Opinión

Rendir cuentas

La moraleja del domingo pasado fue “no decaer, esperar pacientemente, estar vigilantes”.
jueves, 12 noviembre 2020

Las parábolas son narraciones tomadas de la vida diaria; se cuentan parábolas para transmitir un mensaje o una moraleja para provecho de los oyentes. Pero es el oyente quien debe “descifrar” ese mensaje, desde el momento que está viviendo: escucha la historia y la aplica a la propia vida.

No solo vigilantes, sino también productivos

El domingo pasado, la lectura del evangelio dijo que hubo un matrimonio y que el novio tardó en llegar al banquete. Este domingo próximo leeremos que hubo un señor que sale de viajes, dejando parte de su patrimonio a tres empleados para que lo inviertan y así lo multipliquen.

Al poco tiempo, regresa y llama a sus dependientes para que le rindan cuentas de lo que hicieron con los talentos. Los dos primeros respondieron de acuerdo a las expectativas del señor, mientras que el tercer empleado devolvió el bien del mismo modo que lo recibió, sencillamente porque lo ocultó bajo tierra.

La moraleja del domingo pasado fue “no decaer, esperar pacientemente, estar vigilantes”; el mensaje del domingo próximo es “mientras esperas, dedícate a producir, a trabajar, a invertir”. Es decir, para cuando nuestro Señor vuelva, ojalá nos encuentre con que lo esperábamos con los ojos bien abiertos y sin dejar de trabajar.

A ejemplo de las mujeres

Sin pretensión de convertir este comentario en una “guerra de los sexos”, constato cómo en las distintas realidades que me ha tocado vivir, he podido observar que las mujeres concretan muy bien lo dicho más arriba. Quizá se deba a que ellas tienen la capacidad de “cargar” con una vida en su seno, y darla a la luz.

El libro de los Proverbios la describe tal como es, si bien no le haga justicia del todo, pues su “valía” está relacionada con la atención que le dispense al marido. Sociedad machista, pues.

Quedémonos con lo bueno: la mujer está por encima de las cosas materiales, es digna de confianza, apoya a su compañero de vida. La mujer gestiona su hogar, sabe “estirar el dinero” para adquirir bienes, y los sabe procesar. Ella es artífice incluso de muchas dinámicas que ocurren en el hogar. Pero no solo; ella es capaz de abrir sus manos para compartir con los más necesitados y pobres que ella.

Esta descripción representa la actitud con que debemos esperar el regreso de Jesucristo.

El señor de los talentos

El domingo próximo es probable que muchos predicadores enfaticen la imagen de los talentos, en el sentido de que los seres humanos recibimos unos dones junto con la invitación de parte de Dios, y compromiso nuestro, de ponerlos a producir para que, cuando el señor regrese, nosotros le mostremos las manos llenas de todo el bien que hicimos en su ausencia.

Personalmente, prefiero privilegiar que, tomando en cuenta lo apenas afirmado, nuestro compromiso con el señor de los talentos tiene que ver con la imagen y la relación que tenemos de él.

El último de los hombres de la parábola no multiplica el don recibido, sencillamente porque tiene miedo de su señor. La imagen que tiene del señor lo paraliza, y espera su regreso, pero sin producir, sin trabajar; este hombre no enterró solamente el talento, sino que se enterró a sí mismo.

Porque estamos a la espera de nuestro Dios, la pregunta es obvia: ¿Qué Dios esperas venga a tu vida, una vez más, este año? Espero que sea un Dios digno de confianza, como la mujer de la primera lectura.

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