Opinión

Papeles invertidos en la política americana

Los republicanos, desde el poder, tenían todas las cartas: control del Ejecutivo, control de la Cámara de Representantes.
viernes, 31 octubre 2025

Un mes de cierre de gobierno en Estados Unidos. Un mes en que la Casa Blanca republicana y el Congreso de mayoría roja deberían cargar con todo el peso político del estancamiento. Y, sin embargo, las encuestas muestran una realidad sorprendente: los que salen golpeados son los demócratas. ¿Cómo ocurrió? Porque en esta partida, la narrativa le pertenece a quienes construyeron el discurso, no a quienes sostienen la culpa.

Los republicanos, desde el poder, tenían todas las cartas: control del Ejecutivo, control de la Cámara de Representantes. Podían imponer su agenda o asumir el fracaso. Pero han optado por jugar la duración y el desgaste. Y mientras tanto, una comunicación eficaz ha sido clave. En lugar de admitir que la paralización es suya, han movilizado debates sobre temas sensibles, que permiten dividir opiniones y difuminar responsabilidades: cobertura médica para migrantes, veteranos, “gastos del gobierno” vs “inmigración ilegal”.

Ese enfoque tiene dos efectos estratégicos. Primero, captura la atención de un electorado clave, sensible a temas como migración y prestaciones estatales. Segundo, obliga a los demócratas a reaccionar en defensa de posiciones que pueden parecer “correctas” pero políticamente costosas o difíciles de comunicar. De ese modo los que deberían estar al ataque terminan a la defensiva.

El resultado: mientras los republicanos parecen fríos, calculadores y seguros ante un cierre que sería su ruina política tradicional, los demócratas aparecen como vulnerables, dispersos y sin control del relato. Y eso refuerza la figura de Donald Trump como la fuerza dominante del Partido Republicano, el hombre al que todos miran, el que parece capaz de sobrevivir incluso cuando su propio equipo bloquea al gobierno. Porque si los demócratas pierden a pesar de tener la narrativa moral, el cierre del gobierno es un fracaso, la mafia comunicacional republicana gana. Y Trump se fortalece para 2026 y 2028.

Esto revela algo mucho más profundo: en la política moderna, la culpabilidad por la gestión ya no es suficiente para generar derrota si la narrativa se construye correctamente. No basta con tener razón; hay que contarla. Y mientras los demócratas centran su ira en el bloqueo y el cierre, los republicanos han colocado el foco en “inmigración”, “gasto público” y “responsabilidad”. Han convertido un desastre presupuestario en una batalla simbólica.

El cierre del gobierno, más allá del Capitolio, los servicios parados y los empleados federales afectados, es hoy un escenario de prueba para la hegemonía narrativa. Los que tienen el micrófono, los que definen los términos del debate, sobreviven. Y en esta partida, los republicanos parecen estar usando el cierre como una escalera hacia 2026, sabiendo que la imagen de caos no se traduce automáticamente en castigo electoral si el mensaje se domina.

Así que, aunque será finalmente el partido del poder quien pague el precio político cuando se reabra el gobierno, ahora mismo quien parece pagar es la oposición. Y eso solo refuerza a Trump como figura central. En última instancia, el riesgo para la democracia estadounidense no es solo el cierre del gobierno, sino que pierde parte de su lógica democrática: el de castigar al partido que falla.

Porque si ni siquiera un bloqueo prolongado basta para desalojar al poder… ¿qué mecanismo de rendición de cuentas queda? Por ahora, mientras el gobierno sigue cerrado, la maquinaria comunicacional se calienta. Y Trump mira las encuestas confiado: el cierre puede terminar con millones de estadounidenses sin paga, pero no parece acabar con su ascenso.

 

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