Necesitados de Dios
Uno
De todas las dificultades que se nos presentan de cara a nuestra relación con Dios, está el hecho de escuchar su voz. Los cristianos creemos firmemente que el Señor nos habla a través de la Sagrada Escritura, de personas pasadas y presentes, de los “signos de los tiempos” y últimamente mediante Jesús de Nazaret.
Concentrados en un plano netamente humano, entendemos lo difícil que resulta sobrellevar una relación donde la comunicación no es fluida, o simplemente no hay respuesta. Sin embargo, este no es el caso del Señor, quien, desde el momento mismo de la creación, pronunció su palabra de la que venimos todos y la cual nos sostiene a todos.
Leída en continuidad, la Biblia es precisamente la historia del diálogo entre Dios y nosotros. Como es natural pensar, esta comunicación ha estado signada por altibajos. Estos paréntesis o silencios están directamente relacionados con las incoherencias de Israel, especialmente cuando ha faltado a la justicia, haciendo caso omiso a los preceptos divinos, dándose a la idolatría, abusando de la viuda, del pobre y del extranjero.
Siempre que el pueblo ha caído en incongruencias, pecando, Dios lo ha encarado firmemente, sin medias tintas al hablar. El Señor no se limita a criticar la actitud de Israel, sino que también le brinda la ocasión para que rectifique y se convierta finalmente, dando posibilidad de crecer según la medida soñada por Dios.
Dos
Dios se sirvió de Ezequiel y Jesús para hablarle a Israel, manteniéndose fiel a su empeño de sostener los canales abiertos, por encima de la tozudez de las personas. Por lo que respecta a Ezequiel, es llamativo que Dios está consciente de enviarlo a un pueblo terco y necio, pero lo importante es hacer acto de presencia en medio del pueblo: “en medio hubo un profeta”, dice la lectura.
Igual comportamiento se observa en los paisanos de Jesús, obtusos en su postura equivocada, que creen saber todo sobre el Maestro, negándose a abrirse a la novedad que es Jesús y que su palabra trae consigo. Él es un profeta que pasó haciendo el bien entre los suyos, sobreponiéndose al rechazo padecido por los suyos.
En las Escrituras, las adversidades y diferencias tienen la función de corregir el camino, una vez que entendemos el mensaje. Así sea.
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