Opinión

La fe que piensa como si presente me hallase

De hecho, Jesús aun antes de su nacimiento es capaz de mover a José y a María, a los pastores y a los Reyes Magos; Él mueve cielo y tierra, para que la tierra se convierta en cielo.
jueves, 23 diciembre 2021

“El primer punto es ver las personas; es a saber, ver a Nuestra Señora y a José y a la ancila, y al Niño Jesús recién nacido, haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndoles en lo que necesiten, como si presente me hallase, con todo el acatamiento y reverencia posibles; y después reflexionar en mi interior para sacar algún provecho” (Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, 114).

Al momento de escribir estas líneas, nos encontramos a horas de rememorar el Misterio que separó la historia de la Humanidad en un antes y un después, marcando asimismo una diferencia en la vida de muchos de nosotros: el nacimiento del Niño Jesús.

Su venida fue anunciada con antelación, suscitando esperanza especialmente en aquellos para quienes todas las puertas estaban —injustamente— cerradas. Esta actitud esperanzadora ha sido asumida de modo activo. Es decir, la existencia habitada por el Dios que viene, ha servido para que muchos trabajen en favor de la concreción de esta esperanza, “acercándola” más al propio presente, haciéndola realidad y no solo un sentimiento que podría cobijar más bien resignación.

De hecho, Jesús aun antes de su nacimiento es capaz de mover a José y a María, a los pastores y a los Reyes Magos; Él mueve cielo y tierra, para que la tierra se convierta en cielo.

El “movimiento” es anterior, y se apoya en la esperanza. Y ésta nutre nuevos proyectos, cambios sustanciales en situaciones y dinámicas que atentan contra el crecimiento humano, el bienestar de todos o aspirar sencillamente a aquellos bienes, servicios y recursos que nos corresponden por el simple hecho de ser personas.

El reto es siempre dar los pasos necesarios para que lo anterior sea realidad; se trata de “moverse”.

Ver las personas
Dios entró en la existencia de Ignacio de Loyola, cambiándola por completo. Él por su parte consignó por escrito un “recetario”, con la convicción de que podría ayudar a otros, no a repetir todo cuanto vivió, sino a que se encontraran con el Señor del mismo que Jesús lo encontró a él.

Este manual práctico son los Ejercicios Espirituales, un libro que nos ha hecho mucho bien a cuantos hemos querido encontrarnos con Dios: el Señor es quien decide si el encuentro se dará o no, mientras que nosotros disponemos en ambiente de ese encuentro siguiendo las pautas del librito de los Ejercicios.

En el 114 de los Ejercicios se encuentra una de las contemplaciones más inspiradoras de Ignacio, que coincide en alguna medida con el relato evangélico del nacimiento. En este pasaje tenemos un precioso consejo para vivir con mayor autenticidad la navidad: “ver las personas”.

Mirar a las personas para encontrar en ellas la presencia divina, para notar como “circula” el Amor entre éstas, imponiéndose a toda carencia material o de cualquier otra índole. Mirar a las personas para devolverles su justo lugar, reconociendo honestamente que están por encima de las cosas, de cualquier cosa.

Mirar a las personas para darnos cuenta de que no somos muy distintos.

En la contemplación de la Sagrada Familia vemos la Divinidad que nos salva, ante ella nos “rendimos”, respondemos al amor que nos propician con servicio incondicional, sencillo, gratuito, sin quitarles los ojos de encima, porque reconocemos que también Dios necesita de nosotros.

Como si presente me hallase
Una segunda insinuación que Ignacio nos hace en la contemplación es situarnos en el corazón mismo del nacimiento de Jesús. Estar presentes “con la vista de la imaginación” activa unas dinámicas internas que nos darán las energías suficientes para asumir evangélicamente todo cuanto vendrá después de las fiestas decembrinas.

Junto con la esperanza de que hablaba anteriormente, el nacimiento de Jesús nos sitúa en una relación de amor auténtico. Siendo éste el piso donde apoyamos nuestras vidas, abrimos las manos para recibir su luz y su paz.

El domingo está dedicado a la Sagrada Familia; ya Jesús estará en medio nuestro. Que el Dios Niño nos bendiga a todos, especialmente a aquellos que están lejos, pero ocupan un buen espacio en nuestro corazón. ¡Feliz Navidad!

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