Killer (Anecdocuento)
El legendario pistolero estadounidense Billy the kid ha podido ser llamado Billy the Killer –que en inglés significa asesino-, porque fue a punta de plomo que se convirtió en leyenda al asesinar a 21 hombres.
Aunque se dice que Billy fue pasado a dado de baja por el sheriff Pat Garrett, también se cuenta que esto en realidad no sucedió así sino que fue una noticia falsa que puso rodar el propio Billy para escapar de la horca.
Tan efectiva fue la artimaña que algunos afirman que vivió muchos años más durante los cuales compartió con uno de sus contados amores, una bailarina de Texas conocida como Lady Chiqui, con quien a pesar de interminables cabalgatas que nunca terminaban de doblegar sus volcánicas voluntades, jamás pudo lograr descendencia.
Un fenómeno que ha captado el interés de los aficionados a lo paranormal, son las llamadas vidas paralelas. Mi perro Killer es ejemplo vivo de una vida paralela con Billy the Kid, quien para sus enemigos era, en efecto, un auténtico perro.
Veamos: El famoso forajido era un hombre de pocas palabras, a Killer por su parte le dicen El Mudo, debe ser porque ladra poco, aunque cuando lo ataca el hambre se vuelve políglota.
Billy mató a 21 hombres, Killer también lleva 21 en su cuenta, entre gatos, tuqueques y una que otra rata. Y como la guinda de un pastel, la perra del vecino se llama Chiqui, quien desde que llegó empezó a recibir frenéticos cortejos por parte de Killer, hasta que ante tanta insistencia sucedió lo inevitable, pero al igual que Billy, sin lograr descendencia, al menos hasta ahora.
Cuando el sheriff Garrett lo hizo subir de peso alojándole una bala en la frente, Billy ya había aprobado todas las materias de la carrera de bandido, y ejercía por su cuenta en varias comarcas del salvaje oeste.
Aunque vivió pocos años debido a los constantes peligros de su profesión, Billy siempre se mantuvo entre los mejores de su generación evadiendo la justicia, bien fuese por astucia, alta capacidad de desempeño, buena disposición para el trabajo, o simplemente suerte, hasta que un día los astros que lo protegían estaban en posición desfavorable e hicieron que su frente entrara en conjunción con el pequeñísimo espacio por donde la bala iba pasando en ese preciso instante.
Killer por su parte también ha cometido sus tropelías, todas realizadas con su cara de yo no fui, jamás he sido y nunca seré por los siglos de los siglos, amén; con su porte esbelto cuando se le mira de lejos, aunque de cerca la elegancia baje notablemente de categoría; y con sus pintas marrones sobre el corto pelaje blanco, que lo hacen ver como el dálmata que nunca ha sido.
Naturalmente, el sobrenombre de El Mudo no le impide a veces alzar la voz ante la presencia de alguno de sus congéneres extraños a nuestra calle, tampoco orinar los cauchos de los carros ni los portones vecinos como lo hacen todos los perro en los cinco continentes. Pero al igual que Billy the Kid él también tiene su Pat Garret, léase la mujer con quien me casé hace unos cuantos años.
En un porrón de grandes dimensiones que compró especialmente para tal fin, ella sembró una mata que le regalaron con tanto afecto que la primera vez que la regó fue con lágrimas que le salieron de la fosa más abismal del alma. La sembró con la mayor sutileza en una mezcla de tierra negra del Brasil, le agregó el abono más nutritivo que ha existido desde los tiempos de los egipcios y revolvió todo eso con bosta escogida de las vacas más pretenciosas de los campos de la República.
La colocó en una esquina del porche de la casa, en una posición donde el sol no la bronceara ni la sombra la aburriera. Llegada a la adultez, la mata alcanzó un follaje espectacular; se puso más bonita que la señorita de la canción del tío Simón y resultó siendo el centro de atención de todos, hasta que el primer día del invierno más reciente, se desparramó un soberano palo de agua que tumbó árboles por toda la ciudad, inundó barrios enteros, dejó las calles convertidas en estacionamientos de carros varados por diversos motivos, y para desgracia de Killer le desbarató una casita que le habíamos hecho en el patio, con material de reciclaje e ingeniería de dudosísima confianza.
Humanos o no, ante tales circunstancias no queda otra que buscar donde refugiarnos hasta que pase tormenta y podamos recuperarnos del desastre, de manera que ante el desespero el perro cogió la mata para colchón y cobija al mismo tiempo convirtiendo su ornamental hermosura en una vulgar imitación de nido de orangután.
A la mañana siguiente, cuando la dueña de la casa estaba abriendo la puerta, el ruido de las llaves sobresaltó al perro que descansaba plácidamente, pero como había tenido que excavar para hacer de su improvisada suite un lugar más agradable, en el proceso sacó casi toda la tierra, dejando un hueco ocupado por él y las hilachas de la que una vez fue la mata más bella de la ciudad.
Cuando mi esposa lo vio, abrió los ojos como quien se despierta con una tarántula sobre el pecho y su respiración cesó por un instante. De inmediato se recuperó, pero no así el pobre can, quien tras infructuosos pataleos logró salir del porrón, pero luego de ser alcanzado varias veces por un palo de escoba que para infortunio suyo estaba recostado junto a su innovadora residencia invernal.
Fue una prueba de la existencia de vidas paralelas, pues si bien Killer vivió varios años más gracias a sus habilidades para superar situaciones adversas, un lúgubre día de navidad no pudo evitar las ruedas de un carro cuando huía aterrorizado por los fuegos artificiales, y le ocurrió lo mismo que a Billy con la bala que Pat Garret le metió en la frente.
viznel@hotmail.com
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