Semana en domingo
El Proyecto Guayana
En las dos últimas décadas del siglo pasado, el desarrollo industrial de Guayana llegó a ser considerado uno de los más importantes del mundo, y en varios rubros entre los tres primeros del continente americano, solo detrás de Estados Unidos y Brasil. Este clúster industrial fue posible gracias a que hubo un proyecto inicial, que se fue cumpliendo paso a paso, muy bien engranados uno tras otro. Primero, la generación de energía, seguida del montaje de las distintas industrias que se complementaban entre ellas. Por una parte las extractoras de minerales primarios, luego las productoras de metales primarios y los transformadores. Y paralelamente, el crecimiento de ciudades, impulsadas por los miles de nuevos empleos que generaba el desarrollo industrial. Desde aquel proyecto inicial sesentero, de la naciente CVG, en 40 años Guayana fue una referencia mundial en materia de desarrollo industrial. Hoy, a 60 años de aquel inicio, Guayana requiere repensar su proyecto para que se defina su futuro. En muchas películas hemos visto ciudades fantasmas en Estados Unidos, porque se agotó el oro por el que nacieron y por el que murieron. Sus habitantes las abandonaron porque ya no había de qué vivir. Este ejemplo lo cito porque mucha gente me dice que hay que irse de manera definitiva de Guayana, porque aquí ya no hay presente y mucho menos futuro. Me plantean la imagen de una Guayana condenada a muerte, en la que solo es cuestión de tiempo para que la abandone el último de sus habitantes. Pero yo sigo sosteniendo que Guayana conserva intactas muchas ventajas comparativas y que, con buenos proyectos, puede tener ventajas competitivas que nos permitan volver a acceder a los mercados internacionales. Los vuelcos que ha dado la industria mundial, con el impacto del factor ambiental, los altos precios del petróleo y la electricidad, los altos costos del transporte marítimo de las materias primas Etc., han potenciado las posibilidades industriales de Guayana. Hay una creciente tendencia, que apunta a que en pocos años será mucho más ventajoso industrializar los minerales primarios, lo más cerca posible de los yacimientos, como igualmente transformar inicialmente los metales primarios, lo más que se pueda en el país de origen, antes de llevarlos a los países que disponen de las avanzadas tecnologías para su transformación final. Hay abundante literatura técnica acerca de estas tendencias, que plantean una gran posibilidad para que Guayana se haga presente de nuevo en el mundo industrial. Todo tiene que comenzar por la definición de un proyecto elaborado técnicamente. En este aspecto hay que apartar a un lado ese estilo de elaborar los proyectos en asambleas partidistas, a grito pelado, y aprobando las propuestas que sean más aplaudidas. Eso ya se hizo, y aquí están los resultados. Pasado ese jolgorio, lo que queda es el viento agitando los jirones de las instalaciones industriales desmanteladas. Por aquí pasó el huracán revolucionario, y lo barrió todo. Pero no hay tiempo para lamentos. Guayana no está para lloriqueos de lo que ya murió. Lo que hay que hacer es barrer los vidrios rotos, y sentarse a pensar en cómo arrancar de nuevo. De eso he hablado, y seguiré hablando, en cuanto evento me invitan. Repetiré, hasta que tenga garganta, que Guayana sí tiene futuro. Y no se trata de un sentimiento solo emotivo, porque he citado en innumerables oportunidades las grandes reservas de minerales, entre ellas de oro, el potencial hidroeléctrico del Caroní, el Orinoco como vía que nos conecta al mundo, la ubicación geográfica, y por encima de todo su gente dispuesta, como se dice en criollo, a echarle pichón a lo que sea con tal de revivir a esta Guayana tan querida. Ya lo he escrito: Que tomen la decisión política, que lo demás lo hacemos nosotros.
¿Y entonces, en qué quedamos?
Por estos días, en el alma de muchos venezolanos se mueven sentimientos encontrados. Por una parte hay como una brisita fresca, porque en muchos aspectos las cosas han tenido una cierta mejora. Se ven lejos aquellos días en los que perseguíamos un bulto de papel tualé o una paca de harina Pan. Salimos de ese sótano, pero estamos lejos del nivel en el que vivimos antes, aunque la mayoría compara lo actual con lo peor de la crisis. Visto desde aquella crisis, sobre todo de desabastecimiento, es innegable que estamos mucho mejor, aunque muchos se nieguen a reconocerlo. Esa negativa parte de que si se acepta que las cosas están mejorando, significaría que Maduro se la está comiendo al frente del país. Pero una cosa no tiene nada que ver con la otra, porque la reactivación económica está muy lejos de ser una obra del gobierno. Es más, hay economistas que están diciendo que es todo lo contrario: no solo no es gracias al gobierno, sino A PESAR, del gobierno, porque hay que ver lo que han hecho las políticas oficiales contra la economía, y sin embargo ha logrado sobrevivir. Pregunto entonces ¿En qué quedamos? Porque por una parte la gente quiere que las cosas mejoren, pero al mismo tiempo no quieren que mejoren porque piensan que si eso pasa, Maduro se queda. Eso acaba de pasar con el incendio de una laguna de tratamiento de desechos, en la refinería Punta Cardón, en el Complejo Paraguaná. Mucha gente está contenta porque se ha ido normalizando el abastecimiento de gasolina, pero al mismo tiempo se alegran cuando hay algún evento que afecte al gobierno, como el incendio en una refinería. Es decir, no quieren que haya colas en las estaciones de servicio, pero quieren que al gobierno se le echen a perder las refinerías. Igual con el Covid: Muchos no se quieren enfermar, pero sí quieren que las cifras de contagios crezcan, para acusar al gobierno de que fracasó en controlar la pandemia. ¿Quién entiende?
