Opinión

La ascensión: Invitación a crecer

Como suele suceder frecuentemente con Jesús, él aprovecha la ocasión para darnos una lección de vida, con la esperanza de que se prolongue en el tiempo.
jueves, 13 mayo 2021

Al acercarnos a Pentecostés, es decir a la celebración litúrgica de la recepción del Espíritu Santo que ya habita en nosotros, debemos recoger los frutos que este camino espiritual pascual ha puesto en nuestras manos, siendo el encuentro y la relación íntima con Jesucristo el más precioso de todos.

El recorrido hecho por la comunidad cristiana de la mano de Jesús de Nazaret resucitado, ha tenido sus altibajos. La Resurrección del Señor ha devuelto la alegría a los suyos; su presencia novedosa les ha devuelto la confianza y los deseos de continuar. La Resurrección de Jesús, sin embargo, ha traído consigo otra dinámica promovida sobre todo por los Apóstoles, y ciertamente rechazada por Jesús.

Los discípulos quieren que Jesús “no se vaya”, que retome su lugar en medio del grupo. Jesús resucitado, habría pasado por el fuego del crisol de su pasión, para brillar luego como el oro con su Resurrección. Ocurrido todo esto, para sus seguidores es “normal” que Jesús tome las riendas de la comunidad. A la felicidad que provoca la Resurrección en la vida de los amigos de Jesús, habrá que sumarle el sabor de victoria que prueban: ellos también ganaron al final del día, con la Resurrección de su Señor. Ahora se trata de “volver a lo de antes”.

No atarse a la silla del poder

Como suele suceder frecuentemente con Jesús, él aprovecha la ocasión para darnos una lección de vida, con la esperanza de que se prolongue en el tiempo.

A diferencia de lo que ocurre entre nosotros, el Señor no suele remacharse en el poder. Él prefiere compartir su autoridad, cederla para que otros participen y den su aportación: se es investido de poder para servir a los demás, para que la comunidad crezca, para que se convierta en modelo de convivencia social.

La posibilidad de dirigir la comunidad cristiana implica asimismo hacerse con las competencias para que dicha dirección sea efectiva, o sea, consecuente con el modo como Jesús lo hizo. De allí que oiremos en el evangelio del próximo domingo que los discípulos reciben de Jesús la autoridad para hacer el bien, para irradiar el bien y no para engrosar el propio estómago, cual pastor asalariado.

Responsabilidad: hacernos cargos de la realidad

La Ascensión de Jesucristo a los cielos, y la toma de posesión en el “lugar” que le corresponde, implica primeramente que nosotros asumamos responsablemente todos los bienes que coloca en nuestras manos, para que demos continuidad a la misión de acrecentar su reinado de amor, de fraternidad y de filiación.

Con otras palabras: el Señor se va para que nosotros crezcamos, asumamos nuestro rol, nos hagamos responsables y maduremos en nuestra condición cristiana.

Ahora bien, que él ascienda a los cielos no quiere decir que nos quedamos huérfanos de su presencia, sino que nos dona la manifestación más concreta de amor que tiene con Dios Padre, es decir su Espíritu Santo. El Paráclito es el cordón umbilical que nos une permanentemente con Jesús; es la condición de posibilidad de que todo cuanto hacemos en nombre de Jesús, sea efectivamente así y no en nombre propio, o para beneficio propio.

Parte de nuestros dirigentes son un contra ejemplo de lo dicho hasta ahora, pues en no pocas ocasiones su única intención es perpetuarse en el poder, usar éste para el provecho propio, y mantener al resto del grupo en un estado de infantilismo social, de dependencia, que no crezca en la asunción de sus responsabilidades.

Llegó la hora de crecer

Los venezolanos somos conscientes del abandono de parte del Ejecutivo de su papel de oferente y garante de los servicios básicos; para eso asumió el poder político. La realidad sin embargo se encarga de negarlo a diario, para desgracia nuestra, de la inmensa mayoría. Pues bien, la Ascensión es la invitación a dejar atrás el clientelismo a que nos acostumbraron, donde “papá Estado” nos asistía.

Es cierto que es responsabilidad del Estado cubrir algunas áreas fundamentales de nuestro tejido social; pero también es cierto que este Estado no está cumpliendo con su tarea. Ha llegado entonces el momento de que nosotros asumamos responsablemente nuestro rol de sujeto social para poder posibilitar que siga habiendo país.
Que el Espíritu que estamos por recibir una vez más, nos conduzca y fortalezca para que respondamos creativamente al momento presente, que Dios no quiere y que no nos merecemos. Esta creatividad tiene que ver con abrir alternativas allí donde la realidad se cierra y nos niega posibilidad de vida. Llegó la hora de crecer. Que así sea.

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