Opinión

La fe que piensa: Dios ilumina los ojos del corazón

Esto no tiene que ver con “regresar al pasado”, sino que hemos aprendido finalmente la dura lección y que no queremos cometer los mismos errores.
jueves, 30 diciembre 2021

Para mirar nuevas todas las cosas
Que Dios alumbre la “vista” del corazón es una frase que san Pablo dirige a los Efesios. Reflexionada incluso en su nivel más básico, la afirmación apunta a mirar más en profundidad, que supere el mero dato fáctico. Es decir, las personas no solo percibimos con los ojos, sino que nuestra mirada puede penetrar la realidad misma, llegando a niveles más profundos impensables.

Obviamente hoy día, allí donde dirija la mirada, lo que salta a la vista remueve las entrañas, hiere el espíritu, indigna; finalmente también suscita solidaridad, compromiso y pasos concretos para arrebatarle espacios al Mal que se ha asentado en el país, o sencillamente ocupar aquellos relacionados con los servicios básicos y que el gobierno no atiende.

Estamos estrenando año. Todo inicio tiene la propiedad de recargar nuestras fuerzas. Conscientes entonces de cuanto padecemos, que nos sitúa fuera de los servicios —inexistentes, a ras de suelo o “privatizados” —, y de los alimentos, que nuestros salarios no cubren, podemos concentrar las pocas energías en lo esencial, de manera que nuestras acciones sean un poco más efectivas y permanentes en el tiempo.

Una novedad que deberíamos favorecer en este año “nuevo” es cambiar nuestra manera de ver la realidad, procurando captar precisamente lo novedoso en todas las cosas y que no tiene que ver con hacer de la necesidad de los demás un negocio: hay que promover más sociedad civil, hay que optar por aquello favorezca a la mayoría empobrecida, hay que seleccionar mejor a los dirigentes.

Para mirar la realidad con honestidad
Ser honestos con la realidad está relacionado con darnos cuenta de que estamos efectivamente muy mal, y que podemos empeorar aún más. Esta constatación sin embargo no nos paraliza, sino que, muy contrariamente, invita a sacar lo mejor de nosotros mismos, de modo que seamos los artífices de un nuevo país, el país que nos merecemos.

Esto no tiene que ver con “regresar al pasado”, sino que hemos aprendido finalmente la dura lección y que no queremos cometer los mismos errores.

En nuestras esquinas abunda la maldad, de igual forma que está presente lo mejor de nosotros, que ha hecho posible que no desaparezcamos como sociedad y país.

Para mirar la gloria de Dios
Enero es la continuidad del nacimiento de Jesús, el Verbo de Dios existente incluso antes de su encarnación, porque el diálogo entre las Personas Divinas es una de sus características esenciales. Dirigir al otro la palabra, y acoger la palabra del otro, es el comienzo de toda historia. Porque, para que haya diálogo debe darse antes el reconocimiento de quienes se comunican.

Por lo que respecta al ambiente navideño que se cerrará con la Epifanía del Señor a todos los pueblos y personas, el diálogo se une a la mirada: contemplado nuestro Dios presente en esta realidad con todas sus contradicciones, proclamamos su gloria. Es decir, reconocemos que lo que Jesús quiere es que todos seamos más personas, que crezcamos en todos nuestros ámbitos, que ayudemos a los otros en este proyecto, que gocemos de los bienes de la creación y de los servicios básicos.

Cambiar el modo de ver las cosas es una tarea que nos ocupa toda la vida. Pero es igualmente un regalo que el Niño Dios nos ofrece a quienes se lo pedimos.

Mirar nuevas todas las cosas, incluidas las dinámicas que nos despachan por “política”: la visión tiene una función crítica, porque estamos claros que la actual política no es tal y por eso la rechazamos; la visión tiene asimismo una función creadora, porque estamos claros que el mejoramiento de cuanto padecemos pasa también por nuestras manos, por los compromisos que asumamos y por los pasos que demos, no para beneficiar las agendas privadas de quienes se autodenominan “dirigentes”, sino para salir del túnel donde injusta e irresponsablemente nos han metido.

Ilumina, Señor, la mirada de nuestro corazón, que, como decía El Principito, “solo se ve bien con los ojos del corazón”.

Les deseo a todos un mejor 2022, apertrechados con la luz y la paz del Niño Jesús.

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