Opinión

No deban a nadie más que el amor

Lo llamativo de este pasaje es que coloque en nuestras manos la salvación del otro.
jueves, 03 septiembre 2020

Un par de domingos atrás, Jesús de Nazaret consignó a San Pedro las llaves de la comunidad cristiana, dándole asimismo la potestad “de atar y desatar” en el cielo, lo que “ate y desate” en la tierra. Para este domingo próximo, esta frase un tanto misteriosa será aplicada en el contexto de las relaciones interpersonales.

Cuidar de los otros

El Señor Dios se dirige a su profeta, encomendándole el destino de los demás; en este caso, de aquel que obra mal. Es deber de Jeremías advertir al malvado, de manera que cambie su actitud y no se condene.

Lo llamativo de este pasaje es que coloque en nuestras manos la salvación del otro, interviniendo en su vida para que, consciente de sus malos pasos, cambie de rumbo. Así las cosas, es una tarea ineludible tender la mano a quienes tuercen el sendero, con la intención de que mejoren. Digo que se trata de un aspecto llamativo, porque el sentir generalizado es que no debemos meternos en asuntos que no nos incumben.

Pero la lectura insiste en todo lo contrario: los “asuntos” del otro sí deberían ser de mi interés, especialmente cuando tales asuntos son perjudiciales para la otra persona.

Amar es cumplir la ley entera

¿Nos interesamos por la vida del otro, porque no tenemos nada que hacer con la propia? La motivación primera y última de tomar en consideración a los demás está en el amor que le profesamos, porque el Amor es el resumen de todos los mandamientos, para quienes pretendemos vivir coherentemente la Ley divina.

Es el mensaje de Jesucristo que san Pablo nos recordará: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Se trata, pues, de asumir hasta sus últimas consecuencias esta máxima esencial en nuestra vida cristiana. Todo gesto de irrumpir en la vida ajena nace de esta fuente, del Amor por el prójimo, de desear su bienestar, de querer que crezca como ser humano, que es otra forma de decir que buscamos su salvación.

Yo en medio de ustedes

El evangelio de Mateo trae a colación una realidad netamente humana. Es decir, los roces y desavenencias entre las personas. Los humanos también nos herimos recíprocamente, nos faltamos al respeto, cortamos las relaciones y comunicaciones. De igual manera aparece en el evangelio “la mecánica” de abordaje de las diferencias dadas entre miembros de la comunidad cristiana, que apunta a la reconciliación entre las personas. Se pone en evidencia una sola condición para que dicha mecánica funcione: que el otro acepte tu perdón, tus disculpas y se reconcilie.

Esta recomendación se vive positivamente—y no como una concesión o signo de debilidad—porque se sostiene en la fe de que el Señor Jesús está en medio nuestro, dándonos aquello que en su nombre pedimos a Dios nuestro Padre. En este caso, Dios nos confiere la magnanimidad de corazón, suficiente para acoger el perdón del otro, pero también nos da la claridad de mente, necesaria para reconocer las propias faltas.

Puesta la mirada en nuestra realidad, noto que a un buen número de nuestros protagonistas sociopolíticos no le interesa la situación deplorable de la inmensa mayoría de los venezolanos. Urge, entonces, radicar el Amor en nuestro corazón, de manera que cumplamos la ley entera.

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