Hidroelectricidad más arriba de Guri
Me preguntan por el potencial hidroeléctrico del Caroní, aguas arriba de Guri. Primero habría que terminar los trabajos de Tocoma, que agregaría más de 2.000 megavatios. El Bajo Caroní, entre Guri y Macagua, tiene una capacidad instalada total de 17.000 megavatios. Arriba, técnicos de la vieja Edelca, identificaron tres sitios con potencial hidroeléctrico: Tayukay, Aripichí y Aito Barima. A estas alturas, si Edelca existiera, seguro que esos estudios estarían culminados y ya sabríamos cuál es su potencial de generación. Lamentablemente Edelca fue engullida por Corpoelec y todos esos proyectos fueron a parar a alguna gaveta. Estando en Edelca, escuché a varios técnicos hablando de otros sitios eventualmente explotables, aunque no comparables a las centrales del Bajo Caroní. En algún momento futuro, probablemente esos estudios serán reactivados, aunque hay expertos que dicen que no es recomendable que en el consumo de un país, la electricidad de origen hidráulico supere en mucha medida a la termoeléctrica o de otro origen renovable. El riesgo es que un fenómeno natural, como El Niño, reduzca mucho el caudal del río, y eso provoque una baja sensible de generación, como pasó en nuestro país en los años 2009 y 2010. Con un potencial de 17.000 megavatios en el Bajo Caroní, y suponiendo que desde Guayana se aporte el 50 por ciento, el consumo del país tendría que crecer hasta más de 30.000 megavatios, para que se haga necesario avanzar en otros proyectos en el Alto Caroní. Por estos días, según cifras extraoficiales, el consumo es de 15.000 megavatios. Eso, suponiendo que se hagan las inversiones necesarias para aumentar la capacidad de transporte de electricidad desde Guayana hacia el resto del país, que en este momento está en el máximo posible, alrededor de unos 8.000 megavatios según los técnicos.
CUATRO
Uno. El país necesita reorganizar varios entes oficiales, porque en muchos asuntos públicos hay organismos que se superponen unos sobre otros. Por ejemplo: en estos días se anunció que la CVG pasó a la gobernación el Parque La Llovizna. Lo primero que hay que preguntarse es ¿Qué relación tiene el desarrollo industrial con un parque natural? Lo lógico, a primera vista, es que en todo caso ese parque sea de la Alcaldía, o del Instituto Nacional de Parques, organismo que por otra parte, si solo se ocupa de los parques nacionales, debería llamarse entonces “Instituto de Parques Nacionales”. Por lo visto ahora, entre las responsabilidades de la gobernación, también está el mantenimiento de parques en el interior de las ciudades. Por supuesto que La Llovizna tendrá mejor mantenimiento, porque la CVG lo había abandonado, pero me refiero a que cada organismo debe tener bien definidas sus responsabilidades, y cumplirlas.
Dos. La venta de artículos de atención médica y medicinas, en las afueras de los hospitales, nació a raíz de que en muchos de estos centros de atención pública no los hay, y los familiares de los pacientes no tienen cómo salir a buscarlos y prefieren comprarlos allí mismo. Hay que perseguir y castigar a quienes se los roban en los hospitales, para venderlos, pero eso no debería significar que se impida que los familiares de un herido, por ejemplo, puedan comprar allí mismo, en las afueras del hospital, lo que necesitan para que atiendan al paciente. Es un hecho innegable que en los hospitales hay escasez de insumos y artículos médicos, así como medicinas, y mientras eso sea así, habría que facilitarle a los familiares de un enfermo, la posibilidad de comprar lo que sea necesario para atenderlo. Porque hay que ver lo que significa que alguien, sin carro, tenga que salir a buscar algún implemento médico, o una medicina, a media noche, para salvarle la vida a un familiar enfermo.
Tres. Numerosos amigos y conocidos se han enfermado de Covid en estas últimas semanas, teniendo hasta tres dosis de las vacunas. Ya los expertos habían dicho que las vacunas no eliminan totalmente la posibilidad de contagio, sino que hacen que la enfermedad sea benigna. Pero sé de casos en los que, estando vacunados, el Covid provocó otras complicaciones, y al final no lo pudieron superar. Por eso creo que lo mejor es que sigamos usando la mascarilla en donde pensemos que hay peligro de contagio. No cuesta nada y puede evitar mucho.
Cuatro. Cada semana ocurren hechos violentos en el sur de Guayana, relacionados con el oro, que evidencian que se trata de una tierra sin ley. Ya no siquiera se puede decir que es la ley del más fuerte, porque allí están presentes los militares y otros organismos de seguridad del Estado, y sin embargo el que campea es el delito. El control de la explotación de oro está casi todo en poder de grupos armados irregulares, nacionales y extranjeros, que han suplantado al Estado. Aparte de lo que tiene que ver con la seguridad pública y la violación de nuestras leyes, se trata de un asunto de soberanía, de la que tanto le gusta hablar al gobierno. Porque es obvio que nuestra soberanía no llega hasta las minas de oro del sur de Guayana.
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