Opinión

Lecturas de papel: Lenguaje y totalitarismo

Así, terminas prisionero pareciéndote en la cotidianidad a esas imágenes afantasmadas, tan aletargadas, cargadas de tanta pobreza.
Juan GUERRERO
miércoles, 20 enero 2021

El totalitarismo se derrota desde el lenguaje, y el chavizmo es una forma de totalitarismo, primitivo, hamponil, burdo y grotesco. El lenguaje del chavizmo es aquel del horror, la fetidez que lo corrompe todo y la continua humillación del ser humano y su entorno.

El lenguaje del chavizmo busca enloquecer por su continua torpeza de construir una falsa heroicidad, alterando la historia y sus hechos. Es un lenguaje de la precariedad en medio del terror que lleva gradualmente a corromper consciencias para sobrevivir.

Así, terminas prisionero pareciéndote en la cotidianidad a esas imágenes afantasmadas, tan aletargadas, cargadas de tanta pobreza.

Porque el espacio, el tiempo del totalitarismo es un ciclo continuo de marginalidad donde el lenguaje a cada instante se empobrece, se fragmenta, quiebra y queda anclado en mentiras y frases engañosas que se gritan e imitan sin ninguna reflexión.

Decir chavizmo es nombrar la banalidad permanente, es el lenguaje del atropello y la vejación a la condición humana. Es enloquecer en medio de la incertidumbre, es el aniquilamiento como ciudadano.

Porque eres apenas un pisatario, un paria de una lengua que no comprendes, extraña, de rumiantes que celebran la oscuridad de la muerte y el descuartizamiento de la belleza.

La argumentación del lenguaje chavizta está reducido a la construcción de un imaginario de la pobreza idiomática, la ridiculez del falso orgullo patrio, donde la pisada, la huella de la arbitrariedad militarista, grita, ordena e impone su poder, mientras el lenguaje es reducido a la obediencia y el silencio cobarde.

Las formas bellas y trascendentes de la cultura, sus instituciones, siempre terminan reducidas, apartadas, clausuradas, incendiadas y demolidas.

Centros de arte, edificaciones educativas, bibliotecas de investigación universitarias, publicaciones, y demás objetos del saber son las víctimas de la hegemonía totalitaria.

Ello comporta lenguaje que es reducido a su mínima expresión. Por ello se puede evidenciar por las calles de esta Venezuela desamparada tanto caminante rumiando su silencio en expresiones de un lenguaje ininteligible, soez, cubierto de pobreza idiomática, primitivo, oracionalmente simple, torpe y lleno de lugares comunes.

Por eso es imprescindible reivindicar el lenguaje que resiste, ese del arte de todos los tiempos. El lenguaje donde lo poético, lo metafórico y simbólico, invitan a construir y a reinventar permanentemente el idioma.

Resalto a la poesía y los poetas que se rebelan contra todo tipo de totalitarismo, de populismo.

Ellos, que resisten y construyen el lenguaje eterno de los dones, la lucidez perpetua que vive en los versos de un Francisco Arévalo, de Teresa Coraspe, Moraima Guanipa, Adriana Cabrera, Golcar Rojas, José Malavé, Salvador Tenreiro, Néstor Rojas, Eleazar León, Hanni Ossott, Armando Rojas Guardia, y de tantos otros que trascienden estos tiempos de una Venezuela gris y de lenguaje estridente, banal de la barbarie chavizta.

En ese lenguaje poético palpita la real y verdadera razón de la existencia, memorioso, sabio, inteligente y solidario que celebra la vida. Es el lenguaje de la lucidez perpetua y la pluralidad. Reconocernos en nuestro Otro igual y existir en el Otro diferente y permanente.

Es indispensable regresar a nuestro lenguaje ancestral, universal, metafórico y sanador. Ese lenguaje donde habitan nuestros esplendores, nuestros antepasados, nuestros dioses celestiales.

Volver, regresar al lenguaje que celebra la vida, fértil e inmensamente rico, abundante, esplendoroso, dadivoso. Que nutre el alma y lo dispone a lo amplio, a lo abierto del ser.

Creo en la riqueza como uno de los dones fundamentales de la vida, como construcción diaria y permanente que eleva a los hombres a la categoría humana, lo dignifica y señala el camino a lo civilizado y cívico, y permite implantar eso llamado ciudadanía. En ese espacio infinito, en ese esplendor tiene lugar el lenguaje de lo amoroso, de la abundancia y la riqueza plena y eterna de la humanidad.

Porque el lenguaje trascendente, para ser tal, para perpetuar el destino humano, solo habita en libertad, en el discurso de los hombres libres que sanan sus heridas en la argumentación, el razonamiento y la consciencia de saberse acompañados en la diversidad y la diferencia.

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