Opinión

Lecturas de papel: La catástrofe civilizatoria

Presidentes como el de México, o usurpadores, como el de Venezuela, entre una caterva de habladores profesionales de incoherencias históricas, pretenden reescribir la historia de la cultura hispánica, buscando imponer el discurso de un Edén, de un Paraíso que fue profanado por el imperio español.
miércoles, 20 octubre 2021

Es evidente y de conocimiento histórico que la conquista y poblamiento de la Tierra de Gracia (Venezuela) y el resto de América, fue posible por la participación directa de la mayoría de las poblaciones aborígenes que desde hacía miles de años residían en las tierras avistadas por Cristóbal Colón.

Como toda conquista la adelantada por el imperio hispánico no fue diferente a la egipcia, la griega o la romana. Obviamente, fue diametralmente diferente a la inglesa, la francesa y ni se diga, a la holandesa. De estas tres últimas las manifestaciones de la propaganda de eso llamado, ‘la leyenda negra’, muy poco hace referencia.

Ahora que se despierta y vuelve a instalarse la mano negra de esta leyenda contra España y la hispanidad como cultura e historia, resulta significativo que los símbolos que han perdurado por siglos comiencen a destruirse por obra y des-gracia, tanto de quienes muy bien han diseñado semejante afrenta contra una milenaria cultura como de quienes ‘inocentemente’, en propias tierras hispánicas, se prestan para que ello ocurra.

Presidentes como el de México, o usurpadores, como el de Venezuela, entre una caterva de habladores profesionales de incoherencias históricas, pretenden reescribir la historia de la cultura hispánica, buscando imponer el discurso de un Edén, de un Paraíso que fue profanado por el imperio español.

Pocos imperios, y el hispánico ha sido uno de los escasísimos que lo hizo, trasladaron a tierras conquistadas sus principios, valores y modos de vida que fortalecieron un idioma, una religión y una cultura al mezclarse con las culturas aborígenes.

El sistema jurídico hispánico se sumó a la implantación de un vivir y convivir en estructuras de relaciones sociales, económicas y comerciales que fortalecieron la población que hizo posible la maravilla y el esplendor del mestizaje en el Nuevo Mundo.

La construcción (arquitectura) de nuevas ciudades y pueblos, universidades, imprenta, bibliotecas, sistemas de comunicaciones, desarrolló un mundo que hasta inicios del siglo XVI era completamente desconocido para Europa. Así, el imperio español construyó la empresa jamás alcanzada por otras culturas: acercar el mundo y ‘globalizarlo’.

Quienes, hoy, apenas con dos siglos de diferencia del dominio y control de ese mundo globalizado por la cultura hispánica, se oponen deliberadamente lo hacen usando la lengua que les fue dada, y no una aborigen. Quienes, hoy, se oponen reclamando la vuelta de los dioses a quienes sus antepasados rendían ofrendas de sacrificio, lo hacen imbuidos por una ‘cultura cristiana’ imposible de ocultar. En fin, que sus modos de vida, sus mismos atuendos, delatan sus imposturas.

Ellos están muy cercanos de aquellos descendientes, piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, quienes fueron los mercenarios que sirvieron a los imperios maltratadores, que usaban el pillaje, la descomunal violencia, diezmaron por siglos las costas caribeñas asaltando y destruyendo todo vestigio de cultura para robar tierras y vidas e imponerse a sangre y fuego.

Muestra de ello, son las tierras de Jamaica donde se estableció la ciudad más corrupta, sanguinaria y violenta del mundo (Port Royal), o el robo de las islas de los gigantes, Aruba, Bonaire y Curazao, o el aniquilamiento de los pobladores de las islas de Trinidad y Tobago, para robárselas al imperio hispánico y anexarlas al inglés u holandés.

Estos pillos de la mar océano actuaban, inclusive, con carta de autorización (patente de corso) de sus gobiernos para ayudar en su lucha por arrebatarle al imperio hispánico las nuevas tierras y riquezas. Pero de esto poco se cuenta en los libros de historia y por quienes hacen uso de las redes sociales para pedir ‘justicia’ en nombre de los ‘inocentes y angelicales’ aborígenes.

No, en 1492, cuando el Almirante llega al Nuevo Mundo no era el Paraíso, aunque mucho se le parezca. No, cuando Cortés y sus castellanos arriban a Tenochtitlán los mixtecas no asaban a sus enemigos usando ‘microondas’. No, cuando el mestizo, Francisco Fajardo llegó al valle de los Caracas, los caribes no jugaban con ‘legos’ mientras se comían a sus enemigos y les violaban a sus mujeres.

Cuando comienza el siglo XVI los imperios, mixteca, maya, inca, fundamentalmente, estaban en constantes guerras imperiales y sanguinarias contra los pueblos minoritarios. Una vez que los conquistaban, los esclavizaban, los violaban y los usaban como carne fresca, tanto para ofrendarlos a sus dioses o para ingesta alimentaria. Por ello, cuando los conquistadores castellanos llegan, los pueblos indígenas oprimidos se alían con los castellanos para defenderse y sobrevivir.

Ahora que ‘misteriosamente’ se abre el tema del horror de Cristóbal Colón y su simbolismo contra la cultura hispánica, es saludable y justo revisar todo aquello que sea menester hacer, sea para precisar acontecimientos históricos, sea para darnos cuenta que en medio de todo este descalabro de inexactitudes e intereses malintencionados, pervive el espíritu de una cultura, la hispánica, para quienes fuimos, somos y seguiremos siendo, herederos de un eterno esplendor, una fuerza espiritual imposible de destruir y menos, opacar.

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