Opinión

Reflexión: Paradoja filial de nuestros días

Benditos quienes podemos ver y sentir esa metamorfosis, esa paradoja cumplida, que en nuestros años dorados nos hacen sentir seguros y a salvo. No siempre ocurre así.
viernes, 15 octubre 2021

En estos nuestros días del año 2021, década de grandes conmociones mundiales tales como el Covid-19 y otras no menos importantes en el orden económico, político y social observamos diversas paradojas que nos llevan a la reflexión.

Precisamente por ser hechos o situaciones que aparentemente pareciesen ser contrarios a lo que antes pudiésemos considerarlos como lógicos y aceptables.

El tópico de opinión que hoy traigo a colación quizás para muchos podrá ser considerado como fuerte, delicado, sensible y hasta írrito; no escatimo la sensación de que algunos pudiesen sentirse delatados o indiciados, desnaturalizados o por lo menos afectados en su ego.

Mientras que, para otros, el texto tendrá todo lo contrario, será toda una gran amalgama de buenos deseos, de augurios muy humanos de vida futura de excelencia, de mucha esperanza y de crisol de gran inspiración para la familia actual y futura.

Claro está que los valores de cada uno serán sus propios árbitros que, junto a la capacidad de sentir, amar y ser solidario como seres humanos marcan la diferencia de cada quien.

Será su libre albedrío, derivado, entre otras cosas, de su relación con su responsabilidad moral. Para cumplir el cometido de este escrito me he valido del título utilizado en una cinta cinematográfica, el western de Sergio Leone (1966), “El bueno, el malo y el feo”, con actores como Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef.

En este caso lo paradójico se nos muestra precisamente debido a que los avances extraordinarios de la medicina, la alta tecnología aplicada en la manufactura de alimentos y desarrollo de medicamentos junto con una evidente mejor calidad de vida para los individuos han propiciado que las expectativas de vida de las personas hayan incrementado, trayendo como consecuencia un aumento de más personas en edades de ancianidad.

Y, dentro de ese grupo sin lugar a duda, entran nuestros padres, abuelos, y pensándolo así honestamente, quien escribe estas líneas.

Taxativamente, muy cierto es que en principio nuestra cultura familiar estaba atada por algo emblemático, tanto religioso, moral como legal: “los padres tienen el deber de criar y proteger a sus hijos” pero ahora, con todos esos cambios de índole poblacional, se rompe esa frase lapidaria, nace otra como paradoja sustentada en un nuevo paradigma en que un sinnúmero de hijos en este momento deben considerar y actuar efectiva y eficientemente en el cuidado de sus padres, y se hace factible y deseable esta otra máxima : “los hijos tienen el deber de cuidar y proteger a sus ancianos padres”.

Situación no fácil, que está plagada de alta complejidad desde diversos aspectos, no todos vinculados con factores legales sino más bien de orden cultural y tradicional, religiosos y humanitarios por aquello que siempre ha prevalecido por ejemplo como frase muy popular: “Según la ley de la vida, los padres deben cuidar de sus hijos”. Pero, con la mentalidad actual de los hijos, es muy difícil dar marcha atrás al reloj y enjuiciar las circunstancias pasadas en la educación, que cada uno posee.

Lo que sí es una realidad aguda es el envejecimiento, sin embargo, José de Sousa Saramago acierta cuando establece unas inequívocas fronteras que se complementan entre la juventud y la vejez, al señalar: “Ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez puede lo que sabe”.

Lo anterior es conducta en casi todas las situaciones de la vida. Por ejemplo, en la familia (la que todos conocemos y hemos vivido), cuando en los padres en su papel trascendental existe y perdura esa relación filial, los primeros se consolidan como los protectores y proveedores hasta que los segundos según la ley tengan mayoría de edad.

El Bueno

En este aparte me refiero a lo grato de lo vivido, lo aceptable plasmado en toda una gran mixtura de humanas aspiraciones sustentadas de vida futura de excelsitud, de anhelos y vértice de partida de grades logros para la familia presente y futura.

