Opinión

Maduro ya es pasado

En el corto plazo se va a compartir ese “elefante rojo” que ya está medianamente comido.
Juan GUERRERO
miércoles, 13 febrero 2019

Estemos claros en esto: aunque las fuerzas políticas opositoras y sus líderes tengan razón en sus estrategias y estén seguros en obtener la victoria a corto plazo, el poder absoluto no podrá lograrse. Al menos en el mediano plazo. Eso significará, entre 8 meses a 1 año y medio.
En el corto plazo se va a compartir ese “elefante rojo” que ya está medianamente comido. Creo que parte del poder cederá y veremos a Maduro y su pandilla, abandonar Venezuela. Ello permitirá al presidente encargado, Juan Guaidó y su equipo, instalarse en el centro “político” del poder: Miraflores.
Pero queda Fuerte Tiuna, el centro del poder militar donde habrá que desplazar y expulsar a varios grupos. Uno de ellos liderado por Diosdado Cabello y otro más, por los cubanos al mando del general carnicero Ramiro Valdés Menéndez. Los que sobrevivan, liderarán el poder desde las sombras.
Ese es quizás el mejor desenlace con menor costo en vidas que podamos esperar. Porque por donde se le vean salidas a este conflicto, hay sangre y sufrimiento por montones. Algo parecido ocurrió en Chile y otro tanto, en la Argentina. En ambos países los nuevos líderes debieron coexistir por un tiempo con los militares.
La dramática situación por la que atraviesa Venezuela no es nada fácil. Por el contrario, y como en varios escritos lo hemos mencionado, es un conflicto con aristas internacionales. La larga mano del narcotráfico, guerrilla izquierdista, bandas y megabandas del tráfico de armas, oro, petróleo, coltán, entre otros, hizo de este país una “tierra de nadie” dominado por grupos del crimen organizado con tentáculos en varios países, como Cuba, Irán, Corea del Norte, Rusia, México, Siria, y lo que desató esta crisis internacional: la presencia del terrorismo medioriental, con el Estado Islámico.
Porque los estados que representan la civilización occidental, con Estados Unidos, Unión Europea y Australia y los más grandes países latinoamericanos a la cabeza, no acuden a ayudar al restablecimiento de la democracia en Venezuela porque “somos gente chévere”.
Responden a un evidente peligro inminente que representa la invasión en sus países, por una parte, de millones de hambrientos e inocentes migrantes en sus territorios, y la clara presencia de bases terroristas del Daesh, Hamas, Hezbolah y del ELN/FARC, en suelo venezolano y muy cercano a sus países. Porque si bien los militares cubanos, con su ejército de ocupación, estaban desde hacía casi 20 años, disfrazados de asesores. No representaban mayores problemas para el Estado norteamericano. Después de todo los cubanos castristas están acostumbrados a vivir parasitariamente.
Nos guste o no, la transición durará el tiempo necesario para reagrupar, tanto a las fuerzas políticas, como a los militares, banqueros y demás grupos económico-financieros. Porque todo este desplazamiento de fuerzas las estamos viendo a medias. Mientras unas se desenvuelven a la luz de reflectores, con la nitidez de las imágenes, otras se mueven en sigilo y entre bastidores.
Lo cierto, evidente y notorio es la caída del régimen representado en la persona de Nicolás Maduro. Esto en las decisiones tomadas por las grandes potencias, tanto militares como industriales y la presión social interna. Porque siendo sinceros, las decisiones tan contundentes y definitivas en boca de representantes de países, como Canadá o Inglaterra o Alemania o Brasil, hacen que la crisis venezolana sea solucionada con la salida del ahora llamado “usurpador”. Así se le ve, llama y menciona como figura del pasado reciente en la política venezolana.
Lo importante ahora es atender lo puntual. Una escandalosa emergencia humanitaria compleja, que tiene una base poblacional cercana a las 300 mil personas en peligro de muerte inminente. Un territorio que debe ser protegido de la presencia de megabandas del crimen organizado, así como neutralizar a los grupos de colectivos, paramilitares y terroristas que serán el dolor de cabeza del nuevo gobierno.
Lo práctico, legítimo y justo será aplicar la Resolución sobre Responsabilidad de Proteger (RES/60/1) de las Naciones Unidas, con fecha septiembre de 2005, donde se indica que todo estado firmante de ese acuerdo, tiene derecho a intervenir en otro estado cuando su población esté en riesgo de muerte por genocidio, violación flagrante de derechos humanos o crímenes de lesa humanidad. Parte de estos puntos han sido denunciados y comprobados en el caso de Venezuela y su régimen violador de derechos humanos. Además, el artículo 187.11 constitucional venezolano es claro y admite el uso de fuerza militar multinacional para proteger a su población en riesgo de muerte.
La crisis venezolana a mediano y largo plazo resulta un reto descomunal, y, por paradójico que parezca, de fortaleza para los nuevos liderazgos y la población en general. Es que prácticamente todo habrá que reconstruirlo. Reinstitucionalizar el Estado. Eso ya es un logro para una población, que, aun y con su sufrimiento y dolor a cuestas, tiene en su haber una formidable herencia de esfuerzo, tenacidad y solidaridad. Gente que aprendió a sonreír frente a la adversidad. Además de tener lo principal; una población profesionalmente calificada y experimentada, y un territorio con riquezas estratégicas certificadas y en abundancia.
Será difícil, muy difícil esta nueva ruta de vida. Pero es el único camino que podrá llevarnos a nuestro destino, como pueblo y nación: la civilidad como práctica de la libertad en una sociedad de justicia y plenamente democrática.
(*) camilodeasis@hotmail.com
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