Sabios y necios
“Hay de todo en la viña del Señor”, reza el refrán. Y es cierto. En este momento que nos ha tocado vivir, hay para todos los gustos.
Las lecturas dominicales empiezan a asomar un tema muy decembrino. Es decir, la vigilancia porque el Dueño de nuestras vidas está por venir este año nuevamente. La invitación es muy concreta: hay que ser pacientes activos. El símbolo del que se vale el evangelio para hacernos entender todo esto es el de los ojos abiertos. Y los ojos abiertos son la señal inequívoca de que cuando llegue nuestro Señor Niño, nos encontrará con que lo estábamos esperando. Mantenemos la vigilancia, la moral alta y la esperanza bien nutrida.
Es propio de sabios conservar una actitud como la apenas descrita; es propio de necios (ignorantes) hacer lo opuesto.
La sabiduría no se cansa
Al leer el pasaje del libro de la Sabiduría, correspondiente al domingo próximo, llama la atención que esté escrito en tercera persona y que se le atribuyan a la Sabiduría cualidades humanas: la sabiduría se sienta a la puerta, a la espera de que el hombre madrugador la encuentre; va y viene a nuestro lado, se nos acerca en nuestro caminar y está en cada pensamiento. La Sabiduría es radiante y “joven” para quienes la aprecian.
Que la sabiduría aparezca en “tercera persona” quiere decir que no nos pertenece, sino que nos es dada, es un regalo que recibimos. Obvio: recibimos lo que buscamos. Hay que apreciarla, buscarla, meditamos sobre ella, hacemos vigilias a su favor. Es decir, nos esforzamos por alcanzar la Sabiduría.
A diferencia de otros esfuerzos y actividades humanas, la búsqueda de la Sabiduría no nos cansa y, lo mejor de todo, esta búsqueda nos libera de toda preocupación. El empeño nos hace sabios.
El novio tarda en llegar
La parábola dominical se refiere a la llegada del Reino de Dios, representado en el banquete de bodas y en la presencia del novio (que no es otro que el mismo Jesús), y al “Juicio Final”, simbolizado con los dos grupos de cinco doncellas cada uno.
Se ha celebrado una boda, y el cortejo compuesto por las diez doncellas está a la espera de la llegada del Esposo (no se menciona en ningún momento a la novia), pero éste tarda en llegar, con lo que las chicas se quedan naturalmente dormidas. Finalmente, se anuncia la venida del Esposo y un grupo de doncellas se halla sin aceite en sus lámparas (sinónimo de que no han sabido ser pacientes activas), y deben ir a comprar más; al regresar a la fiesta, no se les permite el acceso al banquete. Se quedaron fuera.
Todo esto es una metáfora. El Señor regresará, y debemos prepararnos para recibirlo; debemos estar listos para recibirlos. Ello implica constancia, para que el deseo de soluciones inmediatas no nos consuma, pero también supone ser sabios, para que el aceite que mantiene encendida la lámpara de la inteligencia, no se agote.
Los estragos provocados con las desacertadas medidas socioeconómicas y políticas, y el peso que ha venido a sumarse con el COVID-19, desgraciadamente no desaparecerán en las inmediatas, sobre todo porque los intereses de los dirigentes políticos no coinciden con los de la mayoría de nuestro martirizado pueblo. Este estado de cosas nos pide Sabiduría, muchísima Sabiduría.
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