Heliocentrismo y geocentrismo como senderos hacia la cibernética
Comienzo este ensayo con una interrogante: ¿Cuándo realmente se inicia la ciencia?. El ser humano, desde la Antigüedad ha tratado de explicar “su” Universo.
Bajo esa incertidumbre nace la ciencia, al principio con la Astronomía. Así pues, ese contexto de la realidad y a lo largo de la historia, configuraron diferentes teorías, entre ellas las Teorías Geocéntricas y las Heliocéntricas (“orígenes”), que permutaron de modelo, y que fueron modificándose hasta la Revolución Científica de los Siglos XVI y XVII y posteriormente en el Siglo XX, caso trascendente del cambio paradigmático el creado por Thomas Kuhn, con un modelo conceptual y metodológico de la ciencia. (Bruno, Giordano, 2012).
Cuando se habla de la Revolución Científica, ella se inicia con Galileo y Kepler para confluir en Newton. El desarrollo de la física matemática como ciencia teórico-experimental admitirá una ruptura concluyente con el modelo de pensamiento científico desde la Antigüedad y de la Edad Media y con el universo finito y el cosmos cerrado y geocéntrico que constituían la visión del mundo en esas épocas anteriores.
Hipotéticamente, las manifestaciones del mundo antiguo surgieron del interés por comprender al mundo. Estas ideas pre- científicas están encuadradas desde mediados del primer milenio, hasta las puertas de la revolución científica (siglo XV). Premisas desde países del Oriente Antiguo que acumularon y sistematizaron conocimientos empíricos sobre la naturaleza y la sociedad, en la génesis de ciencias: astronomía, las matemáticas, la medicina.
Los conocimientos de las civilizaciones orientales fueron asimilados y transformados en un armónico sistema teórico en la Grecia Antigua, allí florecieron pensadores de la ciencia que se diferenciaron de la tradición religiosa y mitológica.
Desde entonces hasta la revolución industrial, la principal función de la ciencia fue explicativa, y su labor primordial radicó en proveer el conocimiento preciso de los horizontes de la visión del mundo y de la naturaleza, parte de la cual es el hombre mismo.
Sin embargo, el paso decisivo en la consolidación del pensamiento científico como institución social, ocurrió en Europa Occidental entre 1600 y 1700 (Siglo XVII-Siglo XVIII).
Con el surgimiento del capitalismo, la ciencia rompió con la visión de sí misma heredada de la antigüedad, como actividad primordialmente centrada en la comprensión del mundo sin actuar sobre él, para cambiar la base de la evolución técnica que caracterizó al mundo moderno, desde la revolución industrial (siglos XVIII y XIX) hasta este Siglo XXI.
De allí, que el concepto de ciencia literalmente lo podemos asimilar a conocimiento, pero para una mejor comprensión y utilización conceptual de él, lo definiremos simplemente como el conjunto de conocimientos de carácter racional, sistemático, demostrable y falible, que inquiere explicar los distintos fenómenos naturales, sociales y espirituales, que se producen y son explicables mediante la aplicación de metodologías, que gracias a ello podemos comprender y actuar sobre la realidad circundante, prever el futuro (Metodología Prospectiva y Diseño de Escenarios) y tratar de lograr un mayor bienestar para la humanidad. (Hevia Araujo, Oswaldo, 2001)
Prosiguiendo con la historia, más tarde, en el Siglo XVIII, aparecen las Ciencias Sociales como respuesta a las necesidades sociales, en contraste con las Naturales, sustentadas en disciplinas que se ocupan de los aspectos del ser humano, cultura y sociedad.