En la antigüedad eran los ancianos quienes elaboraban las normas o leyes y administraban justicia. Como personas mayores con sus acciones demostraban el respeto y deferencia que tenían las demás sobre ellas. Pero, como integrantes de un grupo familiar o no, su envejecimiento natural los hace indefectiblemente llevar una vida descendente, tanto en lo físico como mental.

Los impedimentos de vista, carencias como la audición el habla, movimientos, se suman y se van incrementando en la medida que se va acrecentando la edad. Lo contrario ocurre con los hijos, quienes evolutivamente cargan una vida ascendente familiar, física, mental, profesional y social.

Lo real, es que con el transcurrir de los años, poco a poco, ese papá o mamá fuerte, “invencible”, esa “Mujer Maravilla”, el “Supermán”, todo poderoso, sustentos de lo material y en especial lo afectivo se van transformando en frágiles, enfermizos y finalmente dependientes.

Allí debe ocurrir la paradoja, es en esos instantes en donde se cambiaría el rol de la relación padres-hijos. Es entonces que ese pequeño bebé que fue arrullado, consentido y hasta “malcriado” deberá transmutarse en protector, en legado incondicional de cuidados, amor y afectos que a ese serafín le fueron brindados cuando niño y adolescente y quizás más allá, habiendo renunciado como padre a cosas de su propia vida.

Benditos quienes podemos ver y sentir esa metamorfosis, esa paradoja cumplida, que en nuestros años dorados nos hacen sentir seguros y a salvo. No siempre ocurre así.

Sin caer en mentiras piadosas, es un hecho notorio el que los hijos en virtud de irse haciendo adultos residan dentro o fuera del núcleo familiar y sean ya jefes de familia, tradicionalmente cumplen responsablemente con deberes morales, familiares y cívicos con sus padres, quienes en su tiempo les proporcionaron todo lo que requerían, hasta momentos actuales, demostrando su bondad olvidando los malos momentos pasados, si es que los ha habido.

Y, es que el cuidado, el amor, el respeto y la atención por los ancianos padres comienza desde el vórtice mismo de la familia. Cuidar y atender con amor a nuestros padres ya ancianos no se limita al sólo hecho de darles de comer o estar pendientes de si están enfermos o proclives a un estado de salud que pudiese afectarles.

Hay pequeños detalles de orden social dentro del grupo familiar, tales como el de no tratarles como el “jarrón chino del rincón”, en otras palabras, integrarle al grupo sin muchos aspavientos, cuando por ejemplo se sientan como “no comprendidos o que estorban” y son una carga para los demás al sentirse afectados por una limitación física que les abruma.

Qué gran felicidad para un abuelo es compartir con sus hijos y oír, sentir y jugar sin limitaciones de tiempo y cierres de espacio familiar las carreras, los gritos, pucheros y risas de miles de Amílcares, Victorias, Danielitos, Maríanitas y Betzaidas, Martín Andréses y tantos otros alrededor de él.

El Malo
En algunas sociedades modernas desde que los hijos cumplen mayoría de edad se van de sus hogares, es casi que corriente que algunos desestimen, no tomen en cuenta o dejan de lado a sus padres, llegando al colmo de considerarlos como estorbos o rémoras.

Esta actitud en Venezuela, no creo se halla internalizado como acción familiar, sin embargo, como trato general de algunas instituciones del Estado para con los ancianos, no son muy agradables, los medios de comunicación y redes sociales nos informan sobre abusos, desatención y malos tratos.

Bajo esa cultura obscena, lo cierto es, que cuando los padres, dejan de ser origen de abastecimiento económico pasan a ser el comienzo de complicaciones, lo que significa para algunos evitar más dificultades, además de las que ellos poseen.

He allí en donde se empiezan a tomar decisiones que van contra la seguridad de sus padres como miembros de su familia. Imprecaciones como estas emergen de boca de sus propios hijos: ¡Lo mejor es buscarle un asilo o residencia, para que allí le cuiden y atiendan y no entorpezcan más a la familia!

Lo anterior me lleva a apuntalar que: “No puede taparse el sol con un dedo”, que, si algunos hijos lo hacen, absurdamente están cumpliendo sin amor, afecto y solidaridad con una extraña “venganza filial” quizás por la inadecuada conducta egoísta del padre de haberse despreocupado de sus hijos al sólo cumplir estos la mayoría de edad, llegando al colmo de sacarlos de la casa, para que no les fastidien ni les originen complicaciones económicas.

