanas que le permite a Chevron trabajar en Venezuela, establece que esa empresa no puede pagarle con dinero al gobierno, por el crudo que se lleva, aunque de todas maneras lo ayuda a alivianar los crudos de la Faja, que el gobierno sí vende y cobra.

Dos. Un amigo que desempeña un alto cargo en el gobierno, me dijo que la tranca para llegar a rápido acuerdo con los sidoristas que bloquearon la entrada y salida de Ciudad Guayana exigiendo mejores salarios, es el temor de que esa situación se replique en otras empresas básicas y en el resto de los casi 3 millones de empleados públicos. Es como si con los sidoristas se estuviera negociando el contrato colectivo de todos los trabajadores del Estado. Igual pasa cuando el gobierno negocia el contrato de los trabajadores de Pdvsa, que sirve de referencia para que todos los otros sindicatos pidan sus incrementos de salarios.

Tres. Detesto referirme a cuestiones personales en mis columnas semanales, pero en esta oportunidad debo hacerlo porque ya en varias ocasiones he sido señalado como chavista o “camaleón”, adjetivo este con el que se denomina a quienes cambian de bando según sea su conveniencia. Esta semana, un amigo me contó que en una reunión pública se me acusó de chavista disimulado y amigo de jerarcas del gobierno. Al respecto creo que no tengo que insistir mucho en mi definición política, porque mis escritos hablan por sí solos desde que comenzó esta era chavista. En cuanto a mis amistades debo decir que no reniego de ellas, cualquiera que sea la ideología de cada uno. Soy amigo de Francisco Rangel, como lo fui de Aristóbulo Istúriz, al que conocí siendo yo director de información de la gloriosa Federación Venezolana de Maestros, de la que él era directivo. No elijo mis amistades por su militancia política, porque creo que la amistad tiene que estar por encima o al margen de la creencia ideológica de cada uno. De manera que una vez más declaro que considero que este gobierno es una desgracia para los venezolanos y que ayudaré en cuanto pueda a cambiarlo y restituir en nuestra patria una verdadera democracia en la que quepamos todos, incluyendo a los que sigan siendo chavistas.

Cuatro. Esta Navidad sentí mucha tristeza al recordar lo que fueron las navidades cuando la gran industria de Guayana estuvo en su apogeo y ver el estado actual de nuestra economía y cómo está nuestra ciudad. No pude evitar que la nostalgia me invadiera y al comentarlo con algunos amigos, me dijeron que era el mismo sentimiento que ellos tenían. Y no puede ser de otra manera, porque comencé a escribir esta columna semanal en el año 84, cuando el desarrollo de Guayana estaba en pleno auge, hace ya 39 años. Y hay que ver lo que ha pasado desde entonces, sobre todo desde que el pueblo cometió esa gran equivocación. Nada queda de todo lo que fue aquello, salvo los gratos recuerdos de esa gran Guayana. Y con mucho pesar me veo obligado a comenzar a pensar que pueden tener razón los muchos amigos que me dicen que deje de soñar con que esa Guayana vuelva, porque eso ya no va a ser posible. Hay una posibilidad de que puedan tener razón, pero yo seguiré sosteniendo que Guayana sí tiene futuro. Puede que sea un sueño, pero si es así, soy feliz soñando.

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