Semana en domingo
Rumba en la cima del Kusari. La saga
Si vamos a hablar de la protección del ambiente en los parques nacionales, lo primero que hay que hacer es poner orden en la pea, porque se quiere ser exquisito en algunos, mientras en otros parques no hay ley ni control que valga. Los primeros abusadores, en los parques nacionales, son los que tienen poder político o económico. Ya cité la semana pasada, los casos emblemáticos de la mansión de los Cisneros en un cayo del archipiélago Los Roques, y la de González Gorrondona, en pleno cerro El Avila, en Caracas. En este gobierno han sido hechas grandes casas en el Gran Roque, en Morrocoy, y en otros parques nacionales, sin que hayamos visto acción alguna por parte de las autoridades correspondientes. Son diarios los viajes a la cima del Roraima, que si a ver vamos, para los pemones tiene carácter mucho más sagrado que el Kusari. Y muchos de los guías y auxiliares para esos viajes, son precisamente indígenas de esa etnia. En varias épocas del año, a finales de diciembre y comienzos de enero, como en vacaciones de carnaval, semana santa y septiembre, son masivas las romerías a la Gran Sabana. Son decenas de miles de visitantes, que dejan allí grandes cantidades de orina, materia fecal y basura, aparte del ruido que perturba la tranquilidad que necesitan las especies naturales en esas zonas. Una vez bajé desde Kavanayén hasta la orilla del Karuai, creyendo que allí habría tranquilidad para disfrutar unos días. Me encontré cientos de vehículos, y calculo que cerca de mil personas, con equipos de sonido, haciendo comida en parrilleras y hasta cocinas a gas, e ingiriendo licor como locos. A los pocos días tuve oportunidad de sobrevolar esa zona en un helicóptero de Edelca, y lo que habían dejado era un basurero inmenso, y las huellas del desastre hecho por los todo terreno en la vegetación. Cualquiera que sobrevuele La Gran Sabana puede apreciar las marcas dejadas en la vegetación, por los vehículos que se salen de las vías, aprovechando que se trata de hierba de poca altura, que es muy frágil. Es un daño permanente, provocado por los cauchos de los vehículos de doble tracción, que está a la vista de todos. Pero en donde es más que evidente que se hacen los locos en materia ambiental, es en la masiva explotación minera tanto en los parques nacionales, como fuera de ellos. Dentro del parque nacional Canaima hay mineros destruyendo el ambiente y fuera de esa zona, en todo el sur de Guayana, el desastre ambiental es irreversible, ante la mirada cómplice de las autoridades. De manera que, si se trata de establecer prioridades en las investigaciones por daños ambientales, hay muchos casos que deberían estar antes de lo del Kusari. Que no es que se investigue si esa rumba provocó daños ambientales, pero observo que mientras le ponen el foco a eso, se están haciendo los locos con otros casos mucho más graves. Es una especie de pote de humo, para intentar tapar los otros daños ambientales, como la minería del oro.
Producir aluminio en Guayana
La mayoría de los expertos coinciden en que el aluminio podría quedarse con un precio alrededor de 3.000 dólares la tonelada, debido a los altos costos de la electricidad, y al hecho de que la mayoría de los países no disponen de excedentes de esa energía, como para destinarla a alimentar las celdas que producen aluminio. Siempre recuerdo que para producir una tonelada de aluminio se requiere un promedio de 15.000 kilovatios. Para tener una idea de la magnitud de esa cantidad de electricidad, bastaría decir que el consumo promedio mensual de una familia, en casi todo el mundo, ronda los 300 kilovatios mensuales, lo que significa que una tonelada de aluminio necesita el equivalente al consumo eléctrico de una familia durante 50 meses. Venezuela tiene el más alto consumo de electricidad per cápita anual de América Latina que, en 2019 antes de la pandemia, fue de 2.700 kilovatios. Eso significa que una tonelada de aluminio equivale al consumo eléctrico de un venezolano durante cinco años y medio. Por eso muchos países están obligando al cierre de las reductoras de aluminio, porque toda la electricidad que pueden producir, deben destinarla al consumo humano. Esto le abre una extraordinaria oportunidad a la industria del aluminio en Guayana, en donde todavía hay la posibilidad de aumentar la generación de hidroelectricidad, mejorando las plantas existentes, pero sobre todo terminando la construcción de la central Tocoma, en donde se pueden generar más de 2.000 megavatios. Con el precio por debajo de 2.000 dólares la tonelada, podrían tener razón los que alegan que en ese nivel no es rentable producir aluminio, pero ya en torno a 3.000 dólares, el negocio se vuelve rentable, además del efecto revitalizador que eso tendría en la economía de Guayana. Hace unos años, técnicos de Venalum plantearon un proyecto para bajar a 1.000 dólares el costo de cada tonelada. No se logró esa meta por la oposición de los sindicatos a reducir el costo en mano de obra, pero se bajó bastante en otros costos y se mejoró mucho la eficiencia en el uso de materia prima e insumos. Algunos expertos estiman ahora que el negocio del aluminio pudiera generar más de 1.500 millones de dólares anuales en Guayana. Tenemos bauxita, una planta de alúmina, otra para producir ánodos de carbón, una hidroeléctrica a medio camino y mano de obra calificada en la industria del aluminio. El capital lo podemos gestionar con las mismas transnacionales que están siendo obligadas a cerrar sus plantas de aluminio en varios países. Es cuestión de tomar la decisión política. Lo demás lo hacemos en Guayana.
