Opinión

Mal de Páramo

El Mal Agudo de Montaña llamado coloquialmente mal de páramo, mal de altura, soroche, apunamiento, puna o mal de puna, es la falta de adaptación del organismo a la hipoxia.
sábado, 09 enero 2021

La altura afecta forzosamente a los humanos, por lo que transitar a mayores altitudes, puede representar mayores riesgos y problemas a la salud.

El cuerpo humano funciona mejor a nivel del mar, donde la concentración de oxígeno (O2) es de 20.9 %, y la presión parcial (PO2) es de 21,2 kPa, la cual decrece exponencialmente con la altitud.

La presión parcial de oxígeno (PO2) es la fuerza impulsora para la difusión de oxígeno a través de los alvéolos hacia la sangre, donde se transporta principalmente unido a la hemoglobina hasta las células, para finalmente llegar a las mitocondrias.

El Mal Agudo de Montaña (MAM), llamado coloquialmente mal de páramo, mal de altura, soroche, apunamiento, puna o mal de puna, es la falta de adaptación del organismo a la hipoxia (falta de oxígeno) de la altitud; afortunadamente el cuerpo humano posee adaptaciones a corto y largo plazo que le permiten compensar, en forma parcial, la falta de oxígeno.

La presión atmosférica disminuye con la altura, lo que afecta la biodisponibilidad del oxígeno, ya que los alvéolos pulmonares no son capaces de transportar la misma cantidad de oxígeno a la sangre, que ante una situación de mayor presión.

La gravedad del trastorno está en relación directa con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada. De manera inversa estos síntomas normalmente desaparecen al descender a cotas más bajas.

Cuando el cuerpo alcanza cerca de 2.100 metros sobre el nivel de mar, la saturación de la oxihemoglobina comienza a disminuir drásticamente y por ende el contenido de oxígeno en la sangre.

La “zona de la muerte” fue definida por el médico suizo Edouard Wyss-Dunant como la zona por encima de los 7.500 metros de altitud, a partir de la cual la vida humana es prácticamente imposible, aún por periodos cortos de menos de un día, debido a la baja presión atmosférica que hace que al sistema respiratorio le sea más difícil encontrar el oxígeno disponible para respirar.

En la “zona de la muerte”, el organismo utiliza su abastecimiento de oxígeno más rápido de lo que lo puede reemplazar. Un período extendido en esta zona resulta en un deterioro de las funciones del cuerpo, pérdida de conciencia, y por último, la muerte.

La cantidad de oxígeno disponible para sostener la atención mental y psicológica disminuye conforme la altitud aumenta.

De igual forma, la deshidratación debida a una pérdida acelerada de agua en forma de vapor como consecuencia de la altitud, puede contribuir a la aparición de sintomatología.

Dentro de los síntomas del Mal Agudo de Montaña destacan:

1. Mareo
2. Cefalea (dolor de cabeza).
3. Náuseas y vómitos.
4. Falta de apetito.
5. Agotamiento físico.
6. Nerviosismo
7. Disnea súbita.
8. Trastornos del sueño.
9. Elevación del ritmo cardíaco.

Las manifestaciones más graves y potencialmente letales del Mal Agudo de Montaña son el edema pulmonar y cerebral de altitud.

El diagnóstico del Mal Agudo de Montaña es clínico, esto es, basado en la apreciación general del estado del sujeto ya que no existe ningún síntoma que, por sí solo lo identifique inequívocamente.

Generalmente se recurre a tablas de síntomas, siendo la más utilizada la escala del Lago Louise.

A efectos prácticos (por encima de los 2.500 m.s.n.m.) la aparición de cualquiera de los síntomas anteriores que no puedan explicarse por otras razones debe considerarse como MAM y actuar en consecuencia: dejar de ascender y, si los síntomas no mejoran, bajar, perder altitud lo antes posible al menos hasta la cota donde no se presentaban síntomas.

La preparación física, por excelentes que estas sean, no previenen el MAM. Este puede producirse a cotas de tan solo 2500 m. de altitud y se sabe que la susceptibilidad a padecerlo es inversamente proporcional a la edad del sujeto, probablemente debido a la madurez del sistema nervioso.

El Mal de Páramo se puede llegar a prevenir subiendo de manera lenta. En la mayoría de los casos, los síntomas son temporales y usualmente se reducen conforme la aclimatización a la altura. Sin embargo, en casos extremos, el mal de la altura puede ser fatal.

Los atletas pueden tomar ventaja de la aclimatización a la altitud para incrementar el rendimiento. Los mismos cambios que ayudan al cuerpo a hacer frente a la gran altitud incrementan el rendimiento al volver al nivel del mar. De cualquier modo, esto no siempre es el caso.

Los efectos de aclimatización positiva serán negados por los efectos de las pausas en el entrenamiento, ya que los atletas no pueden entrenar con la misma intensidad a grandes altitudes que al nivel del mar.

Dra. Fanny Quevedo
Médico Ocupacional
Especialista en Gerencia en Salud.
qcfanny@hotmail.com

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