Relato: Mare mágnum de aprendizajes marineros
Corrían los primeros meses del año 1967. Crisanto Yermes, zuliano, edad 24 años, nacido en Cabimas en 1943, su papá de sangre andina, Capitán de Navío, su mamá educadora de toda su vida. Crisanto tuvo una vida marinera con un tiempo efímero, sin embargo, lo marcó indiscutiblemente.
De la Escuela Náutica, ya graduado, pasó, como era el protocolo a una compañía naviera en la que haría un año más de práctica abordo de uno de los barcos, para que le fuese entregado según la Ley el Título como Oficial de Marina Mercante y la denominada “Cédula Marina” para poder navegar en buques de cualquier bandera del mundo. Así pues, a él, le tocó la Compañía Anónima Venezolana de Navegación (CAVN), organización de una altísima reputación a nivel nacional e internacional.
A los tres meses de práctica a bordo del buque “Ciudad de Valencia”, hermosa motonave cuya eslora era de 120,70 m. y manga de 40 m., empezaría su vida de Hombre de Mar: Al cumplir sus tres meses de práctica, la CAVN, le contrató formalmente en vista de su excelente comportamiento e interés demostrado.
Ingresó como empleado de esta en calidad de Tercer Oficial de a bordo. Allí tuvo el honor de navegar con excelentes oficiales de quienes recibió unos sólidos conocimientos de lo que es la vida en el mar y lo que representa la amistad y solidaridad.
Poco tiempo estuvo embarcado, quizás unos 6 u 8 meses. ¿Motivos de su poca permanencia? Se desconocen. Renunció y desembarcó. Motivos personales. Se cuenta, supuestamente, que estaba por contraer matrimonio y ello lo motivó a buscar trabajo en tierra.
Situación que no fue fácil y ello le causó gran decepción. Pero, no conseguía trabajo. Las puertas se cerraron lamentablemente y sus planes tuvieron que cambiarse. En esas andadas, ocurrió que un día, el padrino de su hermano Omar, un amigo, Capitán de Altura, directivo de la empresa “Frevon”, que conocía de su necesidad de trabajar, le mandó a llamar, para ofrecerle una oportunidad no deseada por Crisanto, pero (……), éste, el Capitán, le dijo en forma franca y muy clara: – “Crisantico, creo vas a volver a navegar, bueno, si vos queréis…”-.
Y le soltó la “prenda” completa, explicándole que la Compañía “Exportaciones Maracaibo”, tenía la necesidad de enviar unos materiales de perforación petrolera para Colombia, vía marítima, y requería de un capitán que comandara una de sus embarcaciones hasta Barranquilla, entrando por “Bocas de Ceniza” en el río “Magdalena”.
Después regresaría a Venezuela vía aérea, la nave entraría a dique, fin del contrato. Crisanto le contó a su madre, y a ella no le pareció buena la idea. Madre al fín, seguro consideró la poca experiencia de su hijo en esa “aventura”.
Crisanto, no quería volver a navegar, pero como dicen la “necesidad tiene cara de hereje”, y el era una persona que se encontraba en una situación que lo obligaba a hacerlo para poder mantenerse y salir de una situación embarazosa y necesitado por trabajar, le preguntó acerca de las características de la nave, el tiempo de contrato, número de tripulantes y por supuesto sus emolumentos.
El Capitán le respondió que debía acercarse a la Capitanía de Puerto de Maracaibo, para conversar con el Capitán Tiniaco Emparan, quien fungía como Capitán de Puerto en ese momento. Allí, le suministraron las instrucciones necesarias, y además el permiso especial para ser el Capitán de la embarcación, puesto que no tenía el grado exigido por la Ley para serlo. Tan sólo tenía el título de Segundo Piloto.
Le informaron, que la embarcación, “La Marota” que así se llamaba, era un tipo de barco primordialmente dirigido a la navegación costera, de transporte y desembarque comercial de materiales de diferentes tipos.
Mucho más pequeña que un ferry boat, su estructura contaba con un puente de mando en el cual estaba el capitán y su respectivo camarote, allí mismo estaba el timón, lugar de trabajo del timonel de guardia.
En cubierta inferior, estaban las cámaras inferiores correspondientes a los camarotes de marineros tripulantes, la cocina, la sala de un pequeño comedor, y más abajo, en el fondo de la estructura de la nave la sala de máquinas.