El método depende concretamente de cada disciplina, sea esta la Sociología, Administración, Antropología, Ciencia Política, Demografía, Economía, Derecho, Historia, Psicología, Geografía humana, entre otras. Luego, al retomar lo referente a las Teorías Geocéntricas, podemos señalar algunos de los más ilustres personajes de estas, entre ellos: Anaximandro de Mileto (siglo VII a.C.); Pitágoras (Siglo VI a.C.),quien explicó la estructura del universo en términos matemáticos; Thales de Mileto (Siglo V), que predijo un eclipse; Platón (Siglo IV a. C), que elabora una teoría del universo basada en que la tierra es esférica y que ocupa el centro del universo; Eudoxus de Cnido, (Siglo IV, a..C), filósofo, astrónomo, matemático y médico griego; Aristóteles (Siglo IV a. C), que añade que el Cosmos está dividido en dos partes, el mundo sub-lunar (4 elementos: tierra, aire, agua y fuego) y el mundo supra-lunar (mundo de la armonía perfecta, donde todos los planetas se mueven con movimiento circular uniforme y está compuesto por la quinta esencia: el éter), es decir, en síntesis él consideraba la existencia de dos mundos, el mundo celeste, lugar de perfección y movimientos eternos y circulares; y el mundo sublunar o terrestre, de objetos corruptibles e imperfectos. Ptolomeo, (Siglo II a.C), siguió los trabajos de Hiparco de Nicea (Siglo II a.C), profundizó sobre el sistema geocéntrico según el cual la Tierra seguía estando inmóvil en el centro del universo y los astros, en orden de proximidad: la Luna, Mercurio y Venus. Y, determinó que el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y las estrellas efectuaban dos tipos de movimientos: uno orbital en el llamado “epiciclo” del planeta, y otro que llevaba a cabo el centro del epiciclo alrededor de la tierra y que se llamaba “deferente”. (Bruno, Giordano, Ob Cit)
Y, en cuanto a la teoría heliocéntrica, formulada por Aristarco de Samos (siglo III a.C.), sugiere que el esquema más simple del movimiento de los astros se obtiene si se sitúa el Sol en el centro del Universo. Posteriormente, ya en el Siglo XVII, uno de sus máximos exponentes Nicolás Copérnico (1473-1543), presenta un sistema heliocéntrico innovado, que desecha la teoría Ptolomeica y retorna a la sencillez de los movimientos planetarios. Sitúa al Sol en el centro del Sistema y todos los planetas, incluida la Tierra se moverían en circunferencias concéntricas.
Esta concepción del Universo fue contradictoria a la Biblia y a las teorías de Aristóteles, por lo que no fueron reconocidas por sus contemporáneos. Pasaron varias décadas antes de que el modelo heliocéntrico recibiese el que fue uno de sus más importantes apoyos, de la mano de Kepler, Johannes, astrónomo y matemático alemán que desarrolló las fórmulas para predecir la posición de los planetas con resultados notables (a excepción de Mercurio). Luego, Galileo Galilei (1564-1642), desarrolló la teoría heliocéntrica de Copérnico. Él, apuntó en el siglo XVII, la clave de la dificultad para medir la paralaje: las estrellas estaban mucho más lejos de lo que se pensaba. Señaló entre otras cosas, que:
– Júpiter tiene cuatro planetas (Kepler los llamaría después satélites), girando en torno a él. Esto aparecía como que la Tierra no era el centro de rotación de todos los cuerpos celestes y rompía con el dogma de los siete cuerpos celestes, aparte de las estrellas fijas, que se conjeturaba formaban el universo.
En 1632, Galileo divulga “Diálogos sobre los dos grandes sistemas del mundo”, obra en la que imagina una defensa del sistema Copernicano (sigue creyendo que las orbitas son circulares) y expone el umbral de la inercia y la idea de la caída libre de los cuerpos independientemente de la masa, en contra de Aristóteles. Sus ideas le llevaron a situaciones problemáticas con la inquisición y renegó de ellas. (Giroldini, Renato, 2009).
Posteriormente, en ese Siglo XVII, surge Sir Isaac Newton (1642-1727), científico inglés que realizó trabajos que revolucionaron el conocimiento y fundaron la ciencia clásica. Descubrió la ley de la gravedad, inventó el cálculo infinitesimal y probó la naturaleza compuesta de la luz blanca, entre otros aportes. Con la primera Ley de Newton, instituye que “todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”. Según esta ley, un cuerpo no puede cambiar por sí solo su estado inicial, a menos que se aplique una fuerza sobre él. Sobre los cuerpos celestes, una de las fuerzas que actúa es la gravedad, la atracción que siente entre ellos depende de su masa. (Giroldini, Renato, Ob Cit)
Así, Newton es figura fundamental. Y, una serie de físicos y astrónomos comienzan a generar nuevos conocimientos, por ejemplo, Edmund Halley, quien descubre el cometa que hoy lleva su nombre y que cada 75 años vuelve a la Tierra. (Calvet, Enrique, 1950). En lo que respecta a la Ciencia Moderna. Es indiscutible, que las bases racionales, de la misma provienen de la sabiduría griega, la cual le proporciona una organización, un método y un lenguaje propio.
Es así, que en el comienzo del Siglo XX (período comprendido entre el 1 de enero de 1901 y el 31 de diciembre del 2000), la ciencia académica, tiene como fin principal la obtención de conocimientos acerca del mundo circundante, con independencia de su posible utilización en la transformación del medio en el que la sociedad se desarrollaba, no fue el único modelo institucional de investigación.
