Opinión

Lo he dicho, y lo haré

El pasaje del profeta Ezequiel dice que Dios tomará una rama de un cedro, para plantarla en el lugar más alto de Israel, de manera que de esta ramita brote un árbol frondoso, noble, capaz de anidar en su follaje todo tipo de aves.
jueves, 10 junio 2021

El reino de Dios predicado por Jesús representó una novedad y una buena noticia para sus oyentes. Jesucristo respetó y se apoyó en las tradiciones de su pueblo, conoció y divulgó sus costumbres, compartió las historias que oyera de joven, animó a los demás a vivir a partir de lo mejor de la cultura religiosa judía. Sin embargo, todas estas cuestiones cobran un nuevo cariz en su persona: él se fundamenta en su pasado para dar a conocer un mensaje del todo novedoso. Y esta novedad representa toda una buena noticia para quienes lo escuchan.

Uno
Todos estamos conscientes del papel esencial que juegan los árboles en nuestra existencia y en la vida misma de la Tierra.
En la Biblia tenemos relatos de árboles famosos, destacando particularmente el árbol plantado en medio del paraíso. Entre los árboles más valorados por esa cultura está el cedro, por su prestancia y hermosura (no en balde, aparece en la bandera del Líbano).

Dos
Lo anterior viene a colación, porque Jesús de Nazaret se vale de la imagen del árbol para aproximarnos a la realidad del reino de Dios, para que cada quien desde su propia situación dé a esta parábola “agrícola” la interpretación que mejor se acople a dicha situación vital.

El pasaje del profeta Ezequiel dice que Dios tomará una rama de un cedro, para plantarla en el lugar más alto de Israel, de manera que de esta ramita brote un árbol frondoso, noble, capaz de anidar en su follaje todo tipo de aves. El “milagro” divino consiste en hacer surgir de lo pequeño algo grande.

Por su parte, en el evangelio según san Marcos Jesús dice que de la diminuta semilla de mostaza se da un árbol tan grande que es capaz de acoger a todos los pájaros.

El paralelismo con la primera lectura es notorio. Se repite acá la misma idea: de lo germinal nace algo inconmensurable, exuberante.

Tres
Ahora bien, existe igualmente una diferencia entre ambos pasajes bíblicos, que se explica a partir de la siembra del trigo: a pesar de haber sido el hombre quien sembrara el trigo, no sabe cómo y cuándo éste crece; sabe únicamente cuándo el trigo está listo para la siega y la cosecha. Es decir, hay una parte del proceso que depende de nosotros, y existe otra parte de este mismo proceso que se nos escapa, que no tiene nada que ver con el esfuerzo humano.

Cuatro
Hasta aquí las imágenes que están a beneficio nuestro, para que entendamos más y mejor eso del reino de Dios. El reino propuesto por Jesús nace de lo pequeño, se da en lo sencillo y en el anonimato. El reino de Dios necesita de nosotros, pero su crecimiento no está supeditado exclusivamente a nosotros, sino que depende igualmente de la obra de Dios.

Que el reino de Dios sea algo minúsculo que después adquiere altas cuotas, no hace de él algo excluyente o revanchista, sino que, muy al contrario, su grandeza está precisamente en la capacidad de acoger a todos, de recibir a todos como miembros de una única familia, la de los hijos de Dios. Él lo dijo y lo hará.

Me parece que la lección a cosechar es justamente no despreciar las pequeñas “victorias”, las realidades sencillas, pues es de ellas de donde se desencadena el reino que las supera en magnitud e incidencia. Dios nos confiera la paciencia propia de nuestros agricultores, que trabajan ardua y constantemente la tierra.

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