Entonces, ocurre lo no deseado, lo inaceptable cuando los padres no tienen los medios físicos, mentales y económicos para seguir viviendo independientemente, entonces los hijos regularmente al no convivir con ellos, no los toman en cuenta en sus últimos días, todo ello justificado dañinamente por lo experimentado cuando jóvenes.

No obstante, si bien ser padres de los padres, es la primera obligación de los hijos, cuidándoles, ofreciéndoles como mínimo, los mismos conceptos de seguridad, atención y cariño que ellos recibieron de pequeños, puede ocurrir actitudes indeseadas cuando algunos padres, no entiendan o no quieran concebir, que necesitan recibir esas atenciones.

Esa mala concepción por tanto obliga a hacerles entender que esas atenciones las tienen disponibles, para cuando quieran o necesiten utilizarla. Algunas veces su soberbia y orgullo mal entendido les impide aceptar la necesaria ayuda, que podrían recibir de sus hijos o familiares.

Pero ahí tienen que estar los hijos, para demostrarles con mucho cariño y firmeza, las soluciones creativas que les hagan más fácil la vida. Daríamos la razón a Gabriel García Márquez, cuando en su poema “Cuando los padres nos quedamos huérfanos”, nos expresa que: “Los seres humanos sólo aprendemos a ser hijos después de ser padres; sólo aprendemos a ser padres después de ser abuelos.”

El Feo
Nunca debiera ser considerado como solución el uso de la coerción, de las leyes para que se cumpla una sentencia bíblica archi conocida como lo es “Honra a tu padre y a tu madre”, en las relaciones padres-hijos. Para ello, los padres se deben valorar, aceptar su autoridad, tratarlos con respeto, cuidar de ellos en caso de que, al envejecer, puedan necesitar ayuda y se honran al asegurarse de gestionar todo lo posible para proveerles lo que necesitan.

Ante esta realidad, a mi manera de ver, como condición ética y moral, los hijos, tendrán como obligación humana y solidaria, con atenciones y cuidados por lo menos paliar esa tragedia, en contrario impedir a todo terreno, sea por vía legal el medio para que los padres ya ancianos no alcancen ser afectados en su seguridad como seres humanos que pueden sufrir de enfermedades, de una inadecuada alimentación por no poder autoabastecerse ya sea por no tener económicamente cómo hacerlo o por la imposibilidad de movilización cómo adquirir alimentos y por supuesto medicinas.

Feo e indigno, para unos hijos el obligarles (Código Civil venezolano Art. 284), a mantener a sus padres, compromiso este que alcanza todo cuanto sea necesario para legitimar mantenimiento, alojamiento, vestido, atención médica, medicamentos y condiciones de vida adecuados a su edad y salud, y es reivindicatoria en todos los casos en que los padres o ascendientes están faltos de recursos para atender sus necesidades.

En conclusión, como algo sugerido a efectos de paliar el problema producto del envejecimiento de los padres y sus efectos sociales, económicos y sentimentales en los grupos familiares, pudiera considerarse la utilidad todavía evidente de las personas de mayor edad, en lo laboral, después de ser jubilados.

Para Skirbekk, V. (2008), quien demuestra que las personas de avanzada edad pueden ocuparse en actividades que no demanden de fuerza física y sí de destrezas sociales, como el lenguaje, lo histórico, son experiencias muy importantes y necesarias.

Así entonces, deben diseñarse políticas públicas de empleo de acuerdo con sistemas económicos en escenarios actuales que atiendan a una diversificación de las peculiaridades del empleo que admita el aprovechamiento de las habilidades y capacidades poblacionales sin distingo de la edad.

“Es muy dulce ver llegar la muerte mecido por las plegarias de un hijo.”
 Friedrich Schiller

Calgary, Canadá,2021

Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link:https://chat.whatsapp.com/GzmIGZgrD13Bgl6krqE7IW

También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí: https://t.me/diarioprimicia

error: