Opinión

La alegría inaugura la vida pública de Jesús

Entre Juan Bautista y Jesús existe una continuidad tan llamativa en sus respectivos trabajos, que frecuentemente los evangelios indican que las personas los confundían.
jueves, 13 enero 2022

Uno
El episodio del bautismo del Señor se cerró con la voz de Dios Padre quien no pudiendo contenerse al ver el comportamiento de su Hijo, exclamó: “me complaces, eres mi preferido al actuar de esa manera”.

Estas palabras dirigidas a Jesucristo tienen que ver también con nosotros. Es decir, nuestra filiación está relacionada con hacerse cargo de la propia realidad siguiendo los buenos ejemplos que nos dejara Jesús: amar entrañablemente a nuestros semejantes y a nuestro maltratado país, dando una mano para sembrar esperanza en la hoy devastada Venezuela.

Siempre que actuemos de esta forma, nos parecemos a Jesús de Nazaret y desde el cielo nos llega la confirmación de que vamos por buen camino.

Entre Juan Bautista y Jesús existe una continuidad tan llamativa en sus respectivos trabajos, que frecuentemente los evangelios indican que las personas los confundían.

Pero existen asimismo diferencias entre ambos: las personas iban en búsqueda de Juan; Jesús, en cambio, va al encuentro de las personas. Juan es austero e inclusive áspero en sus palabras y trato; Jesús no tiene muros de contención.

La alegría que irradia su persona desborda cualquier dique social. Él se siente a sus anchas en medio de las personas, y las personas se sienten muy a gusto en compañía de Jesús.

La misión de Jesús tiene inicio en el Jordán: Él predica, ofrece y realiza un Amor traducido en solidaridad incondicional para con los hombres, donde los excluidos ocupan un sitial de honor.

Dos
Ahora bien, si nos fijamos en el evangelio de Juan, la predicación y realización del Reino a que somos invitados, o sea el inicio de la misión pública de Jesús tiene lugar en un matrimonio.

El “programa” de Jesús está compuesto entonces por Amor irrestricto hacia nuestros semejantes, que nos impulsa a compartir con ellos la vida y, esto se lleva adelante en un ambiente festivo, similar al de unos esponsalicios.

Una de las realidades que mejor simboliza el Reinado de Dios es el banquete, la fiesta. Para la época que le tocó vivir a Jesús, la fiesta por antonomasia era la celebración del matrimonio, entre otros motivos porque se ofrecía un abundante y suculento banquete para los invitados.

En las inmediatas, esto quería decir para los comensales de estratos sociales bajos que ese día comerían y beberían mejor a como solían hacerlo cotidianamente.

Es Reino se asemeja pues a un banquete nupcial, donde circula el amor que se profesan los novios, la alegría de todos los presentes y la posibilidad de que todos compartan los bienes; la alegría, a su vez, se concentra en la presencia del vino.

Precisamente, en el relato de las bodas de Caná, en plena celebración “la madre de Jesús” se da cuenta “de que no tienen vino”. Y ocurre el milagro: la conversión de seiscientos litros de agua en vino, de parte de Jesús. El pasaje indica igualmente que se trata de un vino de óptima calidad.

Tres
De las muchas interpretaciones que se dan a esta perícopa, privilegio aquella que apunta justamente a una forma nueva de relacionarnos con Dios.

Del mismo modo que el agua pasa a ser vino, la religación con Dios cambia y ahora pasa por el encuentro con Jesús, promotor de un Reino que es también esperanza y alegría para sus destinatarios.

Reiteradamente he señalado la debacle que padecemos con diferentes adjetivos. Uno de estos es “devastado”. Pues bien, el profeta Isaías dice que Dios “renombra” todas las cosas ante la presencia de “la aurora de su justicia”; Israel ya no será llamado “devastado”, sino “predilecto”, “desposado”.

Es decir, Él en medio nuestro promueve una nueva realidad —simbolizada en el cambio del adjetivo—, que nos permite sobrellevar la actual, animándonos a superarla, transformándola, viviendo en profundidad la convicción de que no experimentamos su presencia divina cuando la tristeza se va —por ejemplo—, sino que dicha presencia está y actúa a pesar de la tristeza.

La percepción real de Dios ocupando el núcleo de un país devastado es motivo de esperanza y alegría, porque nos acompaña no obstante las penurias, animándonos a cambiarlas en favor de todos.

Cuatro
Una mención especial —y breve—, se merece la presencia de María en el evangelio del próximo domingo. Así como en los tres evangelios restantes, la inauguración de la vida pública de Jesús es iniciativa suya, en san Juan es Nuestra Señora quien anima a su Hijo a dar el paso en beneficio de los novios.

De esto último, es decir del rol que juegan las mujeres en nuestro devastado país, atesoramos un sinfín de anécdotas de cómo sobrellevan todos los pesares, superándolos generalmente con generosidad, solidaridad, creatividad, alegría y esperanza. Por si fuera poco, todo esto suelen hacerlo discretamente, “detrás de las cámaras”.

He aquí dos buenos ejemplos, el de Jesús y el de Nuestra Madre, de los que podemos aprovecharnos este 2022, para continuar nutriendo los valores mencionados anteriormente.

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