Con una eslora (largo) de 48 metros, manga (ancho) de 8,6 metros, velocidad máxima 9 nudos náuticos (millas/h) y 8 tripulantes. De quilla cóncava y menos navegable que una embarcación corriente. Una nave de poco calado (Profundidad que alcanza en el agua la parte sumergida de una embarcación), con portón abatible en la proa.
Con instrumentos de navegación y otros (Carta náutica, compás portátil de marcaciones o de demoras, Cronómetro, Walkie talkie, etc).
Otra decisión, que en cierta forma marcó pautas importantes en la vida de Crisanto , por lo menos en ese contexto de la vida en el mar, y en su línea de vida como ser humano por la responsabilidad que estaría cumpliendo en esas nuevas funciones como capitán del barco, sobre todo por el alto compromiso de la seguridad y la vida de otras personas, con un rol de 8 tripulantes de esa nave. Aceptó. Primero, porque necesitaba el dinero y segundo porque se le estaba presentando una aventura y experiencia más de vida como ofiacial de marina mercante.
En ocasiones, ya embarcado, exclamaba calladamente, para sí: ¡Me siento un “Marco Polo”, “Vasco de Gama” o un “Simbad el marino”, hasta un “Popeye el marino”, ¡qué se yo, decía él!- Disfrutaba del oleaje que le daba en la cara saboreando el agua salada del mar. Así mismo, cómo disfrutaba el estar sin camisa, sin uniforme.
Navegando. A babor (lado izquierdo del buque) Punta Gallinas (12°27′28″N 71°40′04″O), Península de la Goajira, rumbo al Cabo de la Vela (12° 13´N 72° 09´O), luego al faro de Santa Marta. con el viento y corrientes a favor del rumbo trazado en búsqueda de coordenadas de Boca de Cenizas (11º 06’N 74º 51′ O). Sí, era la “Corriente Ecuatorial del Norte”, cálida, de los océanos Pacífico y Atlántico que fluye de Este a Oeste, entre los paralelos 10°N y 20°N, la que los empujaba favorablemente.
En oportunidades el mar estaba como un “plato”, calmado, sin oleaje y sin brisa. En ocasiones manadas o grupos de delfines con sus usuales chillidos y acrobacias naturales acompañaban a la embarcación. Así como los peces “voladores” que saltaban y cruzaban o caían sobre la cubierta de ésta. Esas vivencias daban a luz un escenario festivo, fresco y alegre a la travesía
Navegaban. Pero, no todo siempre es positivo. Algo desagradable como experiencia profesional para Crisanto Yermes, lo fue la transgresión causada por el Segundo de a bordo, Patrón Costanero, cuya identificación no dio Crisanto Yermes por razones éticas y jurídicas y hasta humanas. El caso fue que el Segundo de a bordo cambió el rumbo de la embarcación, dirigiéndola hacia la costa sin consentimiento del capitán. Información suministrada por los timoneles al capitán Yermes.
El capitán llamó al precitado individuo y le reclamó verbal y por escrito, dejando constancia en un Acta, firmada por Crisanto y por el indiciado y los testigos sobre el hecho irregular cometido, además procedió a registrar en el Diario de Navegación dicha infracción señalando la hora y el rumbo modificado en forma irregular.
Inmediatamente procedió a hacer las correcciones mediante la navegación por estima (la que se efectúa según el rumbo y la distancia navegada) y volver al rumbo verdadero establecido previamente. Se tuvo conocimiento que este ciudadano estuvo lanzando hacia el mar un mecate atado a un peso (tubo) para y que saber la profundidad (¿sondear?) sobre la que se navegaba. Crisanto, como capitán de la nave, ordenó a este marino no pisar el Puente de Mando en lo que restaba de navegación hasta Barranquilla.
Prosiguió la navegación. Era de noche, el cielo iluminado por estrellas y la luna llena muy brillante, la embarcación tenía a babor el faro de Santa Marta.
Allí hubo de capear (En general sortear, evitar el mal tiempo o situaciones que afecten la navegación utilizando las maniobras adecuadas), virando con giros a babor y a estribor (lado derecho del buque), cambiando el rumbo por espacio de más de dos horas. Dicha maniobra, se hizo previendo que, según la navegación estimada el tiempo iba a situar a “La Marota” en “Bocas de Ceniza”, en horas inconvenientes y peligrosas de la mañana, que según experiencias y referencias náuticas la desembocadura del río con el Mar Caribe formaba oleajes de tal magnitud que pueden hundir barcos de gran tonelaje, “La Marota” podría ser vapuleada cual una “cáscara de nuez”.
