Opinión

¿Mi caballito blanco perdió el sendero? (Para jóvenes o no tan jóvenes)

Así pues, todo lo anterior y lo influyente del título, me inspiró a contarles con agrado, que: Había una vez un caballito llamado Palomo que galopaba indómito por las llanuras de Suramérica.
miércoles, 01 septiembre 2021

Cuando lanzamos una moneda hacia arriba, ocurrirá que al caer será “cara” o “sello”. Nunca ambas simultáneamente. Así ocurre con el transcurrir de nuestra vida. ¡Caemos y nos levantamos!

¿Verdad?. Así pues, demostrado es que la vida es toda una lucha. En oportunidades estamos subiendo una inmensa escalera con interminables escalones y nuestro reto es remontarlos felizmente. Pero, los escalones nos permiten también bajar.

Lo inesperado, es que a veces esa “bajada” no ocurre intencionadamente, por tanto, es un retroceder forzado, un resbalón involuntario en un escalón, que nos lleva a comenzar de nuevo, a desandar en la búsqueda de mejores horizontes y de senderos que nos trasladen satisfactoriamente a ellos.

Por tanto, hemos de recordar al “Ave Fénix”, renacer y continuar, ser tenaces y alcanzar nuestros sueños con la resiliencia necesaria ante los avatares de la vida: “el mítico Inca, que un día resurgirá de sus cenizas como ave fénix y recompondrán su cuerpo despedazado y su imperio”, por ejemplo, ahora enfrentamos una pandemia y : “El mundo sigue luchando cada vez que algo lo atormenta y vuelve a renacer y así es como el ave quiere convertirse en un símbolo de fuerza, de purificación, de inmortalidad y de renacimiento físico y espiritual”. (Rodrigo Lastreto, 2021).

Así pues, todo lo anterior y lo influyente del título, me inspiró a contarles con agrado, que:
Había una vez un caballito llamado Palomo que galopaba indómito por las llanuras de Suramérica.

Era un potro blanco, un caballito “criollo”, nacido en Santa Rosa de Viterbo, actualmente Boyacá, Colombia. Elegante, esbelto, con una preciosa cola que acariciaba y besaba el suelo.

– Soy libre e independiente en mi galope – resoplaba contento Palomo. orgulloso y feliz de vivir libremente y correr hacia adelante, a la izquierda o hacia la derecha, o simplemente devolverse cuando así lo decidía. Su dueño, Juan, lo quería muchísimo y se enorgullecía de su bello ejemplar equino.

Pero, al mismo tiempo desde lejos, encaramada sobre el cercado de madera de un potrero, estaba una niñita hermosa, Victoria por nombre, que adoraba los caballos, veía y disfrutaba el galope de “su” caballito blanco. En su fantasía inocente de niña, con sólo cinco añitos, de grandes ojos, bellas y pobladas cejas, pensaba – Corre, avanza mi Palomo, eres libre y altivo en tu carrera veloz e impetuosa, ¡Corre Palomo, ¡Vuela cual Pegaso por el azul cielo del mundo libre, de mi Patria!- Gritaba con energía Victoria. Indudablemente que el contento de Victoria respondía a un inocente pensamiento de niñez.

Así entonces, para Palomo y por supuesto a Victoria, les llegó un día la inseguridad y zozobra, que se hizo real, tristemente evidente en el trote del equino, ya un poco débil, menos enérgico lo notaba la niña. Pero, sin embargo, ese mismo día el caballito se estaba convirtiendo en leyenda. Y, como señala el dicho popular: ”No hay mal que por bien no venga”. ¿Por qué? Porque su dueña, la maestra de escuela Casilda Zafra y su esposo Juan, lo regalaron. Lo dieron un 25 de junio de 1819 a un General con el que ella, Casilda soñó.

– Palomo, asustado, triste y desconsolado relinchaba, con un tono de miedo y un poco bajo. -Dios, ¿para dónde me llevan, ¿qué será de mi vida?, ¿Podré galopar libremente, independiente y raudamente hacia senderos de grandeza?- Se preguntaba.

Palomo y Victoria, testigos de excepción, oyeron y presenciaron cuando el campesino Juan dijo: -“General aquí le manda mi esposa Casilda este caballo blanco, hijo de la yegua que usted quiso comprar, pues es usted el General victorioso que ella vio en su sueño”.

Mientras tanto, Victoria con lágrimas en sus ojazos hermosos de niña buena, exclamaba: -Oh, qué tristeza tengo, perdí mi caballito blanco- Sus lágrimas, parecían perlas que caían cual transparente rocío que rodaba por sus tierna mejilla rumbo hacia su pechito.

Pasado el tiempo, el brioso caballito blanco, con su nuevo dueño, se llenó de gloria y reconocimientos. Cual Centauro, con sus trotes y galopes, sus cascos doblegaban con firmeza los caminos y distancias. Marcaron la tierra de Carabobo, que dieron la libertad a Venezuela.
“Galopar es reducir lejanía” (Ricardo Güiraldes).

En su trajinar de grandes campañas guerreras junto a su General, pensaba Palomo, entre relincho y relincho: – mí nuevo jefe, cómo que es un hombre valiente, inteligente y combatiente de la guerra-. Y se preguntaba a cada rato: – ¿Quién es? Me deslumbra su templanza. ¡Todavía no sé quién es!.- Su jinete, gran guerrero, no le hablaba, era hermético pero audaz, era callado, pero muy conversador en oportunidades.

