Opinión

José Gregorio

No recuerdo los pormenores, pero él requería incluso ser operado; esto tenía a nuestra madre con los nervios a flor de piel. Próximo a la intervención quirúrgica, súbitamente mi hermano sanó.
jueves, 29 abril 2021

El fin de semana pasado participé de un retiro espiritual promovido por la comunidad religiosa donde habito. Se nos invitó a centrar nuestra oración y reflexiones alrededor de la figura del Dr. José Gregorio Hernández, dada la proximidad de su beatificación.

En un ambiente de recogimiento, aguzando mi oído mientras le pedía al Buen Dios me concediera la gracia de escuchar su voz, brotó de un recóndito rincón de mi espíritu una anécdota relacionada con mi hermano menor, José Gregorio: éramos pequeños y él estaba enfermo.

No recuerdo los pormenores, pero él requería incluso ser operado; esto tenía a nuestra madre con los nervios a flor de piel. Próximo a la intervención quirúrgica, súbitamente mi hermano sanó: interrogado por la “vieja”, él dijo haber visto a un hombre vestido de blanco, con un maletín en su mano, dentro del escaparate de una de las habitaciones. ¡Y sanó!

Mamá atribuyó el milagro al Dr. José Gregorio Hernández, y prometió ir a Isnotú para depositar un presente en la tierra natal de nuestro querido galeno.

La fe de los creyentes
Los venezolanos hemos esperado muchísimos años por la canonización de este hombre bueno, lleno de fe y ciencia. Las expresiones de fidelidad y agradecimiento, de solicitudes de auxilio y de intervenciones oportunas del doctor de los pobres, son incontables y abarcan todo el territorio nacional.

Ha habido una vía correcta que canaliza las peticiones del pueblo sencillo en sus manifestaciones de fe robusta, que nos conduce a José Gregorio, donde él responde oportuna y eficientemente, como lo hiciera en vida.

Esta actitud de parte de las personas, que afirma haber sido visitados y beneficiados por el siervo de Dios, abre el camino que conduce a los altares e inunda de alegría nuestros católicos corazones.

El pronunciamiento de la Iglesia
Mientras se esperaba la confirmación oficial de parte de la Iglesia, que, como dije más arriba, tardó años en pronunciarse positivamente, era recurrente escuchar que José Gregorio Hernández ya había sido declarado santo por los creyentes. Esto es correcto.

Ahora bien, qué felicidad probamos con la decisión eclesial, porque comprendemos que este paso debía darse y así ocurrió. Estamos ante el reconocimiento oficial de una vida conducida por el Espíritu Santo, vida traducida en servicio incondicional e incansable en favor de los demás, especialmente de los más necesitados.

A ejemplo de José Gregorio
Nuestro presente calamitoso, golpeado por varias pandemias, se asemeja al tiempo que vivió José Gregorio Hernández.

Retomemos y actualicemos la respuesta de José Gregorio al momento que le tocó vivir: fue un siervo incansable, porque supo sacar de su fe en Dios las fuerzas necesarias para atender todas las solicitudes. Fue un doctor que supo colocar compasivamente sus competencias científicas en las manos de los menesterosos.

Como ha ocurrido en Venezuela, sigamos pidiendo a nuestro santo que nos asista en nuestras necesidades. Pero animémonos asimismo a actualizar su ejemplo en nuestro país, que se halla hoy día a ras de suelo. Pongamos nuestras competencias al servicio de todos, con la fe puesta plenamente en Dios Padre.

Una promesa por cumplir
Yo era ya sacerdote cuando un buen día mi madre me pidió fuera a Trujillo a cumplir la promesa que ella le hiciera al Dr. José Gregorio Hernández. Me negué a hacerlo, alegándole que nuestro Dios no necesita de nuestras promesas para tendernos sus misericordiosas manos. La relación con Dios y con los santos, sus amigos, no es un “toma y dame”, sino que es gratuita. Dios y sus santos, nuestros intercesores, solo saben dar. Esto es Amor.

Las promesas nos las hacemos los seres humanos a nosotros mismos. Hay una promesa que requiere nos hagamos los venezolanos, es decir, trabajar incansable y compasivamente por la recuperación de nuestra tierra, poniendo al servicio de todos nuestras competencias, de manera que nos podamos asemejar en alguna medida a nuestro santo, el Dr. José Gregorio Hernández, médico de los pobres.

José Gregorio, asiste y vela por todos los médicos, especialmente por los venezolanos. Que así sea.

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