Opinión

Orar siempre, sin desfallecer

El domingo próximo el evangelio de Lucas insistirá una vez más en un tema ya abordado, o sea la oración da sus frutos si perseveramos en ella, independientemente de cuánto pueda ser —inicialmente— “aburrida” o “estéril”
jueves, 13 octubre 2022

La perseverancia es una realidad humana que comporta sus beneficios. Cuando actuamos, lo hacemos a partir de unas convicciones que motivan precisamente nuestras acciones marcadas por un Norte, señalando el horizonte hacia donde nos movemos con toda intencionalidad.

Por otro lado, existen circunstancias que juegan a favor o en contra de lo que hemos decidido hacer; de allí que las convicciones nos recuerdan que no debemos rendirnos cuando estas eventualidades no están de nuestra parte. Obviamente, siempre es posible el otro escenario, es decir que tiremos la toalla y nos demos por derrotados.

El domingo próximo el evangelio de Lucas insistirá una vez más en un tema ya abordado, o sea la oración da sus frutos si perseveramos en ella, independientemente de cuánto pueda ser —inicialmente— “aburrida” o “estéril”. La cuestión está precisamente en que no tenemos la mínima idea de cuándo nos hallamos en el “siguiente nivel”, porque la oración no depende de nosotros, sino del Señor; de parte nuestra, nos queda únicamente insistir en el encuentro.

Los brazos siempre en alto, al cielo
El libro del Éxodo relata un episodio bélico, donde los israelitas, para poder apuntarse una victoria, dan a Moisés la misión de orar mientras ellos combaten los adversarios guiados por Josué. Bastón en mano, Moisés eleva sus brazos al cielo: la postura orante es agotadora. Cuando baja los brazos, el enemigo gana terreno; cuando los mantiene elevados, los israelitas superan a Amalec y sus tropas. Para mantener la ventaja “divina”, Aarón y Jur sientan a Moisés en unas piedras y le sostienen los brazos; Amelec será derrotado.

Dejando de lado el episodio guerrerista, el mensaje que nos deja el Éxodo es que todo reto de vida que hemos de encarar, es ponernos en manos de Dios incluso hasta el agotamiento. Y si este fuera nuestro caso, mejor si contamos con personas que nos sirvan de apoyo para que no desmayemos.

Sirva la aclaratoria técnica. El Antiguo Testamento nos ofrece algunas imágenes de Dios. Entre estas, la del “Dios de los ejércitos”. Esta idea que Israel se ha hecho del Señor es superada por el Mensajero de la paz, el Mesías de Dios, su enviado para hacernos entender que la violencia no es la solución, bajo ningún aspecto.

Dicho lo anterior, hay resaltar la perseverancia en la oración, especialmente cuando nos encontramos ante situaciones que se nos presentan como verdaderas “peleas”. Oramos siempre, sin desfallecer.

Jesús, maestro de oración
El evangelio, por su parte, nos muestra a Jesús de Nazaret que enseña a orar a sus amigos. El Señor trasmite la lección como mejor sabe hacerlo, con una parábola.

Una viuda —paradigma del pobre y desamparado— pide a un juez “que no temía a Dios ni a los hombres”, que le hiciera justicia ante su adversario. Como es de suponerse, éste no le hizo caso, hasta que se cansó por la insistencia de la pobre. Para quitársela de en medio, terminó por dictar sentencia, no porque se apoyara en la justicia, sino porque quería evitar verle la cara nuevamente a la desvalida mujer.

De otra manera se nos da el mismo consejo. Hay que rezar sin desmayar. No se habla de tozudez o necedad, sino de perseverar, continuar en la dirección indicada hasta alcanzar la meta, que no es otra que oír la voz del Señor en nuestra vida, que no es otra cosa que la oración: escuchar a Dios, discernir su voluntad sobre nosotros.

Acá es llamativo el contexto en que se desarrolla la parábola: un juez corrupto, insensible al dolor fruto de la injusticia. Jueces que juegan a favor del poderoso, cuyas sentencias tienen precio.

A los ojos de la viuda, este “enemigo” se supera con la insistencia, sin decaer jamás. Sabemos de muchas causas abiertas, llevadas por años. Hay personas que no se cansan, que no se rinden en su afán porque se haga justicia, porque prevalezcan los Derechos Humanos, porque las víctimas sean escuchadas; son personas con profundas, hondas convicciones que sirven de acicate. Orar sin desfallecer, contando con amigos que nos acompañen en la empresa y siguiendo los buenos ejemplos.

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