Poco a poco Palomo, se fue dando cuenta de quién era su jinete, ¡su dueño y jinete!. Batallas y más enfrentamientos. Y, según la gente que conversaba y luchaba junto a él, mi dueño, el tal General poseía un carácter generoso, era un hombre riguroso e inexorable, terrible cuando las circunstancias le eran espinosas y tenía que actuar. Era, disciplinada su conducta, no sólo castigaba y hasta fusilaba desertores y traidores y encarcelaba delincuentes y deudores del Estado, sino que su justicia tocaba hasta sus más cercanos, familia, amigos, compañeros. ¡Tal era su fama!

El caballito blanco, por fin un día, pudo conocer quién era ese ser tan extraordinario, y exclamó: -! Dios mío, pero si es Simón Bolívar, ¡El Libertador!- Asombrado, contento y jubiloso Palomo relinchaba y demostraba con su carrera, que era un brioso corcel de gran alzada y bella figura que estaba ya consagrada en ayudar el alcance de la Libertad y la Independencia de los países latinoamericanos, por eso, ¡Reía a carcajadas! Y con sus hermosos ojos abiertos soñaba despierto Palomo: -!Soy el caballo de El Libertador Simón Bolívar- Relinchaba fuerte y orgullosamente, y su alegría era oída a lo largo y ancho de los llanos, mesetas y montañas de los Andes.

Pasados los años, Palomo, recuerda su aventura, su pasado, piensa y se pregunta : – ¿Será verdad que morí el 17 de diciembre de 1840 en el municipio Yumbo, Valle del Cauca, en Colombia, y me quedé allí? –

Ya en la gloria, en la posteridad, desde su cielo azul, el caballito blanco, Palomo, cavila, recuerda que históricamente empieza a manifestarse pictóricamente en planos superiores de Venezuela. En nada más y nada menos que en uno de sus tres símbolos patrios, en el Escudo Nacional venezolano: en el tercer cuartel de ese símbolo patrio.

Y, advierte: – El 18 de abril de 1836, aparezco gloriosamente en el Escudo de Armas de Venezuela – Palomo, continúa con sus memorias: -Y, que alegría, el 10 de febrero de 1954, simbolizo un caballo blanco indómito, trotando hacia la derecha, con la cabeza vuelta a la derecha, era el emblema de la independencia y de la libertad: la Independencia de Venezuela.-

Así, Palomo, regodeándose de contento con sus efemérides. ¡De pronto!, lo ataca un mal recuerdo. Y aturdido, descompuesto, con los ojos casi fuera de sus órbitas, exclama: -¡Pero, oh, Dios mío!, ¡Dios de los Ejércitos!, ¿Qué pasó?, ¿Qué afectó mi dignidad y la de los venezolanos?- Se preguntaba el caballito blanco: -¿Por qué infelizmente, el  7 de marzo del 2006  me cambiaron a la fuerza el rumbo, el sendero de la ya lograda Libertad e Independencia de Venezuela?

– Me cuentan, parece ser, dicen por ahí, se oyó una Voz y que de un tal “Grinch”, que decía, estridentemente: ¡Ese caballo, confísquenlo, cambien su rumbo, que corra hacia atrás, hacia la izquierda!- La Voz, repetidamente, furiosamente, daba esa orden. – ¡Y se cumplió !-

¡Oh terror!, Ahora el caballito blanco, Palomo, comenzó a correr desbocadamente hacia la izquierda, sin mirar hacia atrás, galopando como con gríngolas en sus ojos hacia un despeñadero sin fin ni Libertad.

¿Será que ese cambio de dirección obligada de Palomo fue una premonición de sucesos, entre otros, como los de la emigración desesperada y masiva de venezolanos, producto del cierre de espacios democráticos, violencia política, crisis económica y humanitaria?

-¡Perdí el camino!- Relinchaba. – Me siento muy mal – relincha y resopla triste Palomo.

– Hemos desandado ya más de veinte años, todo es ahora crueldad, autoritarismo y descomposición que ahoga a mis hermanos venezolanos – Se preguntaba: – ¿He perdido el sendero, la libertad e independencia de mis galopes?- Llorando Palomo desconsoladamente su destino.

Pero, Palomo, no se quedó petrificado en su tristeza, y pronosticó: – ¡Algún día, la imagen de Libertad, Independencia y Victoria, se reflejarán nuevamente en el Escudo Nacional de la República de Venezuela! , ¡De nuevo será una nación democrática, libre, segura, reconocida en el mundo, llena de felicidad y crecida la Dignidad de todos los venezolanos! –

Y, afirmó con resiliencia: -¡Ya volveremos a levantarnos, ya encontraremos TODOS ¡el sendero nuevamente!- Fue la respuesta categórica y decisiva expresada en un portentoso e inequívoco relincho que en estos días y horas del 2021 se oye con estruendo, delirio y muchas esperanzas en los aíres de los llanos, en las ciudades y pueblos, los ríos y lagos, en las montañas y sus nieves, su Macizo Guayanés e indefectiblemente en cada corazón y alma de los venezolanos:

–¡Hiii hiiii hiii hiiiiii hiiiiiiiiii…!-

Moraleja: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda.”
Martin Luther King

Calgary, Canada 2021

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