Ese punto, Bocas de Ceniza, es precisamente el encuentro de la desembocadura del río Magdalena en el Mar Caribe. Y, debe su nombre al color cenizo que toman las aguas del océano al recibir las aguas sedimentadas del río. Una enseñanza, un alerta más para un inexperto capitán, un aprendizaje más para Crisanto de parte de los timoneles que iban en la embarcación, con quienes adquirió una gran amistad.
Otra gran experiencia, esta vez agradable también, fue que uno de los marineros, el cocinero, era ducho en la pesca, y diariamente sacaba grandes peces, “carite” entre otros. Para Crisanto, eso fue uno de los maravillosos recuerdos de esta travesía.
Algo más, que como remembranza o experiencia no tiene cualquier “hijo de familia”, esta vez cargada de temor, de sorpresa, fue que, a 12 millas de la costa colombiana, ya pasado el faro de Santa Marta. Amanecía.
El sol brillaba, “El sol caía a plomo y brillaba como un sable de guardia” (José Saramago). Y, ¡De pronto!, a estribor, a unos 200 metros de separación, los marinos de una lancha patrullera de la Armada colombiana, color blanco, instaron coercitivamente, vía “Walkie talkie”, a detener la máquina y a responder algunas preguntas y atender ciertas sugerencias. ¡Crisanto estaba navegando en aguas territoriales colombianas! La acción no se hizo esperar: solicitaron identificación, nombre completo y nacionalidad del capitán, número de tripulantes, el rumbo, nombre del puerto definitivo de atraque y además qué tipo de carga se llevaba a bordo.
Así las cosas, inmediatamente, Crisanto obligado se vistió con su uniforme reglamentario de marino mercante: procedió a ordenar izar la bandera de Venezuela en el único mástil (palo largo vertical donde se coloca en forma visible la bandera de la embarcación), y haciendo uso de un “Walkie talkie” dio respuesta a las interrogantes que se les hizo y otras informaciones necesarias. Terminada la inspección “a distancia”, desde la lancha patrullera colombiana hicieron señales e invitaron a seguir el rumbo. Luego procedieron a retirarse raudamente. Fue un nuevo aprendizaje, cargado de nerviosismo. ¡Nunca lo olvidaría Crisanto y la tripulación toda!
Al arribar a la barra de Bocas de Ceniza, fueron asistidos por las autoridades portuarias del Río Magdalena. Subió abordo el Práctico de puerto (Oficial jurisdiccional que se encarga de la realización de los movimientos de entrada, salida e interiores de un determinado puerto), un personaje muy agradable en el trato y quien dirigió desde ese momento las maniobras de la embarcación hasta llegar al puerto donde se atracaría (Atraque o amarre de una embarcación en un lugar o puerto designado para ello), por cierto, muy cerca de la empresa cervecera “Águila”. Ya en Barranquilla, Crisanto pudo notar que era una ciudad muy parecida a Maracaibo.
Una ciudad plana, de temperatura caliente y gente afable y solidaria. Con sus autobuses grandes y ruidosos, parecidos a los vistosos y estrambóticos colores de los autobuses panameños. Es la capital del departamento Atlántico de Colombia y es un exuberante puerto, bañado por el río Magdalena. La ciudad es popular internacionalmente por sus formidables carnavales. Allí estuvo quince días, no lo pudo negar, fueron de intensa farra y mucha alegría. Bebiendo ron “Caldas” y cerveza “Águila”. ¡Y, todavía soltero!. Se podría decir que su aventura finalmente se convirtió en un preparativo, otro aprendizaje imprevisible de jolgorio pre- nupcial, en otras palabras, su “despedida de soltero”.
¡Otro aprendizaje más!
Este relato, con alto porcentaje de realidad y el resto ficticio, tiene que ver con las experiencias de vida de las personas. Algunos dirán que las experiencias tienen relación directa con el destino, otros que éste no existe. Sin embargo, es de sugerir que sea el lector quien saque sus propias conclusiones basadas en este relato, y al mismo tiempo determinar si han tenido experiencias equivalentes o parecidas en su vida Para Crisanto Yermes, ese viaje representó realmente un Mare Mágnun de aprendizajes, abundantes enseñanzas recibidas sin un orden establecido, pero de profundas fosas abisales (0ceánicas) que le marcarían para siempre su vida como persona y marino.
La siguiente frase servirá para concluir este relato:
“El mar tiene estas cosas; todo lo devuelve después de un tiempo, especialmente los recuerdos.” (Carlos Ruiz Zafón, Novelista español)
Calgary, Canadá, 27 Marzo 2022
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