Guayana: un nuevo despertar
Desde hace más de 20 años, las Empresas Básicas han perturbado el sueño de muchos de nosotros, debido a la incapacidad y la corrupción que en ellas impera y que propició la ruina de este emporio industrial.
Hoy, se presenta al mundo, como un cerro de chatarra, en algunos casos sin orden ni concierto. Sin embargo, su rescate, es parcialmente posible y para ello, se requiere que seis factores se conjuguen, para su reactivación.
El primero es la recuperación de la industria petrolera, por una razón fundamental: toda factoría necesita combustibles (energía), lubricantes y gas, con un alto grado de confiabilidad en términos de suministro a tiempo, calidad, cantidad y precio.
El segundo aspecto está vinculado a la recuperación del sistema de generación de energía, tema tratado ya anteriormente. Como decíamos en esa oportunidad, si el Estado determina que la energía hidroeléctrica generada por el Caroní, no debe ser utilizada para la aplicación industrial, se impone la construcción de instalaciones para plantas termoeléctricas que suplan la electricidad necesaria.
El tercer aspecto tiene que ver con que se modifique radicalmente el modelo económico actual. El Estado no puede seguir siendo el “dueño” del futuro industrial de Guayana, aun cuando éste, debe trazar políticas oficiales que promuevan su refundación, reconstrucción, desarrollo y operación exitosa. Este parque industrial, debe asignarse al sector privado de la economía.
Cuarto. Se requiere inversión privada para recuperar las industrias de nuestra región y del país, pero ello, solo será posible cuando exista la indispensable seguridad jurídica, estabilidad política y solidez económica.
Quinto. El capital humano en Guayana se ha reducido drásticamente. Particularmente, el técnico y el gerencial, bien sea porque emigró, se retiró por edad avanzada, o porque requiere reentrenamiento para adecuarlo a las que serán nuevas exigencias y realidades tecnológicas y éticas.
En cualquiera de los casos, dos cosas son imprescindibles: la primera, que se recupere la economía, disminuyendo drásticamente la inflación (con generación de empleo masivo y recuperación e incremento de la producción), con lo cual podrá restablecerse un patrón de consumo y estándar de vida, similar al de los países en vías de desarrollo.
La segunda y necesaria acción a emprender, es la formación del talento humano, para lo cual se requiere, la asistencia de las universidades locales, a objeto de reabrir la escuela de formación “Otto Rivero Suarez”, para la Siderúrgica del Orinoco (Sidor); el Centro de formación para la industria del aluminio (Alucentro) y los respectivos centros de adiestramiento que cada una de las industrias requiere: hierro, electricidad, madera, etc.
Además, existe un sexto factor, imprescindible: paz laboral. El sector sindical, al igual que el industrial, requiere un remozamiento de su conducta y ello pasa por renovar el compromiso con el trabajo tesonero y creador y el apego estricto a la legislación laboral del país.
Su nuevo rol, debe estar desvinculado de las “prácticas mafiosas y politiqueras” que en otros tiempos, y en los recientes, (aún peor), destacaban su comportamiento. El trabajo es la esencia del desarrollo y solo con un movimiento laboral respetuoso, consciente y comprometido, podremos llevar adelante la recuperación, operación y fortalecimiento de la industria de Guayana y del país.
Así que la recuperación de Guayana, sí es posible, pero pasa por adecuar actitudes, liberalizar la economía, remozar y/o readaptar la conducta sindical, actualizar el bagaje de conocimientos tecnológicos de los trabajadores, refundar cuadros gerenciales con nuevos patrones profesionales y éticos. A esto se suma, por supuesto, la restauración de los servicios públicos, para hacer posible la convivencia armónica de la población en su medio.
La Corporación Venezolana de Guayana, tiene por delante un gigantesco reto que estoy seguro, dado el cumplimiento de las anteriores premisas, sabrá enfrentar con éxito.
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