Remolinos de inmigrante: “Va y viene, vuelve otra vez….”
Un mar de fondo los trajo a su esposa y a él, allende los mares, buscando respuestas a otras alternativas de vida, y sentir los dos, a través de experiencias de gente: Lo que es ser abuelos en otras tierras, lejos de la que los vio nacer.
Ahora como emigrantes forzados y devenidos del “Insilio” transformado luego en Exilio. Salir del “encierro/destierro dentro de uno mismo”, como un remolino de lava ardiente: “Va y viene, vuelve otra vez”.
Con el paso de los días, extasiado él veía a lo lejos el impresionante remolino ofrecido por el mar océano “Vuelta y vuelta y otra vuelta” – El agua se enredaba sobre sus hilos transparentes al inicio del día y poco a poco oscureciéndose con el arenal de pensamientos enlazados en el nocturnal conteo de las ovejas: 1,2,3,4,5, 6,…200,……y más.
El ir y venir de la marea ponía en movimiento más intestino la corriente de círculos concéntricos y cercanos, pero no acoplados al remolino de ideas, deseos, tristezas, amor, recuerdos, sinuosidades del destino, incertidumbres del presente y del futuro. Todo ese movimiento cíclico en un nicho cerrado: el cuarto.
Qué paradoja, un cuarto con la claridad de sus paredes y con la luz de días soleados, se convierte en el encierro de las ideas y el vericueto de un camino no alcanzado. De la libertad no lograda y del remolino de comenzar y nunca terminar. Es pensar en un “ascensor” que avanza horizontalmente. Luego, ni sube ni baja. Sólo da un paso adelante y otro hacia atrás. Eran los pininos de un nuevo y escabroso sendero: el de inmigrante.
“Remolinos de inmigrante” que caen hacia precipicios verticales e inclinados, de forma cónica y concéntrica, causa y consecuencia del choque de corrientes de aguas vertiginosas, olas tormentosas, libertinas, contra el cristalino, calmado y puritano oleaje huérfano de Patria: “Vuelta y vuelta y otra vuelta más”.
En oportunidades, muy cortas, cree tener movimientos casi rectos, pero alucina, zigzaguea, se percibe como aquellas cortinas que juguetean con el viento, haciéndolas ver como cascadas de elucubraciones del ir y venir de los recuerdos, su cuerpo, segregaba torrentes de gotas de agua salada por cada poro.
El “encuartado”, en su tribulación, hace memoria de sus experiencias limitadas de poeta, más bien de lector de poesías en sus amoríos de juventud, al criticar y reflexionar lo contradictorio de las palabras en verso dichas por José Martí durante su exilio en New York, “Sin patria, pero, sin amo”, por allá en 1891, en contraste con lo expresado por Rafael Saumell, “Sin amo, pero con Patria” (2006).
Así, confundido o “enredado”, lo absorbe la melancolía, se embute de ansiedad, está desequilibrado, intolerante consigo mismo y con los demás. Así se encuentra el abuelito Simón.
Se acuesta, se levanta. Enciende el televisor, ve alguna película interesante o no. Camina con desasosiego a lo ancho y largo del cuarto. Por cierto, que ese recinto es un cuadrado “perfecto”.
Trata de enterarse de las noticias del mundo y de su pobre país rico. Llora desconsoladamente. Ríe, se carcajea de sus propios chistes. De pronto, habla y discute consigo mismo. ¿Su vida?: ¡una verdadera tragicomedia!
Y va y viene, adelanta y retrocede, come, duerme, se baña y luego vuelve a la cama, duerme, no sueña, sueña, piensa y no piensa, despierta, se levanta, va al baño, no se da cuenta que es tan sólo el algoritmo de movimientos de un simio para asirse firmemente a las ramas y protegerse de sus depredadores.
Desde la altura de su cuarto, asomado al ventanal insiste en otear que esa marea cual espada sarracena corta cada espacio del mar con el afán de acercarlo, y así besar con fuerza y pasión la orilla de la playa y luego volver pretéritamente a su andar…. Esa tierra, su orilla, al fin y al cabo, son las paredes de su cuarto, su ventanal, su puerta, la cama, el televisor y tres celulares. “Vuelta y vuelta y otra vuelta más”, es el remolino de una larga vida, ahora dentro de un cuarto, y nada más. Está en el vórtice del remolino, sus movimientos son interminables espirales sin final.
Pero, no todo ha sido malo para el abuelito. El remolino de la vida, el destino, le trajo cual un pedacito de cielo un primoroso bebé, un nuevo nietecito, una luz radiante hecha niño. Pequeñín, que desde sus primeros pininos, según su mamá: – “…sus bracitos abiertos son el símbolo de mayor alegría. Él lo sabe comunicar muy bien”-.
Así, el torbellino de aguas grises se convirtió en agua clara, alegre, bendita, agua que suavizó con su tersa piel las arrugadas manos que le acompañan junto a sus sienes ya cenizas. La presencia de su nieto se convirtió en el arcoíris de radiantes y alborozados colores que su vida “insiliada” y exilada percibía y requería . La estrella Altair hecha niño.
