Opinión

La hora de la gloria

Jerusalén es sinónimo de muerte (ningún profeta auténtico muere fuera de sus muros). La hora de la muerte de Jesús coincide con su cercanía a Jerusalén; le llegó su hora.
jueves, 18 marzo 2021

Jerusalén
La subida a Jerusalén no ha sido sencilla; son muchas las resistencias naturales a arriesgar la propia vida, que han experimentado los discípulos en el trayecto a la ciudad santa. Ellos no quieren morir; pero tampoco quieren que su querido amigo perezca.

Jerusalén es sinónimo de muerte (ningún profeta auténtico muere fuera de sus muros). La hora de la muerte de Jesús coincide con su cercanía a Jerusalén; le llegó su hora.

Para Jesús no hay vuelta de hoja: llegó la hora de su glorificación a través de su —contradictoria— muerte en cruz. Es una de las tantas paradojas presentes en el evangelio de san Juan.

La entronización de Jesús–Rey se da en la cruz, su momento de mayor esplendor ocurre en su asesinato, la salvación que nos ofrece pasa inevitablemente por su entrega en manos pecadoras.

Nuestra mirada finalmente se posa en su figura, no para contemplar su esbeltez o buenas proporciones, su belleza estandarizada o perfección física, sino que levantando los ojos al cielo, observando al que traspasaron, atónitos, sin palabras, reconocemos que en el Crucificado, en su cuerpo triturado y mancillado, se revela la belleza de Aquel que no se reservó nada para sí mismo, por la sencilla razón de que nos ama por entero y totalmente.

A ejemplo del trigo
La vida de Jesús es similar al grano de trigo que muere una vez que se lo entierra. El dolor que provoca la siembra no es motivo suficiente para detenerse, porque todo sembrador sabe que al esparcir el trigo, está pensando en el pan futuro. La entrega es entonces condición de posibilidad de que haya más vida.

Dar, donar, entregar, regalar, “perder” para que haya más, para que llegue a más, para que alcance para todos. Para que Jesús nos atraiga a todos con la belleza de su entrega sin medidas ni reparos.

El deseo de ver a Jesús
El evangelio del domingo próximo resulta un tanto curioso por la manera como inicia. Es decir, unos “extranjeros” quieren ver a Jesús. Para ello, recurren previamente a Felipe y Andrés, y éstos finalmente a Jesús para que los reciba.

La narración se interrumpe abruptamente, pasando a las palabras que comenté más arriba.

Hemos de suponer entonces que estos griegos escucharon el mensaje de Jesús, y con ellos nosotros también, pues en la figura de los “extranjeros” nos hallamos incluidos todos los hombres y mujeres de buena fe. Todo cuanto ha señalado el Señor, es Buena Noticia para quienes “queremos verlo”. El mensaje de Jesús está dirigido a todas las personas de todos los tiempos y lugares, sin distinción alguna, pues Él no establece diferencias.

En ambientes de rapiña e individualismo exacerbado, radicalmente egoísta, se impone el mensaje de la entrega y la donación. Pensar únicamente en asegurarse la propia ganancia, hoy día no es una buena estrategia. La superación del descalabro pasa también por asumir actitudes distintas a las imperantes, pues han sido éstas las que nos han traído hasta el momento presente. Permita Dios podamos entregar la propia vida, para que haya más vida.

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