El siglo XX, fue especialmente prodigioso en el avance y desarrollo de la ciencia, principalmente en los campos de la física y la biología desde principios de siglo, pero luego vendría un desarrollo tanto o más espectacular en otras áreas del conocimiento como la genética, ciencias médicas, farmacología, la paleontología, la antropología, las ciencias de la comunicación en general, la astronomía, las ciencias espaciales, y muy especialmente la informática, esta última presenta además la gran virtud de ser aplicable y complementaria de todas las anteriores.
En ese siglo XX, Albert Einstein (1879-1955), científico connotado, con su principal trabajo, registró las bases de la Teoría de la Relatividad, creando equivalencia entre la energía de cierta cantidad de materia y su masa m, con la ecuación E = mc², es decir, que la masa se transforma en energía pura al desplazarse a una velocidad igual al cuadrado de la velocidad de la luz. En ese orden de ideas, y sin desestimar otros personajes de la ciencia moderna, se tiene entre ellos a Karl Popper, creador de la corriente epistemológica del Falsacionismo de la Ciencia (1935).
Otro científico de gran connotación, como representante de la “nueva filosofía de la ciencia”, lo fue Kuhn, Thomas (1962). Él se interesó por la historia de la ciencia, y discurría que la filosofía de la ciencia es, básicamente, la reflexión filosófica sobre la construcción, la reelaboración, la sustitución y la reconstrucción de las teorías científicas.
No sin fallar en la aseveración de cómo ha evolucionado la humanidad en materia científica y tecnológica se evidencia en que aparece la cibernética, la cual según el epistemólogo, antropólogo, “cibernetista” y padre de la terapia familiar, Gregory Bateson (2010), epistemólogo, biólogo y antropólogo, con recorridos analíticos por la psiquiatría, la psicología, la sociología, la comunicación y la ecología, advirtió que era una “ciencia, una rama de las matemáticas que se encarga de los problemas de control, recursividad e información”.
Este científico, afirmó que la cibernética es “el más grande mordisco a la fruta del árbol del Conocimiento que la humanidad haya dado en los últimos 2000 años”. En la época actual (Siglo XXI), los frutos de la ciencia se enclavan en la producción con una celeridad mayor, gracias a la baja del tiempo que ocurre entre los descubrimientos científicos y su uso práctico. Tal revolución incluye paralelamente la esfera de la ciencia y de la técnica; de ahí que se le identifique como la “Revolución Científico Técnica”.
En cuanto a la computación e informática, Internet, podemos observar un avance increíble desde 1942 (Siglo XX), cuando hace su aparición IBM, de allí en adelante todo ha sido cambio firme en esta área, como consecuencia del avance de la ciencia.
En realidad, a inicios de la década del 90´ se sella el auténtico apogeo de tejido mundial o World Wide Web, como igualmente se reconoce al Internet. Ahí es en donde tiene comienzo, por otra parte, la revolución cultural de la información. (Gates, Bill, 1996).
Bill Gates y la denominada “Superautopista de la información” (fundador de Microsoft), en su libro “Camino al futuro”: rotuló en su momento, que todavía no se estaría llegando a ese escenario, y sólo lo forjaríamos hacia el año 2010, en donde la red informática que soporta la globalización estará mucho más sólida e intrincada.
Así pues, la ciencia y su vertiginoso progreso proyectan a las sociedades importantes alternativas éticas y morales, que aún no han sido solventadas, inclusive postulamos no ha existido una correlación entre el avance científico y una teoría filosófica con relación a estas conquistas.
Como reto para este siglo XXI, es de pensar que se puede iniciar el diseño de una idea en que la ciencia y su firme desarrollo deberán coexistir prospectivamente en un ambiente más afable y sensible para los seres humanos Como ideas conclusivas, la ciencia desde sus primeros pasos tiene una idea respaldada en otras ideas anteriores y ambas crean una nueva idea, pero siempre complementándose o tomando como plataforma la idea anterior, aquí se aplica el concepto de continuidad de la ciencia, con un hilo conductor, que va desde esa intención del ser humano por descubrir su cosmovisión hasta Teorías como el Geocentrismo y el Heliocentrismo como salida a los grandes avances tecnológicos Cibernética e Internet. Grandes hombres han sido los protagonistas claves en ese transitar, filósofos y científicos tales como Pitágoras, Thales de Mileto, Copérnico, Galilei, Kepler, Platón, Kuhn, Einstein, entre otros, han sido propulsores importantísimos en el camino y revolución de la ciencia.
“Cuando me preguntaron sobre algún arma para contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: la paz”. Albert Einstein (1879-1955)
Calgary, Canadá noviembre 2021
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