Fue el inicio de lo nuevo, creación y grandeza. Y pensó, es el remolino que se mueve suavemente, agradable y lánguidamente: “Vuelta y vuelta y otra vuelta más”. En definitiva, -Gracias a Dios- decía. Y, es que todo apareció como representación céltica, de la dualidad perfecta, pueblos en los que su idioma es utilizado como lengua habitual. De los equinoccios con su duración de igualdad entre la noche y el día. Del Yin y el Yan. Y, girando desde ese momento en sentido contrario, de lo malo a lo bueno, algo así como “destornillar” lo feo y convertirlo en hermoso.
Y, mira a su alrededor, ve, observa a la abuela, su mujer, su esposa, tan contenta y sentimental arrullando y dando de comer a su nieto, se enternece también y se quebranta cuando llora, él o ella. Y, se enreda, cree caerse, siente resbalarse, pero ahora se encuentra en el pequeño remolino de aguas puras del infante, y se siente cual, si fuese su Hércules absoluto, su héroe necesario, y lo carga, lo pasea y hasta es capaz de dormirlo. “Va y viene y vuelve otra vez”, ahora suavemente, agradablemente. Se siente ahora, comandando una góndola en las aguas quietas de Venecia, la “Ciudad de los canales”. Feliz está, porque su nietecito puede soñar plácidamente en la cuna de Morfeo. Encumbrado en el torso solidario de su abuelo.
Sin embargo, en oportunidades, su dicha pareciese invisibilizarse. Nubes negras, como especie de “cumulonimbos” que se amontonan reiteradamente en sus pensamientos, está siendo acosado nuevamente; ¡el cuarto allí y él adentro!. Cree oír y ver que, poco a poco, la puerta se cierra chirrean sus junturas, aprisionando los espacios del aíre que respiraba.
Pero no. ¡No lo lograrán! No. Y rememoró a Miguel de Unamuno, cuando aconsejaba con su prosa: “Jamás desesperes, aun estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante”, Y el abuelito se dijo: – ¡nada puede contra la muralla de una vida honesta, recia, fuerte y agnóstica que el Universo le dio! – Por tanto, siempre como espiral diáfana buscará con giros hacia la derecha, el equilibrio que la libertad debe dar a todos los desarraigados de la Patria venezolana. Y esa LIBERTAD, así con mayúsculas, vendrá acompañada por la silueta física, mental, moral y profesional de una mujer, una ciudadana a carta cabal, que ganará las tales “primarias” y sin lugar a duda las PRESIDENCIALES. Adivinen, adivinen. Estoy seguro ustedes saben.
Desde ese entonces, el abuelo no deja de reflexionar diciéndose internamente y también a viva voz : – Ojalá pudiera decir siempre, en el día y en la noche, que puedo salirme fácilmente del remolino de aguas cristalinas y tranquilas de un riachuelo con el hálito de viento en el “Va y viene y vuelve otra vez”, y poder ver brillante y radiante a Altaír en el cielo raso del Universo, en la Constelación del Águila, y oír los versos inolvidables de Pablo Neruda, en uno de los cuales, furtivamente abrazado a una suave brisa del Sur, expresó: “El viento de la noche gira en el cielo y canta”. –
Mientras tanto, ahora, no obstante, en los primeros meses del 2023 (y muchos años atrás), prosigue cual deslave horripilante la cadena interminable de emigrantes venezolanos, mujeres, niños, ancianos. Familias enteras, más de 7.000.00 de seres, huyen de su país hacia otros horizontes, casi sin destino y aún más con la tristeza y angustia del sufrimiento de no saber qué les espera como inmigrantes. No son pequeños remolinos. Es la tragedia insoportable de compatriotas que desesperadamente tratan de escapar de su patria, que es de una magnitud tal, que pudiera homologarse con los gigantescos y aterradores remolinos del Japón, en Naruto, en un estrecho de apenas 1 kilómetro de ancho, que separa las islas Awaji y Shikoku. Remolinos de más de 20 metros de ancho, que engullen, tragan cualquier cosa que se acerca a ellos, y que han tenido siglos atemorizando a sus pobladores.
“Remolinos gigantes y temibles”, que quizás así nos verán los distintos países receptores, unos con toda la solidaridad del mundo, otros, prefiero no comentar. El abuelito, lee o escucha las noticias, impávido, asombrado, desarraigado, huérfano y con las manos atadas: “Migrantes venezolanos varados en México intentan entrar por la fuerza a EE. UU.” Y se pregunta mirando hacia arriba y con sus brazos alzados: – Dios mío, hasta cuando, ¿Señor?
Y, mientras tanto, los responsables de su tragedia: ¡Bien, gracias! -. Pero, no os preocupéis, lo más importante es que Simón, en su delirio, mantenía en sus pensamientos la vigencia de las frases paradigmáticas dichas y escritas pretéritamente en el Libro de la Historia de los pueblos. Frases llenas de luz, brillantes cual el oro pulido por los tiempos en búsqueda de la Libertad. “Va y viene y vuelve otra vez”. Así pues, se repetía una y otra vez, cual remolino cargado de un mare magnum de arcoíris de paz:
“Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.
“Todos los pueblos del mundo que han lidiado por la libertad han exterminado al fin a sus tiranos”.
“La violencia de la fuerza arrastra consigo los principios de su propia destrucción”.
Canadá, 28 de marzo de 2023
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