No me voy de Guayana
Llegué a Guayana en el año 80 cuando, como muchos venezolanos, me sentí atraído por el pujante desarrollo de esta maravillosa región. Era director de asuntos públicos de Corpoindustria, y como tal me tocó organizar la inauguración de obras civiles y plantas industriales, financiadas por esa corporación, muchas de ellas con la presencia del Presidente Herrera. Aquí Corpoindustria construyó una serie de galpones para la pequeña y mediana industria. Vine a inaugurarlos, y me atrajo la pujanza de su gente. Logré ingresar en Edelca, como asistente al jefe de información en el proyecto de ampliación de Guri. Estuve en Edelca hasta finales del 84, y de allí paseé al Correo del Caroní, en donde llegué a ser jefe de redacción, al lado del gran amigo Cruz Echenique, hasta que en el 88 me retiré al ejercicio libre de la profesión, hasta ahora. Tengo varios años entre Ciudad Guayana y Caracas, por exigencias profesionales, pero no tengo pensado abandonar Guayana, en donde tengo ya 42 años. Mucha gente se ha ido, afirmando que “aquí ya no hay vida”, pero pienso lo contrario. Ahora hay mucho mejores oportunidades para el desarrollo industrial de Guayana, por la cantidad de ventajas comparativas que tenemos, mientras en otros países la industria se hace cada vez más complicada. Voy a decir como aquel empresario de seguros, Orlando Castro: Aquí estamos y aquí seguiremos. Sigo apostando a que Guayana sí tiene futuro.
CUATRO
Uno. Mucha gente está actuando como si ya el Covid hubiera desaparecido, cuando la realidad es que sigue enfermando y matando, aunque la cifra de nuevos contagios haya descendido un poco. Es cierto que la nueva cepa Ómicron es menos letal y que muchos contagiados pasan la enfermedad casi sin síntomas, como un resfriado común, pero hay varias cepas de este mismo virus, y no hay garantía de que el contagio sea con las menos virulentas. Por eso no se deben abandonar las medidas de protección, como el uso de mascarillas, lavado de manos, y la precaución en reuniones en sitios cerrados, o fiestas familiares o de amigos. El peligro no ha pasado.
Dos. La gran deuda del gobierno nacional con Guayana, es el saneamiento de las zonas mineras del oro, hoy en manos de bandas armadas nacionales y extranjeras. Ese es un problema de soberanía, porque la realidad es que el gobierno no tiene el control de parte del territorio nacional. Algunos opositores dicen que no es que no tenga el control, sino que lo comparte con grupos armados, con afinidad ideológica, pero eso tampoco se puede aceptar. Guayana y el país, necesitan recuperar esas zonas mineras, porque no se puede seguir tolerando que sus riquezas sean explotadas y llevadas al exterior, ante la actitud cómplice de quienes están obligados a protegerlas.
Tres. Ha mejorado algo el suministro de gasolina, pero sigue estando muy lejos de la normalización. Y no hay suficiente gasolina, pero las autoridades siguen empeñadas en decomisar los envases que alguien pueda llevar cuando viaja hacia o desde el estado Bolívar, precisamente porque no hay suficiente abastecimiento. Entiendo que eso se pudiera justificar si es una cantidad exagerada de gasolina en pimpinas, pero si alguien lleva por ejemplo un envase de 25 litros, por si acaso, no creo que eso se pueda considerar un delito.
Cuatro. Conocí de cerca a Edith Salcedo, “La Negrita Cariñosa”, cuando hace ya unos cuantos años, yo vivía en un anexo en La Campiña, en Caracas, alquilado a una extraordinaria mujer llamada Mirjhana Tomjenovic, que era una modista muy bien relacionada con la alta sociedad. Mirjhana vestía a Edith, y con mucha frecuencia la veía en esa casa. En esos años, era una artista muy bien cotizada, tanto en Venezuela como en países vecinos y hasta en Japón, en donde actuó en varias ocasiones. Siempre alegre y muy simpática, trataba a todo el mundo con mucha cordialidad.
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